El domingo 16 de febrero en la mañana, el país se estremeció con la noticia de que la JCE había decidido suspender las elecciones en razón de que el sistema de voto “automatizado” no funcionaba a cabalidad. Ese día fui convocado a una urgente reunión con el equipo político del candidato presidencial del PRM, Luis Abinader.

Comprobé una vez más que los momentos difíciles ponen en evidencia cuales dirigentes políticos son sólo tales y cuales de ellos tienen la madera y el temple necesarios para erigirse en líderes de la Nación.

Vi a Luis Abinader asumir el momento con carácter, logrando mantener la cordura y serenidad entre sus colaboradores cercanos. Hablaba por teléfono constantemente discutiendo soluciones y mantuvo frente a los miembros de su equipo el firme criterio de que el interés del país debía primar por encima de todo.

Advirtió reiteradamente que el interés general de la República era un valor superior al interés particular de sus aspiraciones presidenciales, sin ceder una pulgada en la defensa de sus derechos y de los derechos de los miembros del partido.

Se opuso a la suspensión parcial de las elecciones y razonó que la paz y seguridad ciudadana eran objetivos primordiales que había que preservar por sobre todas las cosas. Impartió órdenes sucesivas hasta poner todo en su lugar; repartiendo responsabilidades con amabilidad, pero con el carácter que ameritaba el momento.

Cuando todo parecía tomar el curso deseado, un miembro de su escolta fue objeto de un aparatoso allanamiento en horas de la madrugada del lunes resurgiendo un nuevo momento crítico en su entorno y en el país. El hecho  se  denunció  a la opinión pública y el coronel fue acompañado a presentarse ante sus superiores. Al país le ha surgido un líder. La historia continúa.