Se juega de manera permanente en las cosas esenciales, vitales para la sociedad, al olvido. Es como si pensaran que no tenemos memoria. Como si los actores principales no entendieran la dinámica de la Sociedad de la Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC) donde todo está a ley de un clic. Es como si su gesto recurrente, sabedores del drama existencial de la vida cotidiana, nos envolviera de modo tan completo que nos olvidáramos de lo que ellos rubricaran y dijeran.

Son los bufones que en su farsa sempiterna juegan al olvido de una comedia sin participación. El fingimiento siempre es el mismo. Cambia el tiempo y los actores, empero el libreto permanece imperturbable como si la vida no cambiara; como aquellos profesores que después de 20 años de docencia siguen con las mismas fichas amarillas dictando clase con los autores que estudiaron cuando eran estudiantes.

Cuando veo el Informe de Transparencia Internacional 2014 acerca del Índice de Percepción de la Corrupción me envuelvo acerado. Sí, esa acerbidad es la relación directa con la percepción de Transparencia Internacional: República Dominicana quedó en el escalón 115 de 175 países, obteniendo una puntuación de 32 de 100 puntos. De 30 países evaluados de la región quedamos en el número 24. Sólo Guyana (30 puntos); Honduras (20 puntos); Nicaragua (28 puntos); Paraguay (24 puntos); Haití y Venezuela (19 puntos) quedaron con una quemazón peor valorados que nosotros.

El asombro no desaparece cuando vemos también el último Informe del Foro Económico Global 2014-2015, logrando el ranking 101 de 144 países. Cuando hurgamos en el Informe del Foro Económico Global éste nos dice que los tres principales problemas para hacer NEGOCIOS en la sociedad dominicana son: los Impuestos (15.6); Acceso a Financiamiento (11.5); y, la problemática de la Corrupción (10.4).

Creíamos que al rubricarse el Código de Pautas Éticas en los primeros días del gobierno de Danilo Medina y su puesta en ejecución, la percepción de la corrupción iba a disminuir significativamente, ese enorme cáncer social que nos destruye y nos lastra como sociedad. El Código de Pautas Éticas es un bello monumento a la diafanidad, a la transparencia, a rupturar la opacidad. Sus 18 numerales era la más sana simbología de un nuevo acontecer de lo que nunca se había hecho.

El Artículo 6 que reza “Cumplir las normas de transparencia, comprometiéndome a: a) “Presentar mi declaración jurada de bienes, a más tardar a los 30 días de asumir el cargo, y a demostrar el origen de las mismas antes, durante y después de haber finalizado mis funciones, o a requerimiento de una autoridad competente”; b) “Presentar anualmente mis informes fiscales y la constancia de mis compromisos tributarios, así como las exigencias que se me requieran con esa finalidad”.

El final del documento del Código de Pautas Éticas es una joya que de haberse cristalizado, hubiese constituido una verdadera revolución social, pues es a base del imperio  de la ley, elemento ineludible, inexcusable, para asumir una nueva forma de hacer política. Dice así “Por todo lo anteriormente expresado ASUMO EL COMPROMISO de promover las pautas éticas aquí indicadas y el Régimen Ético y Disciplinario establecido en la Ley No. 41-08 de Función Pública y RECONOZCO la necesidad de impulsar la puesta en marcha de un sistema de consecuencias que estimule el cumplimiento de la ley y penalice su inobservancia. Por consiguiente, comprometo mi ejercicio de funcionario (a) y servidor (a) al cumplimiento de estas pautas éticas, honrando así la posición gubernamental para la cual he sido designado (a) y los valores constitucionales de la República”.

Lo precioso es el Decreto 486-12 que crea la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental para fomentar la ética, la transparencia y combatir la corrupción, dictado el 21 de Agosto del 2012. Dicha Dirección sería el órgano rector de los temas de ética e integridad de la Administración Pública. Esa Dirección, en verdad, es como si no existiera, si observamos sus atribuciones y sus legados concretos. Lo mismo sucedió con el Decreto 499-12 del 21 de Agosto del 2012 acerca de la racionalidad en el gasto (austeridad). Se encargaba al Contralor General al fiel cumplimiento y se establecía en el PARRAFO I “La presentación de informes trimestrales financieros institucionales, que permitieran evaluar el cumplimiento de la medida.” ¡Nada apareció! ¡Nada sucedió! ¡Todo paso!

Es la mimodrama de un miasma que tiene como epicentro a la corrupción, como cantera de una estructura de poder, donde la acumulación originaria de capital se hace eterna, permanente. Sin ella no hay circuito de circulación, no hay conexión; todo gira alrededor de la corrupción: nepotismo, padrinazgo; nominillas; los feudos de las instituciones; el clientelismo; el barrilito; el cofrecito; la impunidad; la inmunidad; y, obviamente, la captura del Estado en toda su dimensión.

Por eso, sacamos 32 de 100 en el 2014 y 29 de 100 en el 2013 en los Informes de Transparencia Internacional. Porque toda la hegemonía del poder está cimentada en todas las variedades de la corrupción, como sangre y circulación, de validación y de “persuasión”.

Los Informes de Transparencia Internacional están basados en estudios altamente ponderados donde el mínimo de éstos tiene que ser 3, además de las encuestas aplicadas a actores que tienen que ver con la vida económica y a académicos, expertos en la materia. Se unen a estos, otras instituciones prestigiosas como: Foro Económico Global; Barómetro Global de la Corrupción; Índice de Fuentes de Soborno; Informe Global de Corrupción; Evaluación del Sistema Nacional de Integridad; Transparencia en los informes presentados por las Empresas.

¡Nada se esconde bajo el Sol! La corrupción se hace visible y nos hace daño. Nos degrada y nos impide el desarrollo y progreso como sociedad. Nos succiona, nos roba el dinero de todos y todas, para que otros, de manera particular se hagan millonarios y nos enrostren su opulencia mal habida en descarada y cruel simbología del poder. ¡No juguemos a su juego del olvido!