Cualquier teoría ausente de una investigación científica que la valide, corre el riesgo de quedarse en especulación o de convertirse en leyenda. Sin comprobaciones metódicas, es difícil avistar la realidad de cualquier fenómeno. Cada teoría nace rodeada de variables interpretativas, subjetividades, prejuicios, e incógnitas a despejar. Lo mismo sucede cuando intentamos entender el feminicidio. Hoy día, ningún experto se atrevería a pontificar sobre las causas específicas que llevan a los hombres a matar mujeres. Por eso es aventurado y simple insistir en que el machismo explica gran parte de esa tragedia.
Conscientes de que exhibimos una de las tasas de feminicidio más altas del mundo, es urgente que nos dediquemos a estudiar objetivamente lo que sucede. De lo contrario, seguiremos especulando. Al detenemos a observar cuan complejo es el fenómeno, comprenderemos lo lejos que estamos de esclarecerlo. Hasta ahora, acogemos unos cuantos postulados, construidos mayormente sobre la piedra angular del machismo, aplicamos conclusiones de brillantes analistas, o doctrinas de algunos colectivos que, por cierto, hacen un servicio extraordinario a esta sociedad, colocando esa aberración en la picota y disparando el botón de alarma.
La República Dominicana ocupa el tercero, a veces el segundo, lugar en tasa de asesinatos femeninos en la región. Encabezan El Salvador, Guatemala y Colombia. De acuerdo con un proyecto de investigación del “Instituto de Altos Estudios de Ginebra”, citado por la ONU, más de la mitad de los 25 países con mayores tasas de feminicidios están en Iberoamérica y el Caribe. En Europa, llama la atención que en el tope de la lista están países como Austria y Finlandia; y por debajo de ellos Italia, España y Portugal. Con las menores tasas aparece Irlanda. Ante el impactante descubrimiento de que Finlandia se lleva la medalla de bronce en la sangrienta olimpíada, los investigadores sociales ahora estudian lo que llaman “la paradoja nórdica”.
Frente a estas estadísticas, cuidadosamente obtenidas, surgen más incógnitas que clarificaciones. Esos números contradicen postulados y añaden otros. Por eso no disponemos de conclusiones, ni debemos atrevernos a presentarlas.
En El Salvador, Honduras, Guatemala, y México, el crimen contra la mujer tiene, entre otras razones, relación con el narcotráfico, la guerra entre pandillas, la convivencia al interior de esas pandillas, y, algo que solemos olvidar: la trata de blancas, un negocio amplio y multimillonario en Centroamérica y el Caribe, donde muchas mujeres pierden la vida. Ninguna de esas causales tendría gran significado entre nosotros, aunque compartamos algunas otras.
Finlandia es uno de los países donde la igualdad de género es incontrovertible, es una nación poco machista; gente educada y civilizada, de instituciones sólidas y políticos serios. Sin embargo, la mujer muere frecuentemente en manos de su pareja. Por otro lado, Inglaterra y Alemania superan a Italia y a España (aunque el español y el italiano exhiban tres cojones y sean tan machotes como nosotros). Obviamente, esta “paradoja nórdica” descarta al machismo como causa principal, y deja al descubierto el problema del alcoholismo: la alta tasa de consumo de alcohol en Finlandia está implicada: tanto ejecutores como víctimas se encontraban en estado de embriaguez durante el crimen.
Siguen las incógnitas a despejar: si el alcohol fuera el promotor por excelencia, ¿a qué se debe entonces que Irlanda, donde el alcoholismo es rampante, mantenga números bajísimos de feminicidios? ¿Es que el alcohol promueve la muerte en unas partes del mundo y en otras no? ¿Puede la agresión machista manifestarse en unas latitudes y ser neutralizada en otras? El machismo es una tendencia caracterológica multicausal, se expresa de diferentes maneras: ¡hasta existe el “machismo femenino” !, sin duda, una actitud psicológica predominante entre nuestros varones, que predispone, pero no explica esos crímenes.
Insisto. El asunto es complejo, y hasta el momento no tiene una respuesta definitiva. Por eso, el imperativo de estudiar metódicamente cada hombre que mata, mujer que muere, sus orígenes, medio ambiente, historia familiar, el alcohol o la droga que consumen, el maltrato en la familia de origen, el trauma de la pobreza, y etc. Debemos despejar científicamente las variables envueltas en esta tragedia social, controlar “variables de confusión”, y apartar prejuicios individuales y doctrinarios. De no hacerlo, seguiremos especulando sin poder hacerle frente al problema de manera racional. Entiendo que se necesita voluntad política, académica y comunitaria para llevar a cabo investigaciones precisas; aunque supongo que ya nuestros sociólogos y psicólogos habrán emprendido esa tarea.
Concluidos los trabajos de investigación intuyo – no afirmo – que junto al machismo se habrán de encontrar alcohol, drogas, pobreza, desorganización y abuso intrafamiliar, madres solteras, desempleo, ignorancia; y hasta bajos coeficientes intelectuales. Y otros penosos detalles, como que en las escuelas se baila “el perrito” y la carencia de moral oficial. Entonces, cuando pacientemente se arme el rompecabezas, sabremos por fin donde clavarle la daga al monstruo.