Hoy en día es difícil escapar al malestar planetario. Crisis económica global, políticos corruptos, guerras, terrorismo sacuden el planeta. Sin embargo, la República Dominicana estaría hasta mejor colocada que muchos otros países. Nuestro presidente, según una encuesta reciente del Listín Diario, ostenta una aprobación del 80% y está valorado internacionalmente como el segundo líder de América Latina.
Parecería entonces que el librito del presidente le da buenos resultados. Al ser un incunable no se sabe claramente lo que dice, pero no cabe duda que quien esperó, en la sombra, su momento de revancha durante muchos años, ha tenido tiempo para escribir las páginas de su libro y estudiar la idiosincrasia de sus conciudadanos.
En sustancia, se trata de un manual de navegación: cómo navegar sin hacer cambios reales, sin luchar contra la verdadera corrupción, menos contra la impunidad, apostando a futuro. Varios capítulos van dedicados a cómo poner paños tibios y embullar a la gente con algunos misiles para poder proseguir tranquilamente con los capítulos principales.
Así, mientras las organizaciones populares le pasan juicio a la Barrick, se discute sobre las diversas estrategias para actuar en contra de la empresa multinacional y el presidente Correa nos brinda su experiencia minera, se inicia sigilosamente la carretera Cibao-Sur, verdadero atentado contra el Medio Ambiente. Esta obra, si se acaba, será la niña bonita del cuatrienio. Nada de consenso y transparencia para su diseño y entre las opciones posibles; como está prevista en la actualidad, esta vía será la más larga, la más costosa y la más dañina para nuestros acuíferos.
El librito profundiza en cómo no crear incidentes, cómo mantenerse y mantener a los compañeros en sus funciones esperando que se olviden sus malas mañas con el paso del tiempo. Seguir sus párrafos es mantener a viceministros como directores, con el mismo sueldo y hacer otras maromas que no se perciben.
Fomenta las promesas y la siembra de esperanzas, casi individualizadas, a las chocolateras de Imbert, a los lecheros, a los moradores de la Barquita. Es el perfecto manual del paternalismo y del asistencialismo para crear relaciones de tú a tú con los interesados y mantener siempre viva la llama de la esperanza en las comunidades. Son promesas de impacto comunicacional que beneficiarán, en el mejor de los casos, a pequeños sectores de la población reforzando el hecho que somos una isla subdividida en varias islitas de poderes.
Se trata, en fin, de no buscar soluciones de conjunto que serían de mediano y largo plazos, de no propiciar un cambio necesario en las malas prácticas políticas sino de perpetuarlas de manera encubierta, apostando a que todos los ciudadanos somos ignorantes y atrasados y se nos puede entretener con las mismas promesas de siempre.
La apuesta, pues, puede funcionar en un país donde nos acomodamos, donde pensamos en el singular y no en el plural para resolver los problemas que nos agobian como sociedad. La encuesta de la calle es de impotencia y resignación frente a un poder adquisitivo mermado a su más mínima expresión para las grandes mayorías, apagones, inseguridad y violencia por doquier.
Sin embargo, de la olla de presión producto de la desigualdad, se escapa cada vez más vapor: en el primer trimestre del año se registraron 178 protestas, o sea un promedio de dos por día, que culminaron en las últimas manifestaciones con los lamentables disparos mortales en la UASD y el pronunciamiento vengativo del Jefe de la Policía.