¿Quién condena a Venezuela? La llamada “comunidad internacional”, en realidad una colección muy reducida de gobiernos, que no consulta a sus pueblos y se confiere la representación del mundo entero. Por ejemplo, 16 países del “Grupo de Lima” fungen como mayoría entre 35 miembros de la OEA, cuando en realidad son sólo el 45%.
Es la misma comunidad que aterrizó en Haití después del terremoto y lo intervino militarmente ofreciendo 11 mil millones de dólares para reconstruirlo. De la pequeña migaja que en realidad llegó, sólo el 4% fue dirigido al Estado haitiano. Detrás suyo dejaron 50 mil muertos y 800 mil damnificados por cólera.
Esa comunidad internacional dice que el gobierno venezolano es ilegítimo porque las elecciones de 2018 no fueron válidas. Sin embargo, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero denunció cómo estos mismos países decidieron no validar ni apoyar las elecciones desde antes de que se realizaran, tanto así que no aceptaron ir a Venezuela. “Un prejuicio es un dogma, y lleva al fanatismo y al desastre”, dijo Zapatero.
Es decir la sentencia del juicio estaba escrita de antemano, y ahora en su condena no se usa la ley, sino que se actúa en violación flagrante del derecho internacional y la Constitución de Venezuela, pues ni esta ni la Carta Democrática de la OEA autorizan a castigar países y menos a crear gobiernos paralelos.
¿Quién es el testigo? Los grandes medios de comunicación privados y fábricas de información. Los mismos que en 2002 exhibieron un montaje televisivo para que aceptáramos el golpe contra Hugo Chávez como una “consecuencia de sus propios actos”. Son los mismos que publican fotos de represión policial sacadas de Indonesia, España o Chile y dicen que provienen de Venezuela.
Los mismos que en 2003 nos mostraron “fotos reales” de armas de destrucción masiva que nunca existieron en Iraq y que nos vendieron la invasión a Libia y Siria como “revolución de colores”, revestidas de “guerra civil” para dejar millones de muertos, hambrunas y éxodos poblaciones, en función de desbaratar los Estados que controlan el territorio y los recursos allí existentes.
¿Y quién es el policía? El gobierno de Estados Unidos, que ya empezó a trasladar 5000 tropas hacia Colombia, secundado en la OEA por gobiernos aliados, algunos de estos con un expediente horripilante de asesinatos, desapariciones, masacres, fraudes, golpes de Estado, hambruna y oleadas migratorias, oportunamente engavetados.
La receta es conocida: la de los gobiernos paralelos que “piden ayuda”. En 1963 Lyndon B. Johnson reconoció al Triunvirato golpista de República Dominicana y cuando en 1965 la Revolución de Abril se alzó victoriosa, Washington reconoció una “junta militar” dirigida por el general Pedro Bartolomé Benoit, a quien convirtieron en “presidente provisional”. Johnson aseguró en cadena nacional que en Santo Domingo “los comunistas marchaban con cabezas cortadas ensartadas en lanzas”.
Benoit entonces “solicitó” la intervención extranjera para “proteger la vida de ciudadanos estadounidenses”. El 28 de abril de 1965 empezó el desembarco de marines bajo una «Fuerza Interamericana de Paz» creada por la OEA con la participación de gobiernos dictatoriales de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Brasil y Paraguay, más 21 hombres “aportados” por Costa Rica. Tan sólo cinco países, entre ellos México y Uruguay (como hoy) se opusieron a aquel teatro, junto a la abstención de Venezuela.
Como hacen ahora Washington y sus segundones, aquella vez los invasores y golpistas también llamaron al diálogo y la negociación. Palabras vacías si se ofrecen sobre una mesa manchada de sangre, mentiras, ultraje a la soberanía, ilegalidad e irrespeto a la voluntad de los pueblos.