“Busque consejo, pero use su propio sentido común”. – Proverbio yiddish
Sin la menor duda, los desinfectantes y antisépticos son armas de primera fila en el combate contra diversos patógenos, entre ellos los virus. Pero hay que saber cuándo y cómo utilizarlos, y para qué sirve cada uno.
Por sentido común, los desinfectantes son de uso eficaz y seguro en superficies inertes, pero sobre los más delicados tejidos vivos muchos desinfectantes pueden ser muy dañinos. En cambio, los antisépticos eliminan microorganismos superficiales sobre tejidos vivos (piel intacta, heridas y mucosas), sin ocasionar mayores daños cuando son utilizados en la forma y las concentraciones indicadas. Algunas sustancias, como el jabón y el alcohol isopropílico, según la concentración en la que se utilicen, pueden actuar como desinfectantes y también como antisépticos de uso limitado a ciertas partes del cuerpo. Otros, como el cloro, solo sirven para desinfectar objetos: nunca deben utilizarse para limpiar heridas, ni siquiera aplicarse en las mucosas o la piel intacta. El uso y costumbre nos indica la correcta aplicación de los desinfectantes y antisépticos más comunes, pero además muchos productos vienen etiquetados con las indicaciones y advertencias para prevenir su uso inadecuado. Desinfectantes y antisépticos son tóxicos en mayor o menor medida si son ingeridos, por eso todos estos productos exhiben en su etiquetado la advertencia de mantener fuera del alcance de los niños.
El presidente Trump fue recientemente el hazmerreír del mundo al sugerir, en una rueda de prensa oficial sobre la evolución de la pandemia, la investigación científica del posible uso de desinfectantes inyectados para combatir al coronavirus en el tracto respiratorio humano. Por lo general, no se le ocurre a nadie utilizar cloro o lejía, un excelente desinfectante, para hacer gárgaras, mucho menos aspirar, ingerir o inyectar hipoclorito de sodio en el cuerpo humano, pues es tóxico aun en pequeñas cantidades.
La metida de pata de Trump con respecto al uso de desinfectantes y antisépticos viricidas es indicativa del pandemonio que ha surgido con informaciones cruzadas sobre cómo mejor utilizar estas conocidas armas en la batalla contra la propagación del novel coronavirus. Hemos visto el gran afán en algunos sitios por higienizar las calles y espacios con masivas aspersiones de desinfectantes, desplegando grandes recursos en equipos y personal, y la República Dominicana no ha sido ajena a la “fumigación” masiva con desinfectantes. La fumigación con desinfectantes en espacios públicos abiertos ha provocado el reciente llamado de la Organización Mundial de la Salud a dejar la histeria y utilizar el sentido común para desistir de los operativos que se vienen produciendo en muchos países, porque:
No se recomienda el rociado o la fumigación de espacios exteriores, como calles o mercados, para matar (sic) al virus causante de la COVID-19 u otros patógenos, pues la acción del desinfectante se ve anulada por la suciedad.
Ni siquiera en ausencia de materias orgánicas, es poco probable que el rociado químico cubra correctamente todas las superficies durante el tiempo de contacto necesario para desactivar a los agentes patógenos.
Además, las calles y las veredas no están consideradas reservorios de infección de la COVID-19, y rociar desinfectante, incluso en el exterior, puede ser peligroso para la salud humana.
Es verdad que en muchos países los operativos con desplazamiento de caravanas de camiones y otros equipos por las calles y mercados buscan tapar la realidad de que no se tiene suficiente capacidad para hacer las pruebas de laboratorio PCR para detectar a los contagiados del coronavirus y no se hace un eficiente rastreo de los contactos de los posibles infectados. Y ante la falta de una vacuna preventiva o cura milagrosa, muchos incautos esperan con ansiedad esos operativos callejeros, pero no deja de ser pan y circo, según la alerta de la OMS de que rociar las calles con desinfectantes es poco eficaz, cuando no peligroso para la salud humana.
En el mismo comunicado, la OMS recomienda en contra de la aspersión de desinfectantes en espacios cerrados. "Si se aplican desinfectantes, conviene hacerlo con un trapo o una toallita con desinfectante", como lo hace toda ama de casa con dos dedos de frente, por razones de economía, eficiencia y seguridad, léase sentido común. La OMS incluso nos recuerda que el contagio del coronavirus por contacto con objetos aparenta ser un riesgo menor, si no hipotético.
Finalmente, la OMS invalida toda la industria de cabinas o túneles para rociar desinfectante a las personas que ingresan a recintos cerrados, aclarando que: "En ningún caso se recomienda rociar a personas con desinfectante, pues podría ser física y psicológicamente peligroso y no reduciría la capacidad de una persona infectada de propagar el virus a través de gotículas o por contacto. Pulverizar cloro u otros productos químicos tóxicos en personas puede causar, recuerda la OMS, irritación en los ojos y en la piel, broncoespasmos y tener efectos gastrointestinales”. Los túneles “descontaminantes” no solo son gastos infructuosos, sino que posiblemente también sean contraproducentes por sus efectos sobre la salud.
Hace ya más de un siglo, un extraordinario médico y maestro pregonaba con clarividencia: "Agua y jabón, y el sentido común, son los mejores desinfectantes.” Hoy, más que nunca, añoramos la sabiduría de Sir William Osler.