2.- El hombre: Único

Una vez que hayamos reflexionado y nos hayamos dado cuenta de nuestra esclavitud, antes de cualquier otro paso debemos saber que somos un ser humano y que como tales tenemos  todos los defectos y las virtudes que nos son propias en cuanto humanos.

Comemos, reímos, cantamos, lloramos, dormimos, hacemos el amor, sentimos envidia, alegría, creemos en Dios, somos ateos, tenemos pasión. Todos esos atributos y muchos más son los que nos hacen humanos, lo que nos colocan en estadio superior de conciencia muy por encima de las demás criaturas del planeta. Pero además tenemos la capacidad de ser uno en la diversidad. Yo soy único y como tal tengo libertad de pensar de acuerdo a mis principios y conceptos. Aceptemos de una vez que un tinte para ponernos el cabello rubio no nos va a dar otra personalidad. La máquina quiere que aceptemos sus mentiras. Como la que un nuevo tipo de  rasuradora va a hacer que todas las mujeres se enamoren de ti. O que una marca de perfume va a lograr que los hombres caigan rendidos a tus pies. O que una toalla sanitaria te va a dar libertad.

Somos  criaturas de la naturaleza, demonio o divino, pero somos importantes para nosotros y para quienes nos  rodean y ningún artilugio técnico por avanzado, bonito, interesante, oloroso, nos va a hacer diferentes. El hombre libre, sin necesidad de artilugios técnicos ni afrodisiacos maravillosos ni costosos tratamientos para el pelo, marca su diferencia.

“La hormiga era un trabajador más industrioso que el hombre primitivo y tenía una organización social más articulada; pero ninguna otra criatura tuvo la capacidad que tiene el hombre para crear, a su propia imagen, un mundo simbólico que refleja oscuramente, a la vez que trasciende, su propio entorno. Comenzando por el conocimiento de sí mismo, el hombre inició el largo proceso de ampliar los límites del universo y dar al mudo espectáculo cósmico el atributo que le faltaba: un conocimiento de hacia dónde ha estado marchando durante miles de millones de años.” Lewis Mumford

Creo que al final de todo somos más espíritu que carne. Es más estoy casi seguro que somos 100 % espíritu, el cuerpo, la carne que poseemos es solo un medio usado por natura para expresar lo que somos. En ese sentido yo soy lo que me sienta por dentro. No soy mi pelo, ni mis uñas, ni el color de mis ojos, ni mi panza crecida, todo eso es azar, genética pura. Pero mucho menos soy los zapatos que calce, el celular que use ni la marca de auto que tenga, eso es comercio.

Nuestra sociedad premia, valora, estimula, la riqueza material por encima de la espiritual. Así la gente admira más la colección de autos del boxeador Floyd Mayweather que a Simon el estilista. Desde que tenemos uso de razón se nos traza la pauta del éxito: “Debes ser un gran profesional, un hombre de éxito”. “Quiero que mi hija sea una gran artista”. Bueno si lo logran bienvenido sea. Pero he visto padres partirse el espinazo para que sus hijos tengan lo ellos no tuvieron. Pero al referirse a eso solo lo hacen a lo material, se olvidan de que a lo mejor sus padres le dieron, de lo que tenían, lo mejor de ellos, le dieron amor, un amor que no estaba envuelto en celofán material, que no se reflejaba en colegios caros ni en costosos aparatos de juegos, se basaba en el deber de padre y en el estar ahí en el momento indicado.

El ser espiritual debe prevalecer siempre sobre el ser material como condición única para alcanzar esa felicidad, esa panacea, ese estado de gracia perpetua que hemos confundido con la consecución de artilugios materiales. Un espíritu rico, un espíritu autosuficiente siempre estará por encima de las apetencias materiales por lo que tendrá un alto porcentaje de posibilidad de alcanzar, al menos conocer bien de cerca el rostro de la felicidad. La riqueza espiritual te permite necesitar menos, ser más feliz con poco. El hombre que logra en su vida incrementar su riqueza espiritual por encima de las apetencias materiales vivirá mejores años que un hombre esclavo de las posesiones materiales.

Es posible que muchos consideren que nosotros propugnamos por una existencia miserable, vivir en andrajos por la calle con el rostro feliz. No. De ninguna manera, aspiramos a que los seres humanos vivan una vida digna donde sus necesidades estén cubiertas. A lo que nos oponemos es al culto al lujo y a la opulencia y al sacrificar lo poco que se nos da de vida en la búsqueda de objetos materiales, porque es una búsqueda sin fin ya que siempre los fabricantes de juguetes tendrán la inventiva suficiente para crear artefactos novedosos en comparación con el que ya tienes y tú, al ver que se han creado objetos mejores  que el que ya posees solo sentirás que tu existencia es miserable no apreciando las virtudes del que ya has logrado obtener.

Quiero aclarar que la espiritualidad a la que me refiero no tiene nada que ver con religión. La religión es otro tipo de esclavitud que en su momento trataré. Acá solo quiero dejar por sentado que eso, que se ha dado en llamar alma, espíritu, ese yo interior de cada uno, ese es nuestro verdadero ser. Se debe todos los días del mundo hacer crecer ese yo interior, esa persona que somos, eso es lo que nos dará la fortaleza necesaria para enfrentar los aciagos días de destrucción y locura que estamos viviendo.