¡Cuidado con lo que dice; cómo lo dice; cuándo lo dice y dónde lo dice! ¡Su prestigio está en juego!  Robert L. Genua

A raíz de la proliferación en nuestro país de una gran cantidad de estaciones de radio y canales de televisión, tanto nacionales como locales, muchos de ellos sin licencias para operar, han surgido una gran cantidad de programas de opiniones, de comentarios y de interacción social, cuyos directores en su mayoría, no están autorizados para operar, pues no cuentan ni con los permisos ni con la capacidad requerida.

La Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, de acuerdo a la ley 1951 y al Reglamento No. 824, es el organismo regulador y responsable de emitir dichos permisos para el ejercicio de la profesión de locutor y comunicador, tanto para la radio como para la televisión, luego de aprobar un riguroso examen.

Algunas personas consideran que el estar delante de un micrófono o de una cámara de televisión, les da derecho o potestad para irrespetar, insultar, ofender a nuestras autoridades y a las figuras públicas, sobre todo, a la del señor Presidente de la República, a quien se le debe respeto y consideración, aunque no se comulgue con su forma de gobernar y pensar, independientemente del partido a que se pertenezca.

Los medios de comunicación: radio,  televisión, periódicos, tanto físicos, como digitales y las propias redes sociales (Wasap, twiter, instagram, facebook, entre otros), deben ser utilizados para educar, orientar, informar y formar a toda la ciudadanía, jamás para desinformar, confundir, difamar, injuriar, desacreditar, insultar, ofender, irrespetar, extorsionar o destruir la integridad de las personas.

De acuerdo a los artículos 84 y 105 del Reglamento 824, dicha Comisión puede prohibir la transmisión de aquellos programas, así como la suspensión de sus productores, que corrompan el lenguaje o que actúen contrarios a la moral, al pudor y a las buenas costumbres. En los actuales momentos, no se está cumpliendo con estas tareas y no se está aplicando ningún tipo de régimen de consecuencia. 

Los directores de las estaciones de radio y televisión, además del carnet reglamentario de locutor o de periodista a los productores de programas, deben exigir que cumplan con un código de ética y de un uso racional del lenguaje, lo que antes era una obligación para poder hacer uso de estos medios. Lamentablemente estos solo se preocupan por cobrar la renta de los espacios radiales o televisivos.

Se puede denunciar un hecho, criticar con energía, mostrar desacuerdos, decir grandes verdades, pero haciendo un uso correcto del lenguaje, guardando siempre la prudencia, el equilibrio emocional y el comedimiento, sin caer en la vulgaridad, en la bajeza, en el insulto personal y en la blasfemia. No hay necesidad de utilizar un lenguaje soez, porque esto nos hace daños, nos afecta nuestra imagen, y por tanto, nos descalifica ante la ciudadanía.

Hablar con bravuconería, arrogancia y prepotencia, utilizando un lenguaje vulgar, soez e insultante, no es sinónimo de hablar con autoridad y no nos conduce a nada bueno, pues estaríamos enviando un mensaje equivocado y contrario a los valores más sanos de la sociedad, sobre todo para las presentes y futuras generaciones. Cuando utilizamos un lenguaje descompuesto perdemos autoridad, credibilidad y objetividad ante los demás.

Si tuviéramos conciencia del poder y la influencia que ejercen los medios de comunicación en la ciudadanía, cuidaríamos cada vez más, nuestro lenguaje y la forma de decir las cosas, pues así logramos ganarnos el respeto, la confianza y la credibilidad de los demás, pues la pasión es mala consejera. ¡Cuidemos pues nuestro lenguaje, que es como cuidarnos a nosotros mismos!