A MÍ no me interesaba Paul Ryan, el hombre que está a punto de ser nominado por el partido republicano para el cargo de vicepresidente, hasta que apareció el nombre de Ayn Rand.

Ayn Rand ‒se dijo‒ fue una de las inspiradoras principales de su filosofía particular. Dado que Ryan está siendo presentado, no como un político corriente, del montón como Mitt Romney, sino como un profundo pensador político y económico, la fuente de inspiración merece un escrutinio.

COMO PARA la mayoría de la gente en este país (Israel), Ayn Rand primero entró en mi vida como la autora de The Fountainhead (El manantial), una novela que se publicó cuatro años antes del nacimiento del Estado de Israel. Se convirtió rápidamente en un éxito de ventas. La película basada en ella, con Gary Cooper en el papel principal, fue aún más popular.

Es la historia de un arquitecto genial (más o menos similar a Frank Lloyd Wright) que sigue su propio estilo individual y desprecia los gustos de las masas. Cuando su diseño arquitectónico para un proyecto de vivienda fue alterado por los constructores, voló en pedazos los edificios, y defendió sus acciones ante un tribunal en un conmovedor discurso a favor del individualismo.

(Una revelación sincera: Muchas veces he soñado con hacer lo mismo con algunos edificios en Tel Aviv, en especial, los hoteles de lujo construidos entre mi casa y el mar.)

Empecé a leer su segundo éxito de ventas, Atlas Shrugged (Atlas se desentendió), en la cual expuso su filosofía en detalle. Pero debo confesar, para mi vergüenza eterna, que nunca lo terminé. Me aburría.

UN DÍA de 1974, mi amigo Dan Ben-Amotz me llamó y me pidió que de inmediato me reuniera con un joven genio que él había descubierto llamado Dr. Moshe Kroy.

Ben-Amotz era un personaje por sí mismo. Tenía mi edad y era entonces el humorista más conspicuo de Israel, un icono de la generación que luchó en la guerra de 1948 y creó la nueva cultura hebrea. Ben-Amotz, al igual que muchos de nosotros, no sólo era un hombre que se hizo a sí mismo, sino que también se autoinventó. Era conocido como el último sabra (la persona nacida en Israel). Mucho más tarde se supo que en realidad había nacido en Polonia, llegó a Palestina siendo niño y adoptó un nombre que suena muy hebreo para reemplazar su nombre original: Moshe Tehilimzeigger (“recitador de los salmos” en yiddish).

Trajo a Kroy a mi casa y me quedé impresionado. Tenía ante mí un inusual erudito de 24 años de edad, ya profesor de la Universidad de Tel Aviv, con gafas gruesas y puntos de vista filosóficos muy abiertos.

Al parecer, Kroy era un verdadero creyente en las enseñanzas de Ayn Rand, lo que ella llamó “objetivismo”. Proclamaba que el egoísmo era el deber fundamental de todo ser humano. Cualquier tipo de compromiso social era un pecado contra la naturaleza. Sólo sirviendo a sus propios intereses y limpiando cualquier rastro de altruismo puede una persona realizarse plenamente. La sociedad en general puede avanzar sólo cuando se basa en individuos así, cada uno tratando de servirse sólo a sí mismo (o ella misma).

Esta visión puede ser sumamente atractiva para un cierto tipo de personas. Les proporciona una justificación filosófica para el ejercicio extremo del egoísmo, sin que les importe nadie más.

Kroy, y por supuesto Ben-Amotz, se dedicaron religiosamente a este nuevo credo. (Esto es, por supuesto, una paradoja, ya que Ayn Rand era una incrédula total, que condenaba cualquier forma de religión, incluyendo la religión judía de sus padres.) Cuando yo sorprendí a Ben-Amotz haciendo algo que podría interpretarse como beneficioso para los demás, él hizo todo lo posible para justificar que, a la larga, era ventajoso para él.

Kroy mismo era, obviamente, un ser muy perturbado. A los 41 años, se suicidó. Yo no estaba muy seguro de si Ayn Rand lo había perturbado a él, o si él se sentía atraído por ella porque estaba perturbado mentalmente desde el principio.

EL NOMBRE original de Ayn Rand era Alisa Rosenbaum Zinovievna; nació en San Petersburgo, que más tarde se convirtió en Petrogrado, y que después en Leningrado. Tenía 12 años cuando la revolución bolchevique se desató en esa ciudad. La farmacia de sus padres fue tomada por el régimen, y la familia burguesa huyó a la península de Crimea, que mantenían las fuerzas rusas blancas. Más tarde, Alisa regresó a su ciudad natal, donde estudió filosofía e incluso publicó un libro en ruso. En 1926 llegó a los Estados Unidos, habiendo dejado atrás a sus padres.

Adoptó el nombre de Ayn (rima con “porcina”, como ella misma solía explicar). Probablemente, tomó la palabra del hebreo, que significa “ojo”. El apellido Rand puede ser una contracción del nombre original de su familia judía alemana.

Su historia temprana puede explicar, en cierta medida, su odio permanente al comunismo y cualquier variante de colectivismo, incluida la social democracia, así como cualquier tipo de religión o de estatalismo. Para ella, el Estado era el enemigo de la libertad individual. Esto la llevó, naturalmente, a abrazar un desenfrenado capitalismo laissez faire (lo que Shimon Peres llamó “capitalismo porcino”) y a rechazar cualquier forma de asistencialismo o red de seguridad.

Todo esto está bien estructurado en su filosofía, la cual fue adoptada por creyentes de todo el mundo. Una vez ella se hizo llamar “el pensador vivo más creativo”. En otra ocasión, afirmó que en todos los anales de la filosofía sólo había tres grandes pensadores, y todos comienzan con la letra “A”: Aristóteles, Tomás de Aquino y Ayn Rand.

También debió de ser una racista abierta: durante la guerra de Yom Kippur, en 1973, dijo que era de “hombres civilizados que luchan contra salvajes”, comparando a los israelíes con los estadounidenses blancos peleando contra los pieles rojas.

No es de extrañar que después de su muerte se convirtiera en la favorita de los fanáticos del Tea Party, que ahora dominan el Partido Republicano. Y no es de extrañar que Paul Ryan la cite con orgullo como uno de sus mentores más importantes. (Ayn Rand murió en 1982 a los 77 años. En su entierro estuvo acompañada por sus devotos, incluyendo a Alan Greenspan, uno de los sepultureros de la economía de los EE.UU.).

Hay algo en las enseñanzas de esta predicadora rusa blanca judía del egoísmo extremo que apela a los mitos primitivos estadounidenses de fuerte individualismo, la autosuficiencia del pistolero del “Wild West”, la sospecha de la hambrienta dominación estatal (que se remonta al rey Jorge III). ¡Pero este no es el siglo XVIII, por el amor de Dios!

Nunca estudié filosofía, aunque en mi camino he recogido una docena de libros por aquí y por allá. Sin embargo, las teorías Ayn Rand siempre me parecieron, digamos, juveniles.

Hay una imagen en mi mente. El ya fallecido escritor israelí Pinchas Sadeh describe cómo una vez, cuando era adolescente, se había subido a una escalera en la biblioteca de su kibbutz, había sacado un libro de Nietzsche y se quedó allí, en lo alto de la escalera, durante varias horas, sin poder parar la lectura. Era, supongo, Así habló Zaratustra, un libro peligroso para los jóvenes. Este libro también tuvo un gran impacto en Ayn Rand en sus años juveniles.

Nietzsche castiga la “moralidad de la piedad judía”, que ha infectado a las adorables “bestias rubias”. La compasión por los débiles es un pecado, porque embota la capacidad de los fuertes, los que en están en el camino de convertirse en superhombres. ¿Qué joven no se ve a sí mismo como un superhombre potencial o, supongo, una supermujer?

Cuando Dan Ben-Amotz trató de convencerme del “egoísmo racional” de Ayn Rand, me respondió con un argumento simple: cuando fui herido en 1948 y terminé tendido, completamente expuesto al fuego enemigo, cuatro soldados de mi pelotón se acercaron y me rescataron, arriesgando sus vidas. Su egoísmo les debe haber dicho que esto era una cosa muy tonta: arriesgar su posesión más preciada ‒su propia vida‒- por otro ser humano era algo inexcusable, según Ayn Rand. No tenían nada que ganar con ello. Y podían perderlo todo.

En mi vida he sido testigo de innumerables actos de altruismo, grandes y pequeños. Y en realidad, ¿qué es el amor, el verdadero amor, sino una forma pura de altruismo?

Por supuesto, cada persona es, en cierta medida, un egoísta. Pero cada persona es también, en cierta medida, un altruista. Los seres humanos son animales sociales, sus instintos sociales están profundamente arraigados en su naturaleza. Sin ellos, la sociedad humana no podría funcionar.

YO TAMBIÉN fui capturado por Nietzsche en mi juventud. Sin embargo, “la moralidad de la piedad judía” ganó. Es por eso que yo, como muchos israelíes, no puedo siquiera comenzar a comprender las actitudes sociales estadounidenses, como ilustra, una vez más, la actual campaña electoral.

Para nosotros es evidente que el Estado tiene el deber de ayudar a los enfermos, los ancianos, los niños, los discapacitados y los desfavorecidos. Un antiguo refrán dice que “Israel (es decir, todos los judíos) son responsables unos de otros”. Mucho antes de que el Estado de Israel naciera ya tenía un fuerte sistema de seguro de salud y servicios sociales. El seguro social, instituido en Alemania por el político derechista Otto von Bismarck en los tiempos de Nietzsche, es algo obvio para nosotros los israelíes.

Benjamín Netanyahu es un republicano al estilo estadounidense, un firme partidario de Mitt Romney. Le ha hecho un daño incalculable a la red social israelí, como ministro de Hacienda y como primer ministro. Pero ni siquiera él se anuncia como un discípulo de Ayn Rand. Sin embargo, tiene algo en común con Paul Ryan: ambos son respaldados y financiados por Sheldon Adelson.

No puedo pensar en nadie que sea una más pura personificación de la visión de Ayn Rand que este multimillonario de casinos. Ella lo habría adorado. Es el egoísta perfecto. Se ha convertido en súper rico explotando la lamentable adicción de seres humanos débiles. Sus prácticas de negocios han sido cuestionadas. Sin embargo, incluso aquí hay cierto margen para la duda: ¿gasta Adelson cientos de millones en personas como Romney, Ryan y Netanyahu sólo para promover sus propios intereses comerciales? ¿O incluso detectamos aquí un rastro de altruismo, el deseo de cumplir sus visiones nacionales y sociales, tan objetables, como pudieran ser?

PUESTO QUE Ayn Rand era atea y aborrecía todo lo que no fuera puramente racional, y mientras que el Tea Party es estrictamente religioso (no importa qué religión), Ryan está obligado a distanciarse de su mentora, quien también era una militante partidaria del aborto.

En realidad, yo no creo ni en la capacidad intelectual ni en la honestidad política de este hombre. A mí me parece un poco falso. Tampoco estoy seguro de que a Ayn Rand le hubiera gustado. Y si Gary Cooper pudiera interpretarlo, quizás podría ser más convincente.