Caminando con la representación que manejan criterios de verdad decidí un día tomar la carretera rumbo al sur y cruzarme por el Lago Enriquillo. Con mi bolso lleno de papeles, libretas, GPS, Cámara y una grabadora muy pequeña acompañe a Renato Rimoli, Glenis Tavarez, Amparo Chantada, Tabaré Mundaray, Carolina Lerebours, Ramón Narpier y Omar Perdomo, entre otros. Sin cuadrantes previos, ni discursos, me encontré frente a un afluente salado que ha crecido desbordantemente. Según entiende los especialistas, el lago se ha extendido un promedio de 100 kilómetros cuadrados  en adicción a su tamaño normal.

En fin, la sorpresa no fue para menos, como siempre sucede cuando entras al terreno de lo real, aquello que los modernos con su ética positiva llaman el contexto verdadero. El lago se desborda y cubre 350 kilómetros cuadrados llevándose consigo las alegrías de la tierra: los acuíferos dulces, las aguas azufradas, las tierras agropecuarias, una parte de la isla Cabrita, además de poner en peligro, especies como iguanas (Cyclura ricordi) y los cocodrilos (Crocodylus acutus), pues la elevación de las aguas afecta los  sitios de anidamientos y comederos.

Y qué decir de lo que se puede ver, aquello que se caracteriza por poder "ser vivido", en la angustia del estar en el modo presente en una estructura de inmersión absoluta, que sin tregua y en plena desolación acompaña a las poblaciones pobres de República Dominicana. El lugar desaparece y como los criterios pueden ser numerosos para definir lo que sucede en el Lago Enriquillo (fisuras, fallas, vertimiento del Yaque del Sur, canales subterráneos entre el Lago Azuei y el Enriquillo, aumento de la lluvia en la zona, etc.), pero mi yo, sólo puedo atinar al presagio. A una forma de la representación que me introduce en la alegoría de la ciencia-ficción y su forma lúdica, la desesperanza.

A simple vista, no hay doliente para las poblaciones pobres del sur profundo. La mojadura es un hecho, el lago inaugura un bautizo quizás repitiéndolo cada cientos de años, no lo sé.  Pero el agua salada de este bautismo, que para nada es virtual, ni trascendente, porque los criterios tecnocráticos del Estado dominicano apuntan siempre a decir que "no sucederá", ni llegarán los vientos, dadas las virtudes teologales de la intelección de los ministros que nos gobiernan.

Su mundo es otro, los viajes por el ciberespacio, los destinos manifiestos, las alabanzas por sus "meritos", las vacaciones en Europa y la alta política. Todas ilusiones agradables que fragmentan un mundo verdadero  construido desde el poder. Pero existe otro, un mundo terrible que muestra el desasosiego, el dolor y la desaparición de los municipios de la Provincia de Independencia y Bahoruco.

Un mundo en el que se perdieron grandes extensiones de propiedades agrícolas y pecuarias. Un mundo en que los modos tradicionales de vida se cambiaron (agricultores por pescadores). Un mundo en el que se impactaron, "los espacios protegidos": el Parque Nacional Sierra de Neyba y  Parque Nacional Sierra de Bahoruco.  En fin, un mundo de oscuridades, no orientado por los criterios de la verdad, porque es del otro, aquel que no cuenta, no se le memoriza, ni tiene una estética que puede ser colgada en los escaparates de la modernización.

Destacar que Boca de Cachón (desaparecerá completa), que en Villa Jaragua un 40 % de la población tendrá que ser reubicada; que en Neyba un 20 % de la población podrá afectarse con las inundaciones del lago. Así mismo se exponen a la tragedia, la Descubierta, Duverge, Villa Jaragua, Poster Rio y la entrañable Jimaní. Todas estas comunidades tendrán que buscar remeros para poder cruzar al otro lado del lago o inaugurar sus nuevos caminos de herraduras. Infiero un déficit de la modernidad comunicacional del gobierno, un intenso laboreo paranoico en la representación por invisibilizar los discursos, los modos primarios del ser-productor, el mundo campesino y la dinámica de la emergencia de lo anunciado incasablemente desde las oscuridades del sur. Ha fracasado el modelo socioeconómico neoliberal del gobierno y lo nombra la historia desde la ironía de la tragedia por la mojadura del otro.