Ni hablarse de los méritos literarios e investigativos del autodidacta Juan Bosch, uno de los cuales es precisamente el de no tener academia que lo frenara, de sus celos y recelos éticos, sus aportes al conocimiento de la sociedad dominicana y el Estado.

Como tampoco del hecho de habérselas ingeniado para plantear en su “Composición Social Dominicana” una clase social que no existe, según reputados historiadores que ahora no vienen al caso. Lo que importa es que era didáctico, exigente, metódico, estudioso y disciplinado.

Pero también importa el hecho que, a demanda de Joaquín Balaguer, se declaró marxista, probablemente arrepentido de creer en una democracia que lo echó del gobierno y que estaba diseñada para una elite religiosa, militar y económica manejada desde fuera con intereses muy localizados y con hambre de apoderarse de los bienes del Estado.

Importa el hecho de que Carlos Marx era lo menos didáctico que se pueda imaginar en un científico social de su estatura. El Capital (Das Kapital, en alemán) analiza concienzudamente la economía y el trabajo asalariado, sus miserias, sus contradicciones, sus fundamentos y su expresión orgánica desde una visión socialista humanista que ve en la explotación humana los desgarramientos y dolores que  arrastra en su decurso.

Tenemos ahí a un Bosch didáctico que sigue a un filosofo que no lo es en absoluto, salvo en el Manifiesto Comunista, realizado en común con Frederick Engel, su amigo entrañable. Ello no le desmerita pero resulta curioso.

Marx tuvo unos cuantos dislates que no lo disminuyen: no apreció la épica liberadora de Bolívar, predijo que el socialismo comenzaría en los países desarrollados-materia que está pendiente- y mintió acerca del apoyo de los trabajadores ingleses a la independencia norteamericana.

Lo que Marx plantea en Das Kapital es para estudiosos profundos de la economía y de la sociedad, no para los obreros que debían asimilar sus planteamientos de una manera práctica. Sin embargo, esos escollos pueden salvarse y la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es una prueba.

Alguien siempre interpretará los contenidos haciendo a un lado las dificultades. (Marx tuvo unos cuantos dislates que no lo disminuyen: no apreció la épica liberadora de Bolívar, predijo que el socialismo comenzaría en los países desarrollados-materia que está pendiente- y mintió acerca del apoyo de los trabajadores ingleses a la independencia norteamericana. En realidad, revela el filósofo Mario Bunge, los obreros británicos se sentían perjudicados por esta guerra ya que procesaban el algodón esclavista que les llegaba de Estados Unidos).

El fantasma del comunismo que significó el Manifiesto cambió a Europa y gran parte del mundo al impactar con sus ideas diferentes sociedades desde las más avanzadas hasta las medievales.

Trajo la seguridad social, las alianzas de clase, la reducción de las jornadas de trabajo, los horarios de labores, sacó a los niños y las embarazadas de las fabricas altamente explotadoras y produjo innumerables cambios tan solo con su enunciación, al asustar a los poderosos que vieron en peligro sus privilegios, como también, le dio el tiro de gracia final a las monarquías absolutistas que quedaron como muebles de lujo y sin poder real.