El tema sobre el liderazgo de la Iglesia católica dominicana ha captado la atención mediática después de la prensa hacerse eco de las declaraciones emitidas en un programa televisivo por el obispo de la Diócesis de Baní, Víctor Masalles, que se expresó en los siguientes términos: “Hay una ausencia de líderes que estén sirviendo como mediadores para poder trabajar en situaciones conflictivas”. Esto fue traducido por los diferentes titulares de los periódicos como “Hay un gran vacío de liderazgo en la Iglesia”.

Cuando se analizan las declaraciones íntegras de Masalles se aprecia que se refiere a la pérdida de liderazgo en un ámbito concreto: “la mediación en conflictos sociales”, mientras los titulares lo generalizan. No es lo mismo que la Iglesia pierda presencia en ciertas esferas de la sociedad a que, como institución, atraviese por un vacío de liderazgo. Pues reducir su liderazgo a un rol de mediadora en un diálogo nacional sería un desconocimiento de la naturaleza y misión de la misma, algo que no se le ocurriría a ningún católico con un mínimo de formación, mucho menos a un obispo.

En esta dirección se debe interpretar la reacción del obispo de la Diócesis de San Francisco de Macorís, monseñor Alfredo de la Cruz, al señalar que el liderazgo de la Iglesia consiste en “el anuncio de la fuerza transformadora del Evangelio” haciendo alusión a la Exhortación Apostólica del papa Francisco Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio) para señalar la misión esencial de la Iglesia en su relación con los pueblos y sus culturas.

En esta misma línea se expresa el arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, monseñor Freddy Bretón, al indicar que el poder de la Iglesia está en el servicio como lo indicó Jesús a sus discípulos: “y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el servidor de todos” (Mateo 20, 27), al tiempo que valoraba como un signo de madurez del liderazgo nacional que sea capaz de ponerse de acuerdo en temas concretos sin la necesidad de la mediación de la Iglesia.

Si bien podemos exculpar a Masalles de que sus declaraciones no hacen referencias a un vacío de liderazgo en la Iglesia como institución, se le debe observar que pierde de vista que el obispo de la Diócesis de la Altagracia, monseñor Jesús Castro, ha jugando un rol de mediador en representación de la Iglesia en momentos cruciales para el país, siendo el más reciente la crisis electoral que se generó a raíz de la suspensión de las elecciones municipales, el 16 de febrero del año 2020. También encabezó el diálogo entre el Gobierno y el Colegio Médico Dominicano en el año 2017. Además, se muestra preocupado por las problemáticas que afectan al país, especialmente a los más pobres.

En ese sentido, considero sensatas las palabras del obispo Castro al responder en un comunicado de prensa escrito sobre la ausencia de la Iglesia en el diálogo nacional, donde apela a la madurez del liderazgo nacional para entender que las circunstancias actuales no están para las confrontaciones, sino para la concertación y que el país nos necesita a todos, mientras reitera que la Iglesia siempre que se le ha requerido mediar ha estado en la disposición.

Es innegable la valía que representaron para la Iglesia y la sociedad dominicana el cardenal López Rodríguez y monseñor Agripino, como los fueron otros obispos y sacerdotes que le precedieron. Cada época histórica tiene sus propias características y tipos de liderazgos. Por ello, disiento de monseñor Masalles “de que exista una ausencia de líderes que estén sirviendo como mediadores”, pues lo que se debería reconocer es que nos encontramos en tiempos distintos y un nuevo liderazgo dentro de la Iglesia impulsado en gran medida por el papa Francisco desde el inicio de su papado, que podría resumirse en las expresiones, “una Iglesia en salida” y “pastores con olor a ovejas”.

Por consiguiente, la preocupación de la jerarquía de la Iglesia se debe centrar en que ésta cumpla su misión en el mundo para que los valores del Evangelio estén presentes en las culturas de los pueblos.