Cuando uno se casa para fundar una familia propia, no se rompen los vínculos fraternales y sentimentales que lo atan permanente e indisolublemente a sus fuentes primigenias. El cariño recibido, las vivencias de años bajo el techo que te cobijó, los momentos compartidos y las enseñanzas aprendidas, los llevamos siempre estampados en nuestras vidas como tatuajes del alma.

Por eso, la sola perspectiva del regreso a casa nos transporta de gozo a tiempos donde la vida tenía el color de la inocencia, donde las “verdades” no eran tan mentirosas como las de ahora. La vuelta a la casa paterna nos hace revivir un pasado que nos reconecta con la esencia de lo que somos, con un ayer donde quizás la vida fue mejor en términos de autenticidad y solidaridad humanas.

Pero nada es más penoso si al regresar encuentras maltrecha y deslucida la casa donde están sembradas las raíces de tu vida. Las ganas de ayudar a recomponerla es algo que no se puede evitar, como si fuese un mandato del deber, la nostalgia y la conciencia.

Solo si me siento movido por el llamado profundo de la patria en peligro,agredida por un grupo que parasita del poder, y que para librarnos de éste necesitamos volver a nuestras viejas trincheras partidistas con una visión  superior del  sentido nacional

Yo también tuve una casa paterna ideológica que a ratos me llama para encontrarme con los orígenes de mis caminos partidarios, con el espacio donde se cobijaron mis primeros sueños libertarios. Allí sé que si vuelvo será no para recibir sino para disfrutar la felicidad del dar, de dar mi esfuerzo, trabajo y sacrificio para que esa casa de mi pasado y de mi presente, vuelva a  ser el refugio de nuestras ilusiones y vuelva a tener la brillantez política de  antaño.

Para contribuir a lograr esto, estoy dispuesto a dejar  en el camino jirones de mi vida, siempre que sirva para engrandecer el pensamiento y retomar la lumbrera de un liderazgo ido a destiempo, que el destino nos arrebató en una hora fatal. Allí iría  a izar la bandera de un partido que es del pueblo, y no de nadie en particular, una organización que más que un partido es un sentimiento nacional anclado en lo más profundo de nuestra historia reciente y del alma dominicana.

Allí iría a recoger un  nombreolvidado entre las rebatiñas internas que no hacen honor  a su nombre, para  llevarlo  como bandera ideológica a la victoria de los cambios sociales y la justicia distributiva que predicó en vida. Siempre he pensado que el verdadero lugar de un hombre esta donde la patria lo llama y más lo necesita. Por eso, como hombre salido de las entrañas del pueblo, que siente y piensa como el pueblo, al tomar una decisión como político considero primero si va a beneficiar directamente al pueblo y a la patria a la que me debo.

Solo si me siento movido por el llamado profundo de la patria en peligro,agredida por un grupo que parasita del poder, y que para librarnos de éste necesitamos volver a nuestras viejas trincheras partidistas con una visión  superior del  sentido nacional, solo así creo que vale la pena considerar el regreso. Porque pienso que cada hombre debe perseguir el escenario ideal donde sus facultades, capacidades y talento pueden encontrar mejor terreno para que fructifique la  búsqueda  de la hermandad, del compañerismo,  de la verdad, del bien y la justicia.

Y nada mejor que un terreno abonado por la lucha, la sangre y el sacrificios de hombres que lo dieron todo para que este país tenga un destino mejor que el que ahora tenemos. Ese partido, que es todo un símbolo nacional de nuestra lucha patriótica, necesita la inspiración de sus viejos robles y la revitalización de sangre nueva para que pueda resurgir como el Ave Fénix. Allí regresaría sacrificando una presidencia para convertirme en un soldado raso de la lucha por la unidad, el rescate de su pasada gloria, de su esencia histórica  y su revaloración como  instrumento del pueblo para lograr el destino diferente que todos nos merecemos.

Sé que el camino del regreso estaría allanado por el afecto cálido de la casa paterna, de sus mujeres y de sus hombres, entre quienes reverdece la esperanza  de la reunificación de la familia que pide la vuelta de todos sus miembros, después de haber sufrido el doloroso parto de la erradicación de la indisciplina, el caos y el desorden donde se atizaron los pleitos y las divisiones.

Desde esa plataforma, impulsaría con más fuerza el saneamiento de la administración pública que todavía en este gobierno no ha logrado sacudirse del todo de elementos cómplices de la corrupción y el latrocinio leonelista y que hoy pasean su impunidad burlona ante nuestros ojos.

A un partido que es historia, patria, añoranza y sentimiento nacional, que late en millones de corazones, no hay que sacarle certificado de defunción, pues quienes merecen el aniquilamiento político son quienes han traicionado los principios boschistas, malversando  los fondos públicos, repartiéndose el país como si fuera un botín;  quieneshan robustecido la funesta practica de cobrar sueldos y prebendas sin desempeñar ningún trabajo; quienes han empeñado el futuro de las actuales y las próximas generaciones con empréstitos impagables, esos si merecen que le cantemos su réquiem.

Por esas tres letras que significan lucha, victorias, epopeyas, historia y esperanza, vale la pena el reencuentro que se avizora en el horizonte.