¿QUIÉN GANARÁ las elecciones presidenciales en Estados Unidos?

Lo sé muy bien. No hay necesidad de preguntarle a las encuestas de opinión pública, el equivalente moderno de los intérpretes romanos de las entrañas de los animales y los lectores más modernos de los posos del café. Las encuestas no son más exactas.

El ganador será el PMM −el Partido del Mal Menor. O, en este caso, el Candidato del Mal Menor.

La gente no votará POR alguien, sino CONTRA alguien. Contra el mal más grande.

Este es un fenómeno mundial. En casi todos los países democráticos, el Mal Menor gana.

DESDE LA fundación del Estado de Israel en 1948, hemos tenido 20 elecciones para el parlamento. El parlamento (Knesset) elegía entonces al Gobierno.

En cinco de estas elecciones voté por mí −en tres de ellas voté por un partido al que dirigí, en una a un partido al que pertenecí, y en una por una lista en la que ocupé el honrado 120 lugar.

En todas las demás 15 elecciones he votado a favor del PMM, el partido que consideré el mal menor.

No por un partido que amaba. Ni por un partido que admiraba. Ni por un partido que considerara bueno. Ese partido no existía. Así que acabé por votar por un partido que creía que haría el menor daño al Estado y al objetivo que considero primordial: la paz con el pueblo palestino y con todo el mundo árabe y musulmán.

El proceso de selección es bastante simple. Usted pone frente a usted los nombres de todas las listas de partidos: generalmente, en Israel son entre 10 y 20. Entonces, elimina lo peor. Y así sucesivamente, hasta que sólo queda uno.

Está claro esto no suena muy emocionante. Usted no sale de la mesa electoral en un estado de ánimo como para bailar en la calle. Pero usted cumple con su deber cívico de una manera sensata. Usted es un ciudadano responsable.

USTED PUEDE, por supuesto, decidir no votar en absoluto. Usted se dice que son todos iguales, que son todos malos, que una persona justa como usted mismo no puede votar conscientemente por ninguno de ellos.

En la práctica, esa es una decisión muy mala. Si no vota por el mal menor, efectivamente votará por el mal más popular.

Lo mismo ocurre en el sistema de Estados Unidos. Votar por un tercer candidato, alguien que no tiene posibilidades de ganar, por agradable que sea, es malo. Le deja una buena sensación,  pero en realidad significa desperdiciar su valioso voto. Es −si me disculpa−- una especie de onanismo político.

SOBRE LOS sistemas. Siempre he sido un valiente defensor del sistema israelí de representación proporcional. Los ciudadanos votan por una lista de partidos. Francamente, me beneficié de ello, ya que ninguna de las listas que he dirigido logró más del 2 %. En ese momento, el umbral era del 1%.

Sin embargo, mirando el sistema ahora en retrospectiva, ya no estoy tan seguro. Tiende a llenar el Knesset de nulidades. En la práctica, el partido “Fuehrer” nombra a todos los candidatos que aparecen en la lista, y las llena de personas con las que puede confiar incondicionalmente.

El practicante más consistente de esto es Avigdor Lieberman, que en cada elección despide a todos los miembros del Knesset de su partido "Israel es nuestro Hogar", y llena la lista con nuevas personas, que por supuesto son totalmente dependientes de él. En los dos partidos más grandes hay elecciones primarias, pero el resultado es similar.

Este sistema ha degenerado hasta el punto sin retorno.

En la práctica, los ciudadanos votan por el líder del partido. Muchos de los otros miembros actuales del Knesset invierten su tiempo en frenéticos esfuerzos para atraer la atención del público cada vez con “iniciativas” más monstruosas. Ellos son responsables ante nadie más que su líder del partido.

Ahora prefiero el sistema británico. Allí el país está dividido en distritos electorales; cada distrito elige a un miembro del Parlamento. El MP sigue siendo responsable ante los votantes de su distrito. Él o ella deben satisfacer sus expectativas para ser elegido nuevamente.

Es cierto que este sistema también tiene una gran culpa: el ganador se lleva todo; todos los votos dados a otros candidatos se pierden. El 45% de los votantes o más puede permanecer sin representación.

VOLVAMOS A los bienaventurados Estados Unidos. Allí el sistema electoral es muy diferente.

Los electores eligen indirectamente a un Presidente −el heredero del monarca absoluto británico que gobernó el país antes de la fundación de la república. Los presidentes estadounidenses tienen poderes inmensos. Todos los demás presidentes democráticos y los primeros ministros de todo el mundo pudieran envidiarlos.

En estas elecciones, sólo hay dos candidatos reales. Los votantes estadounidenses tienen que elegir entre ellos. Todo lo demás es una tontería.

En estas elecciones, ninguno de los dos candidatos resulta muy atractivo. Los estadounidenses podían adorar a Abraham Lincoln, admirar a Franklin Delano Roosevelt, amar a John Kennedy y a su esposa. Los candidatos actuales no suscitan tales sentimientos.

Por eso, para la mayoría de los ciudadanos razonables es una cuestión del mal menor. Si ambos son malos, ¿quién es el peor?

Para mí, un ciudadano de otro país, no hay absolutamente ninguna duda

En primer lugar, independientemente de las consideraciones de carácter, está la cuestión de la experiencia. Me pregunto si alguna vez ha habido un candidato a la presidencia que nunca, nunca, haya ocupado cargos públicos. No como vicepresidente, ni como gobernador, ni como senador o representante, ni como recogedor de perros.

La política es una profesión. No muy bonita, por supuesto, pero una profesión no obstante. Uno aprende cómo hacer las cosas. Cómo lograr los objetivos. Cómo manipular el sistema para promover sus ideales. La idea de que uno puede saltar en pocos minutos de ser un ciudadano privado, por muy exitoso que sea, a ser el estadista más poderoso del mundo es absurda.

Sí, la mala experiencia es mejor que ninguna experiencia. De la mala experiencia uno puede aprender, extraer lecciones. De nada no se puede aprender nada.

Después de dejar esto claro, podemos tratar de analizar a los candidatos.

Hillary Clinton no rezuma encanto por cada poro. No estoy seguro de que me gustaría sentarme a su lado en una mesa a cenar. Pero es competente. Ella tiene más experiencia previa que la mayoría de los candidatos de la historia. Ella es más o menos un político normal. Suficientemente bueno.

Este asunto del correo electrónico me parece enormemente exagerado. Claro, fue una estupidez. Pero no hay posibilidad de que lo repita. La obsesión del público estadounidense con este tema me parece extraña. Entiendo el comportamiento del director del FBI. Estas personas casi siempre pertenecen a la extrema derecha.

DURANTE SIGLOS los judíos han preguntado después de cada discusión: “¿Pero es bueno para los judíos?”. Hoy en día, los israelíes pueden formular una pregunta similar: “¿Es bueno para Israel?”.

Bueno, depende de lo que creas que es bueno para Israel: ¿El apoyo incondicional a un gobierno israelí que nos está llevando hacia el suicidio nacional o un apoyo a la paz entre Israel y los palestinos, como creemos mis amigos y yo?

Si la primera respuesta es correcta, ambos candidatos son aceptables. Bajo el sistema de elecciones estadounidenses, increíblemente corrupto, ambos necesitan inmensas sumas de dinero para sostener sus campañas electorales. Por alguna razón, los multimillonarios judíos son capaces de donar más que otros.

Trump recibe grandes sumas del dueño del casino judío Sheldon Adelson, quien cuenta a Binjamìn Netanyahu entre sus preciadas posesiones. El periódico más grande de Israel, propiedad de Adelson y distribuido gratuitamente, está enteramente dedicado a la persona de Netanyahu.*

Los cinco principales partidarios multimillonarios de Clinton son judíos. Seguramente seguirá la línea de acción de Barak Obama respecto a la paz en el Oriente Medio (hasta ahora, al menos): abstenerse de cualquier acción; apoyar incondicionalmente al gobierno israelí.

Si esto suena un poco antisemita, eso es porque lo es. Recientemente, cuando le expliqué a un extranjero la sumisión total del Congreso de  EE.UU. al gobierno israelí, exclamó: "¡Pero eso está escrito en los protocolos de los Ancianos de Sión!".

Seguro que lo está. Ese documento desagradable, forjado por la policía secreta del Zar hace más de cien años, habla de una conspiración judía para dominar el mundo mediante el dinero. Ahora los donantes judíos controlan a los dos candidatos a la presidencia del poder mundial.

Por alguna razón, todos estos multimillonarios apoyan la actual política israelí, que creo que nos está llevando al desastre. Por lo tanto, desde este punto de vista, no hay mucha diferencia entre ellos.

PERO A FIN de cuentas, Hillary Clinton me parece un candidato aceptable, si no ideal.

Pero no Donald Trump. Si no existiera, sería imposible imaginárselo.

Sabemos que es un racista, un enemigo de los negros y los latinos, un machista chauvinista, un enemigo de los gais. En general, una persona desagradable.

Parece que no tiene Weltanschauung, ningún conjunto de valores a la vista.

Él es un animador de espectáculos natural. Reconozco que, ya durante semanas, cada vez que tomo el periódico de la mañana en mis manos, lo primero que busco es la última payasada de Trump.

Puede que sea un excelente hombre de negocios. Se afirma en su contra que cayó en bancarrota varias veces. Pero eso puede ser una táctica inteligente de negocios. (Un chiste en yiddish habla de dos judíos que elaboraban un acuerdo de asociación; uno de ellos exige una cláusula: “En caso de quiebra, la ganancia se dividirá a partes iguales”.)

Pero dirigir un negocio es muy diferente que dirigir un país. Y no cualquier país. Las empresas no hacen guerras. Las empresas no tienen armas nucleares.

Trump podría llegar a ser un buen presidente, un innovador pragmático. Pero el riesgo es demasiado enorme. Un voto a favor de Trump puede resultar en una catástrofe mundial, que también nos engulliría.

Por lo tanto, si usted es un ciudadano estadounidense, por favor haga lo decente y vote por el mal menor.

DE ÚLTIMO MINUTO: incluso si no existieran todas estas razones, para mí hay una que triunfa sobre todos los Trumps:

Un ruido.

Un sonido que llevo en mis oídos desde mi niñez en Alemania. El sonido de las multitudes histéricas gritando después de cada frase del líder.

¡NO! ¡Otra vez no!

[*] “Trump profundiza compromiso con Israel”