El científico cognitivo Steve Pinker publicó en el 2018 un libro traducido al castellano por la editorial Paidós con el título: En defensa de la Ilustración (2019).
Como lo indica el título de la traducción -el nombre original del texto es Enlightenment Now-, el autor se propone realizar una defensa de los ideales del movimiento ilustrado: la razón, la ciencia, la libertad, el progreso.
Pinker justifica su libro siguiendo la afirmación del economista Friedrich Hayek, según el cual las verdades deben ser reformuladas en el discurso de las nuevas generaciones, si no quieren quedar anquilosadas. Consecuente con este planteamiento, Pinker pretende reelaborar los ideales de la Ilustración de acuerdo con la terminología del siglo XXI.
El propósito de Pinker resulta loable, considerando que vivimos en una época donde encontramos por doquier prácticas que enaltecen distintas modalidades de irracionalismo, anticientificismo y superstición. El texto funciona como un manifiesto que divulga una actitud crítica, la cual no es innata, sino adquirida con esfuerzo y persistencia, enajenable si no se la cuida y ejercita.
Este es parte del legado positivo de la Ilustración. Pero como todo movimiento, enfoque o perspectiva, el Iluminismo también tiene sus límites.
Los ideales de la ilustración usualmente se contraponen a los ideales pre-modernos o no ilustrados: la tradición, la autoridad, el prejuicio.
Pero, como ha mostrado el filósofo Hans Gadamer en su obra Verdad y método, la comprensión requiere una rehabilitación de esos conceptos que la Ilustración condenó. La tradición no es sinónimo de superstición, sino que en ella reposa también el legado lingüístico desde el cual pensamos el mundo; la autoridad no es el antónimo de la racionalidad, porque reconocer la autoridad de un experto es un acto racional y no hay proceso de conocimiento que no se apoye en autoridades; y el prejuicio no es sinónimo de juicio falso, sino que alude al pre-juicio, el juicio previo desde el cual comprendemos el mundo.
Al mismo tiempo, la Ilustración tiene también sus sombras. En sentido general, fue un movimiento de carácter etnocéntrico, sexista y racista. Pinker mismo señala en el texto referido que entre los pensadores iluministas hubo ʺracistas, sexistas, antisemitas, dueños de esclavos o duelistasʺ. La cuestión radica en que, como todo movimiento intelectual, la Ilustración se nutrió del espíritu de su época, en este caso, de ideas antropológicas que se nutrían del racismo, el sexismo y el esclavismo.
Estos señalamientos no desmeritan lo que la Ilustración significó como aporte a la evolución de las ideas. Solo la colocan en perspectiva para seguir profundizando en sus fundamentos, revalorizando y reformulando sus ideales de humanidad y libertad, pero rescatándolo de sus supuestos excluyentes.