La semana pasada escribí cómo el magnicidio del presidente Sam en Haití sirvió de excusa para que Estados Unidos interviniera ese país. Siempre que ocurre algún de tragedia en el país vecino es aprovechado por la mal llamada “comunidad internacional” para hacer crecer sus tentáculos en ese país.
Si hoy el presidente de Haití ha sido asesinado, una práctica que se creía superada en ese país, es precisamente por el fracaso del trabajo que han hecho las supuestas misiones que en realidad son ocupaciones o intervenciones en Haití.
Entre 1993 y 2015, se han enviado a Haití, nada menos que siete misiones de intervenciones militares, policiales y civiles patrocinadas por las Naciones Unidas con el apoyo de la OEA.
Dadas la falta de alternativa y una percepción sesgada de los desafíos haitianos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas asumió la responsabilidad de, supuestamente, “estabilizar” el país. Incluso la última intervención, se titula Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH).
Haití ha sido históricamente objeto de una atención negativa por parte del sistema internacional. Percibido como amenaza, es el uso de la fuerza lo que define las relaciones del mundo con Haití, jamás el diálogo.
Todos estos supuestos aliados buscan alcanzar un único objetivo: congelar el poder y transformar a los haitianos en prisioneros de su propia isla.
También es víctima de la acción de ciertas organizaciones no Gubernamentales de Alcance Transnacional (ONGAT), pues existe una relación perversa entre las fuerzas de estas y la debilidad del estado haitiano.
La mayoría de ellas solo existen a causa de la desgracia haitiana. Víctima igualmente de la caridad ajena, que pasa a constituirse en motor de sus relaciones exteriores. Víctima, en fin, de una élite mercantilista y de una clase política depredadora.
Cuando la tasa del desempleo alcanza el 80% de la fuerza de trabajo disponible es contraproducente e inmoral montar una operación de paz y enviar soldados bajo el falso rótulo de una Misión de Estabilización. No hay nada que pacificar y sí todo por construir.
La pregunta que me hago ¿es posible que después de tantos años de invasión se siga mirando a Haití como un estado fallido? ¿En qué ha consistido el famoso trabajo de esas fuerzas de paz o estabilización? ¿No han podido invertir tiempo en recursos en organizar la institucionalidad en un país que aparentemente le falta todo?
Quien conoce la historia de Haití sabrá que ha estado plagada de muchísimos eventos de esta naturaleza desde sus inicios como nación, pero que ocurra en pleno siglo XXI, después de tantas invasiones es simplemente intolerable y cuestiona el papel que jugado por la mal llamada Comunidad Internacional.