Pasado el evento estelar de las elecciones de mayo de este año, nadie sabe qué es el mensaje de Luís Rodolfo Abinader Corona. El votante promedio—como señalé en otra parte—no tiene una sola idea o concepto con el cual relacionar a Abinader, salvo “la tayota” como le llamó su mentor Ing. Hipólito Mejía, o “febrero” como le denominó Danilo Medina, ambos geniales giros de comunicación política. Abinader pudo, en una sola idea, haber hecho lo mismo con Medina y su gobierno, pero no logró hacerlo.

Minou Tavarez o Guillermo Moreno, sin contar ni por asomo, con los recursos de los grandes partidos, sí tienen mensajes, opiniones y políticas específicas con las que un votante promedio, medianamente informado, pudiere relacionarles. Quizás no puedan ser resumidas en una sola palabra, pero el electorado puede hablar y valorar, bien o mal, sus ideas.

Minou ha propuesto políticas de carácter liberal, como la legalización de drogas blandas, y ha sido abanderada por mayor transparencia partidaria y gubernamental. Por su parte, Guillermo Moreno es el político más frontal que existe en República Dominicana en cuanto al tema de la corrupción; observador incisivo y rápido de las ejecutorias del gobierno las cuales examina, critica y responde de inmediato en los medios.

Pero, en cuanto a Abinader, la gente no sabe a qué atenerse. Tiene los elementos clásicos del político: el traje formal, la imagen en una caravana, su presencia en mítines de campaña, sus encuentros con los medios. Todo eso lo tiene, pero nadie sabe centralmente a favor de qué está Abinader. Nadie—o muy pocos—conocen el tema central de Abinader.

La mayor crítica de Abinader al gobierno aún es algo que está por definirse. El destacado político ha hecho una mezcolanza de temas, críticas y observaciones, concediéndoles a todas principal importancia. La consecuencia de no jerarquizar su discurso es que el mismo viene ser un sancocho retórico de ideas con igual valor, que no aporta definición a su discurso.

El resultado de lo anterior permite concluir que Luís Rodolfo Abinader Corona ha desperdiciado la estelar puesta en escena de que ha sido protagonista como candidato—a presente y a futuro—de la oposición. No pudo colocar una idea punzante, un argumento irrebatible y reiterado, o una imagen favorable y clara con la que el electorado pueda identificarle.

Esto lleva a que, desperdiciada esta oportunidad y pasadas las elecciones, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) tenga que empezar desde cero la construcción y definición de su discurso opositor.

Quizás el PRM se cegó con la posibilidad real de pasar de la casilla 15 a la casilla dos en la boleta electoral. Posiblemente se distrajo con la atractiva—y también real—posibilidad de capitalizarse a futuro debido a los ingentes fondos de que será acreedor por ser la segunda fuerza más votada. El caso es que pasaron por alto la oportunidad de construir un mensaje en el evento estelar de la campaña y la elección y no pusieron en la sociedad una sola idea pegajosa y central que les sirviese de herramienta para apuntar al gobierno y al electorado, esto a presente y a futuro.

No habiendo podido construir un mensaje en esta oportunidad, aún con casilla 2 en la boleta del 2020 y con millones asegurados por la Junta Central Electoral, aun así, carecen de la pieza esencial que debe tener un proyecto político. Se trata de una sola cosa: una idea central en su mensaje. La cual, repito, aún hoy nadie conoce.