El magistrado juez Alejandro Vargas se ha convertido en la nueva imagen nacional de la República Dominicana sin gastar millones de pesos en vallas publicitarias y sin estar inscrito en un comité de un partido político.

La gente se preguntará: ¿cómo es que este hombre sencillo ha logrado esa hazaña sin ser político ni empresario ni hermano, amigo, cuñado o hijo de un presidente que ha dirigido el Estado de un país llamado República Dominicana?

Otros se preguntarán también que cómo es eso de estudiar ingeniería en la UASD; luego convertirse en un gran locutor y comunicador social a la vez y, más tarde, en un respetado juez o magistrado del país.

Evitaré meterme, o adentrarme -como se dice un poco teóricamente- en lo que decía sobre el parentesco o relaciones con un presidente, para hacerse famoso, casi siempre como “buen” exponente de la inmoralidad.

Sin embargo, me detengo para abordar los mundos de los saberes, como se dice ahora en los Doctorados y las Maestrías, sin que muchos sepan a veces lo que dicen, para tratar de explicar las áreas del conocimiento por las que ha cabalgado el magistrado Alejandro Vargas.

Aquí inicio: he visto en mi tránsito por la vida a muy buenos médicos que han decidido compartir la ciencia de la medicina con el canto, la música o la pintura, o viceversa, compartir el arte con la ciencia; “la ciencia es arte”, me dicen los científicos en el mundo cuando me presento como poeta.

Para aquella ocasión yo estaba recién casado y, por supuesto, tenía treinta y cuatro años menos de los que cargo ahora, aunque todavía no me pesan, pues puedo recorrer cincuenta kilómetros en un día sin detenerme, de un sólo tajo, como dicen en mi barrio; digo: ¡Gracias a Dios!; para esa época me regalaron dos libros de poesías de la autoría un dominicano de origen árabe, de nombre Nemen Michel Terc, quien ganó un concurso internacional de poesía en Miami y, además, tenía un Doctorado en Física Nuclear, graduado en México, y posteriormente, fue miembro de la Nasa.

Más aún, en plena Guerra de Abril del 65, el comandante Manuel Antonio Montes Arache era un bohemio que sabía jugarse la vida en un combate bajo plomo, para luego irse a una fiesta a bailar, que era su pasión.

Quien escribe estas líneas iba a estudiar sociología y ahora cabalgo por la vida entre la pedagogía, la sociología y la poesía.

El Juez Alejandro Vargas se ha ganado la gloria, porque sabe escuchar y aplicar la ley; porque comprende que la ley no se aplica por pena ni complicidad; porque te prepara para la condena o la libertad sin agredirte en tu dignidad humana; porque parece ser como un padre o como un abuelo cuando es capaz de crear un remanso de paz y compresión en un mundo donde nadie escucha ni comprende.

A diferencia de los otros artículos anteriores, esta vez he escrito los párrafos de una sola oración, para ver si, al cambiar los puntos, también me cambia la suerte.