El Haití heroico, el de la revolución contra los amos franceses y que eliminó la esclavitud, está pasando hoy día por una enorme crisis política y social. El ejemplo más dramático es lo que ocurrió recientemente en la aduana haitiana de Malpasse, a escasos metros del puesto fronterizo de Jimaní.
Un grupo de contrabandistas, perjudicados por las actuaciones de las autoridades aduaneras haitianas, asaltó esa aduana, asesinando a cuatro de sus empleados y pegando fuego al edificio. Unos cinco policías haitianos en el lugar solicitaron refuerzos, pero la carretera hacia Puerto Príncipe había sido bloqueada con neumáticos encendidos y estos no pudieron llegar, optando entonces estos pocos policías por buscar refugio en el lado dominicano de la frontera, donde fueron entregados al cónsul haitiano.
Desde hace varios años hemos estado abogando públicamente por la puesta en ejecución del concepto de aduanas gemelas, a la europea, es decir que las aduanas dominicanas y haitianas estén en un mismo edificio y la información sobre el flujo comercial, compatibilizada para las computadoras de ambos países, intercambiada. Con el reciente incidente en Malpasse ha surgido otra razón, ahora de seguridad, para justificar las aduanas gemelas. La Unión Europea podría ayudar, construyendo los edificios y ofreciendo asistencia técnica. Entre 1905 y 1941 tanto las aduanas fronterizas haitianas como las dominicanas eran administradas por funcionarios norteamericanos, con el propósito de garantizar el repago de la deuda externa de ambos países, por lo que aduanas gemelas no es un concepto nuevo en la isla.
La violencia en Haití se ha concentrado en Puerto Príncipe y en la ruta hacia Jimaní. La zona de ese país que mejor se está desarrollando y que tiene mayores posibilidades de seguir creciendo, la que abarca entre Cabo Haitiano y Dajabón, está mucho más tranquila, con zonas francas en Caracol y en la frontera misma.
Uno de los grandes errores del sistema político haitiano es que en años recientes copió el sistema parlamentario francés, un presidente, un primer ministro y un Parlamento, lo que convierte al presidente, hoy día Jovenel Moise, en una figura sumamente débil. Debe de volverse al sistema presidencial sin llegar, por supuesto, a los excesos de la época duvalierista. El ejército no debe ser resucitado, manteniéndose solo una policía, como también es el caso de Panamá y Costa Rica.
Después de los propios haitianos, es a los dominicanos a quienes más conviene estabilidad política y crecimiento económico en el país vecino. Las poblaciones de ambas naciones son numéricamente casi iguales y crecen al mismo ritmo, pero la gran diferencia en el ingreso per cápita es a favor de los dominicanos y aumenta cada vez más, lo que estimula el éxodo hacia nuestro país. No siempre fue así. En la época colonial St. Domingue era la colonia francesa más rica del mundo, mientras la colonia española languidecía. Después de la independencia de ambos países Haití exportaba más y recibía más ingresos fiscales que nuestro país y Puerto Príncipe era una ciudad mucho más cosmopolita que Santo Domingo. La diferencia a favor de la República Dominicana apenas se inició hace 80 años, el equivalente a dos generaciones.
Nosotros recordamos como hace cincuenta años cuando a un soldado dominicano se le encontraba facilitando el ingreso ilegal de haitianos, se reunía a las tropas y delante de ella se les arrancaba al culpable las insignias militares de su uniforme, como forma de evidenciar su expulsión del ejército. Hoy día, como el soldado que comete esa infracción reparte lo que gana en esa operación con el teniente, este con el coronel, hasta llegar al general, no hay sanciones, sino un gran negocio.
Trump expulsa a centroamericanos y a mexicanos de la frontera americana y en Europa la extrema derecha se nutre de la histeria anti migración surgida por la llegada de árabes. Aquí, mientras tanto, la guardia se nutre del negocio de la inmigración ilegal y la derecha no saca más del 3% de los votos.