En las recientes semanas, políticos, activistas y comentaristas, residentes en nuestra nación dominicana, junto a unos megáfonos ciudadanos, contradictorio a lo episódicamente natural, han hecho de su capacidad de portavoces autorizados, el responsable llamado de alerta, advertencia y consejo, al adeudo ejecutivo, la cordura legislativa y la responsabilidad cívica. Un meritorio clamo que inusualmente nos detenemos a distinguir. Los hubo congresistas, funcionarios gubernamentales y ciudadanos empoderados, cuyo trabajo, participación y trayectoria, les ha cedido el derecho de poseer un micrófono social, y a su vez, ser escuchados. Pero a ellos regresaremos más adelante.
Lo que sucede es que, no todo llamado o denunciante, es legítimo. Durante décadas, y porque no, hasta hoy mismo, los “entren todos”, “cállese la boca” y el “lo echó fuera del cajón” han resonado más en nuestras mentes, que las declaraciones sensatas y responsables de cualquier micrófono. No menos cierto ha sucedido recientemente en la política norteamericana, donde su actor principal, se vale más del asombro del mensaje que proyecta, que la importancia del mismo. Y para alimentar esa realidad, acusaciones han surgido esta misma semana, advirtiendo sobre despido de periodistas criollos, para ser sustituidos por altoparlantes, capaces de generar audiencia y proyectar propaganda intencionada y controlada, validando con ello, esa resonancia. No crean que aquí en la diáspora ha sido menos cierto ese ejercicio.
Por ello hay que aceptar, que no todos los voceros o las causas son necesariamente válidas. Ni en la isla ni en la diáspora. Y más hoy, sin restarle al derecho que tiene cada quien de expresarse, donde hemos llegado al punto donde el ruido blanco y exceso de información, pagada o motivada, sumada a las herramientas tecnológicas que la soportan y tenemos en frente, este guiso, nos ha hecho creer que el “yo”, posee un innato privilegio de tener un micrófono delante, solo porque sí.
O peor aún. Creer que individualmente tenemos algo inestimable que aportar, por el solo hecho de tener ese micrófono en frente. Esa cotidianidad comunicativa, impide que podamos detectar pesquisas que pueden parecer triviales, pero que en realidad son de gran valor. Y es en ese orden, que nuestra raza humana y las sociedades en la que se agrupa, sin importar cultura, etnia o lenguaje, está viviendo realidades que no pueden ser referenciadas con el pasado o con la lógica. Proactiva advertencia si se quiere, que fuera propuesta por valiosos pensadores de mediados y finales del siglo anterior, sobre el poder de la tecnología y la comunicación.
Lo que pareciera inimaginable hace un puñado de décadas, en los avisos de Toffler y su obra “Future Shock” y “The Third Wave”, hoy día son real. Vivimos tal como nos planteara el autor futurista neoyorquino. Bajo una revolución de comunicación, donde cada vez más, los humanos participativos y activos, de los países desarrollados o en vía, emergen en nexo, con una civilización global.
Complementando esa visión, décadas más tarde, justo antes del amanecer del nuevo siglo, James Gleick, el autor de “Chaos” y “Faster: La Aceleración de Prácticamente Todo”, nos esbozó un presente, que solo podía ser conferido con vivir constante y diariamente, en una máquina del tiempo. Gates, por su parte y para la misma fecha, nos insinuó que, con la tecnología, las computadoras y el acceso al internet, nuestras vidas entrarían en un nivel de interconectividad e instintiva colaboración, jamás vista. Una que se convertiría en las herramientas más efectivas y provechosas de y para la humanidad.
No obstante, ningún pensador de avanzada del siglo pasado predijo que, cada uno de nosotros, eventualmente tendríamos un micrófono en frente.
Partamos de las difusoras no-tradicionales, tomando las plataformas modernas de comunicación social más utilizadas. Aquellas mínimamente censuradas, compuestas de micrófonos individuales. ¿Cuáles son sus conceptos de existencia y cuál es su alcance global?
Tomemos Twitter, por ejemplo. Una red de “microblogging” que permite compartir información a través de mensajería instantánea. En la actualidad, más de 335 millones de usuarios, usan sus servicios, mensualmente. Lo particular de la plataforma, es que tú solo lees a quien quieres, y vise versa. El que no tiene nada importante que comunicar, tendrá pocos seguidores. Sin embargo, no está limitado a escuchar a todo el que él o ella quiera.
Ya menos pública, y más en el orden personal o grupal, más de 1,500 millones de personas, se comunican a través de WhatsApp. Esta aplicación, funge como la valiosa herramienta de comunicación entre las diásporas de los Estados Unidos con sus familiares, amistades o relacionados, en su país de origen. La clave de la herramienta lo es, el hecho de que es gratis y de su facilidad de interconexión de grupos o individuos, interesados en mantenerse comunicado, vía textos, imágenes, vídeos y voz.
YouTube, por su lado, inició como una tribuna, donde todos podían colocar vídeos instructivos, exhibiciones temáticas, posturas públicas, anécdotas graciosas y curiosidades. Con el tiempo, algunos colaboradores comenzaron a ser tan famosos, que para describir su alcance, surge el término “viral”. Ser visto por millones de personas, colocaba tu transmisión, como una de carácter virulenta.
YouTube funciona como una biblioteca de vídeos, donde cada minuto, 300 horas de contenido, se suben a la plataforma y 5 mil millones de vídeos se miran, todos los días. Desde religiosos a cantantes, desde educadores a comediantes, todos cuentan con YouTube, para proyectarse. Y aquel que sea capaz de captar la mayor cantidad de visitas, me imagino que podemos decir, que tiene el micrófono más grande.
Ahora en cuanto a Facebook, ese sí que es indiscutiblemente, el monstruo comunicativo a escala global. De por sí, es el mundo paralelo del cual todo científico conceptualizaba. Su alcance supera los 2,000 millones de usuarios y su concepto surge del acto altruista de compartir entre amigos, las experiencias que hacen de nuestra cotidianidad, una dulce vida de valores y recuerdos.
A pesar de que hoy día, manipulaciones de sectores externos han afectado la credibilidad de Facebook, esta aún sigue siendo la más poderosa plataforma y micrófono de la sociedad global.
Definidos los nuevos micrófonos, y antes de regresar a la motivación y enfoque de este escrito, el cual fija que, un valioso y buen comunicador debe ser además un portavoz autorizado por su trabajo y trayectoria, echémosle un vistazo, a los medios tradicionales. Esos que se caracterizan más por emitir, que por la interacción que permiten. Esas habituales que aún poseen un dominio increíble sobre los pensares y las opiniones de la población de todos los países. La Radio, la Televisión y los Periódicos.
Lo que pareciera una tecnología del pasado, la propia aún sostiene un gran alcance, el cual a su vez se complementa con las modernas. Miren hasta donde llegan sus frecuencias. Más de tres cuarta partes de los hogares en países desarrollados o en vía, tienen acceso a la Radio. Ese medio en la actualidad, presenta una oferta global de más de 50,000 emisoras, con programación de música y contenido, exponiendo 24 horas al día, con docenas d comunicadores e intereses. No obstante, lo mismo sucede con la Televisión. Ahí son más de 30,000 los canales y sus repetidoras, que proyectan contenido original, informativo, instructivo y de entretenimiento.
Esta es la era de la comunicación y la opinión hecha pública. Pero es una que también se presta para propagar pensamientos vacíos y movimientos contradictorios al progreso de la humanidad. Es un constante ruido blanco de opiniones mal intencionadas, que solo opinan de manera contradictoria a la corriente, porque es la única forma de que su micrófono pueda ser escuchado. Mi posición entorno a esto, no es censurar, sino proveerle al mejor de los mensajes, su justa frecuencia y alcance.
Como ejemplo cito algunos eventos que sucedieron en estos días. Todas, valiosas escenas atadas a nuestra nación. La primera de ellas, lo fue el preocupante reclamo de la Diputada Faride Raful, quien en un vídeo tornado viral, nos informaba a todos, de la votación de un proyecto de ley, sin antes haber sido leído la alteración que se le había suministrado. Esto detonó una reiterada discusión nacional entre voces, sobre la falta de pulcro en estos procesos legislativos. Su mensaje se propagó por las plataformas sociales modernas, hasta llegar a los medios tradicionales la trayectoria del mensaje actuó al revés de como sucedía décadas anteriores.
Pero de igual y valiosa forma, Domingo Contreras, ambientalista y alto funcionario del gobierno, sonó la aterradora alarma de los desechos plásticos que habían llegado a nuestras costas del malecón. Ante tan preocupante escena, él también se apoderaría del micrófono que su trayectoria le había otorgado. Y más que hacer un llamado a la corrección inmediata por parte de culpables, ágilmente organizó un operativo cívico-oficial, para enfrentar y corregir este vergonzoso retrato. El proceso le permitió presentar información y concientización. Su micrófono hizo eco de la necesidad de una acción humana, más que una política.
En la ciudad de Miami, escuchamos al arquitecto Kalil Michel, dictar desde el micrófono diplomático que posee, los parámetros de la Para-Diplomacia. Una herramienta que va de la mano con estos nuevos medios, haciendo de cada nacional en el extranjero, un embajador de su nación, al salir de la misma.
A esas y otras tantas alocuciones, los dominicanos que radican en la patria y los que como yo, que radico en el extranjero, debemos de facilitarles su reproducción y debida frecuencia. No solo como receptores, sino que también como interlocutores, emitiendo opiniones francas y menos fingidas, sobre temas que, a pesar de no afectarnos directamente, nos sentimos con derecho de valorarlos y emitirlos.
El micrófono es un altoparlante que permite que, aquellos que están lejos de ti puedan escucharte claramente. Pero el que me preocupa es el micrófono callado. Aquel que portan los distantes Diputados de Ultramar desde hace seis años. Ese que nunca han encendido, a pesar de estar frente a su escritorio. El que solo usan para emitir votos a favor o en contra, en acuerdo con quienes le dictan pautas, que les aseguro que no es la diáspora que representan.
No sé qué es peor, sí que estos legisladores que representan a los dominicanos en el exterior, tengan sus micrófonos conectados para decir nada o los tengan desconectados porque no tienen nada que decir. Y les advierto, que ya es tarde. Si han de encenderlos, encontrarán que solo tienen de receptor, a una sola persona. El que pretenda emitir a través de él, se encontrara que solo está hablando para escucharse; pues sus constituyentes, le apagaron el micrófono.