Desde el magnicidio del expresidente de Haití, hemos procurado analizar el fenómeno partiendo de la propia historia haitiana. En esta ocasión analizaremos cómo Estados Unidos aprovechó un magnicidio para invadir a Haití en 1915 y liego a nosotros en 1916.
Desde mediados del siglo XIX, Washington estaba interesado en Haití y en República Dominicana como posibles centros para proteger sus intereses en el Caribe.
En 1889, el Departamento de Estado intentó conseguir permiso, sin éxito, para establecer una base naval en el noroeste de Haití. Pero el magnicidio del presidente Vilbrun Guillaume Sam le concedió la excusa que buscaban.
El escenario para el magnicidio era muy parecido al que se vivía en Haití cuando se produjo la muerte del presidente Moïse.
Cuando Sam llegó a la presidencia de Haití en febrero de 1915 se convirtió en el séptimo mandatario en ocupar el poder en cuatro años. De hecho ninguno de los cinco gobernantes anteriores alcanzó un año entero en la presidencia.
Haití estaba sumido en una constante inestabilidad, en la cual el propio Sam había jugado un papel fundamental. Él había participado en el derrocamiento de tres de sus antecesores: Cincinnatus Leconte, Oreste Zamor y Joseph Davilmar Théodore.
El alzamiento contra Théodore fue impulsado por el descontento contra el mandatario que había incumplido con pagarle a las milicias armadas de Haití.
Algo parecido sucedió con Moïse que por la crisis, descuidó el pago de policías y militares. Estos estamentos son fundamentales para preservar la paz en un país y evitar golpes de estado.
Esas fuerzas montaron un bloqueo brutal en la capital del país, para exigir la renuncia de Théodore. Uno de los métodos contra Jovenel era bloquear las ciudades principales impidiendo a los campesinos trasladar sus productos al mercado.
La ciudad había estado prácticamente sin comida y sin agua durante los últimos tres días y los revolucionarios detuvieron el ingreso de todos los alimentos. Cortaron el suministro de agua, y manteniendo esa situación la renuncia del presidente Théodore.
Théodore aceptó renunciar y se marchó en un barco rumbo a Curaçao y Sam fue inmediatamente reconocido como nuevo presidente. Su mandato duró unos cinco meses porque después de su llegada al poder, la inestabilidad política comenzó a hacerse sentir de nuevo.
Rosalvo Bobo, un exministro del gobierno de Théodore exiliado en nuestro país, llamó a la insurrección de los haitianos en contra del gobierno de Sam. El presidente, al igual que Moïse, puso en marcha una fuerte ola represiva, pero no logró evitar los alzamientos.
Al final el gobierno de Sam no fue capaz de contenerlas las insurrecciones. El 27 de julio, los alzados contra el gobierno tomaron por sorpresa Puerto Príncipe, controlando parte de la ciudad y el palacio. Sam consiguió refugiarse en la embajada de Francia.
Ese día, Sam ordenó la ejecución de 160 presos políticos, entre los cuales se encontraba el expresidente Oreste Zamor.
Esa decisión enfureció la muchedumbre e irrumpió a la fuerza en la embajada de Francia, asesinando a Sam.
La revuelta y el asesinato de Sam generaron una rápida respuesta de las fuerzas militares de Estados Unidos.
El presidente Wilson envió a los marines con el supuesto objetivo de evitar la anarquía. En realidad lo que buscaba era proteger sus intereses y evitar una posible invasión alemana o de Reino Unido.
Ese desembarco “improvisado” y de “emergencia” terminó siendo una larga ocupación que se extendió por 34 años. Y de paso nos invadieron a nosotros en 1916 por unos 8 años, pero esa es otra historia.