La “telaraña” criminal y totalitaria tuvo sus hilos parecidos al nazismo o nacionalsocialismo germánico. Los actos persecutorios del Reich lograron tener cierto éxito con dictadores como Gerardo Machado, Juan Vicente Gómez y Rafael L. Trujillo, entre otros. El fascismo alemán negoció con las dictaduras caribeñas para establecer nuevas conquistas de terrenos y construir laboratorios, bases de investigación y dominación alemanas en las Antillas mayores y en países de Sudamérica

 

Es importante señalar que El jardín de las llaves presenta una visión novelesca que tiene su origen en La telaraña cubana de Trujillo (2012), Vols. 1-2,  de Eliades Acosta Matos, por su referencia ideológica y su tramado o tejido textual.

 

La documentación que ofrece el autor de esta novela resulta de una cardinal ideológica totalitaria, aunque hay un anecdotario megalómano de Trujillo donde se dice que Trujillo quería “declararle la guerra a Hitler” (¡!).

 

El jardín de las llaves es, indudablemente, una novela que está construida mediante una semiótica histórica indiciaria, pues su tejedura es una suma de urdimbres que recuerda la propuesta metodológica e investigadora del  historiador Carlo Ginzburg (Ver, en tal sentido, Carlo Ginzburg: Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Ed. Gedisa, Barcelona, 1999).

 

La fabulación histórica y novelesca evidenciada en El jardín de las llaves constituye el universo de signos e indicios que memoriza un mapa de contubernios políticos, dictatoriales y criminales artísticamente pronunciados en las líneas internas de esta novela. Al leer sus núcleos temáticos observamos sus formas, relieves, densidades, fórmulas narrativas y metadiscursivas.

 

El uso del monólogo interior que se “escucha”, se hace legible y “visible” en el segundo narratema del capítulo II, Alamut S.A. El mismo se estructura y funciona como argumento ideológico de pronunciamiento autoritario y más específicamente vocalizado, pensado y narrado como clave y fórmula. Veamos:

 

“No hace falta ser un genio para comprender que quien está delante de mí es un ser apegado a una voluntad que le viene de los rebaños de sus muertos. Sin pronunciar palabras me mira de frente, aspira todo el aire disponible en esta habitación mugrienta y mueve los labios sin sonido, como musitando una plegaria que algún escriba inició en las cámaras mortuorias de Tebas, invocando la majestad del dolor y su utilidad para preservar el orden del universo”. (p. 45)

 

Este monólogo-clave de la novela vocaliza  la Hermandad de los Esclavos Letrados, … “la misma que ordena, pesa, describe, organiza y da sentido al Universo con sus escrituras y cálculos, realizados a plena luz del sol; hoy en las sombras, en los recovecos y alcantarillas más profundas, en los pliegues intestinales de los gobiernos, monarquías, imperios, dictaduras y democracias”. (Ibídem.)

 

Dentro del monólogo interior, el autor introduce el metacomentario para explicar la condición aún más acentuada de la “Hermandad de los Esclavos Letrados”:

 

“En realidad, somos nosotros y no ellos los Amos Indisputados, los que hacemos girar la rueda de los días y el flujo del destino, incluso el de este ser rampante que sorbe, en su cólera implacable el aire para mí destinado. No sabe nada, pero sospecha. Y esto es suficiente para ordenar, si así le pluguiese, que se me haga cruzar el gran Umbral de los Misterios lanzándome tras torturas inenarrables, a ese pozo que los legos llaman la muerte” (Ibídem. pp. 45-46).

 

La iniciación de la Secreta Hermandad de los Esclavos Letrados es la memoria de todo lo que ha pasado en Cuba y el mundo marcado por la muerte como espacio de un “logos absoluto” y absolutista. Torturados, asesinados, obligados a hablar. “Ninguno habló”. Pero no dejaron de hablar para la historia, tal  y como podemos entender en el cierre formal de la novela. (p. 173).

 

Sin embargo, quién habla en esta novela de claves, indicios, crítica devastadora a la sociedad establecida y a sus órdenes de mundo y fábula? El gran inquisidor, el que finge ser todopoderoso en el espacio del castigo y quiere datos no logra obtener los resultados. La voz histórica no sucumbe a un interrogatorio, tortura o presión que ya conoce desde sus inicios la Secreta Hermandad de los Esclavos Letrados:

 

“Más que interrogarme, me taladra con sus ojos de zahorí. Busca el menor temblor, el más nimio gesto delator en mis manos, algún sudor frío, algo de mueca involuntaria, pero no lo encuentra. No puede encontrarlo porque La Hermandad de los Esclavos Letrados lleva siglos, quizás milenios, ensayando las poses mayestáticas, los ademanes inofensivos, las miradas sumisas, las más convincentes demostraciones de inocencia. Y acabamos siendo impenetrables… Por eso hemos sobrevivido a todos los cataclismos humanos.” (Ibíd. Loc. cit.)

 

El mundo interno que pronuncia la Hermandad de los Esclavos Letrados “habla” los principios de resistencia y huella histórico-cultural de un cuerpo iniciático justificado en la tradición de reserva política, moral y cultural que respalda a dichos constructores de ideas y cuerpos de continuidad, influyentes desde un secreto que funda los principios, voces y políticas de hermandad que han prosperado a finales del siglo XIX en el 98 y la ruptura con España y los movimientos martianos en varias direcciones político-culturales caribeñas y un periodismo con rostro y presencia en los Estados Unidos de América, tal y como se reconoce en José Martí en los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892. Edición crítica de Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez, Coordinadores, Colección Archivos-Conaculta- Fondo de Cultura Económica, 2003).

 

La secuencia o subcapítulo III, sobre “Alamut S. A.” discurre como fábula histórica y narra los hechos del Jefe de la Policía Judicial Alfonso Luis Fors, mejor conocido como “el Sherlock Holmes cubano”, en el gobierno del presidente Gerardo Machado.  Pero Alfonso Luis Fors era un inquisidor más fino, más inductivo y más estudioso de la psicología del sujeto “interrogado”. Su personalidad como inquisidor y detective era más estratégica,   pues partía de los elementos de pruebas de procesos y datos relativos al contexto del acusado o implicado en algún crimen o hecho “delictivo”. Fors fue también responsable de eventos y actos persecutorios que lo inculpaban como sujeto represivo y criminal. Era un policía astuto y sagaz que más tarde fue tiroteado en un atentado terrorista donde casi pierde la vida.

 

Así las cosas, el novelista presenta un retrato y una etopeya de Alfonso Luis Fors, inquisidor y detective en su contexto oficial y epocal. Sabe de antemano de los actos de la Compañía Alamut S. A. y de John Marcelo y su prole comercial, pero también del asesinado Señor don Marcelo. Sabe también que para el presidente Gerardo Machado y el “machadismo” político cubano, es importante aclarar este crimen ocurrido en las instalaciones de Alamut S. A.

 

El asesinato de don Facundo Marcelo, acaudalado empresario quien no vendería Alamut S. A. fue provocado por la descarga de Winchester, cabecilla de la cofradía, su gran amigo, promotor de sus peores travesuras juveniles “…Entonces se escuchó la descarga…” (p. 14, op. cit.)

 

En efecto, el foco de comienzo de la novela presenta los elementos indiciarios del crimen del acaudalado empresario de Alamut S. A. desde la llamada “Cofradía”. Es por eso que entre comienzo y el final de esta novela existen variados ejes de continuidad y peripecias propias de un guión hollywoodense.

 

La historia es indudablemente narración y en el caso de “El jardín de las llaves”, funciona como suma de claves, relaciones y sucesos generadores de una acción dramática donde se involucra a los integrantes de la Cofradía o Secreta Hermandad de los Esclavos Letrados.

 

La fascinante historia de sus Principios, acciones y operaciones se ubican en el capítulo 6 y en el subcapítulo final del capítulo seis titulado “La Diosa”. El novelista describe mediante la tercera persona narrativa, el final de un cuerpo secreto de la Hermandad en aquel recinto de tortura y crueldad que fue “Rancho Jacqueline”:

 

“A medida que los miembros de la Secreta Hermandad de los Esclavos Letrados iban entrando en aquel infierno de tortura ubicado en las afueras de la ciudad, disimulado en el interior de una casa pintada de rosado con el seráfico nombre de Rancho Jacqueline en el muro exterior, eran enfrentados por un Cabo conocido como Pelo Fino… Antes de descender al entresuelo donde estaban las solitarias y aprender, por los gritos, la ubicación de la llamada “Casita de Canadá” y la silla eléctrica, Pelo Fino les ordenó abrir los llaveros y lanzar las llaves a un pequeño cantero donde crecían algunos retoños de sábila, confundidos con la mala yerba” (p. 176).

 

El esquema narrativo de esta novela se desarrolla como historia-fábula, ficción política y metahistórica. Desde esta perspectiva de escritura, el eje circular de la trama se construye como cuerpo de eventos, voces y huellas narrativas desocultadas  por el narrador-autor de la novela.

 

Dictadura, crimen, nazismo, cofradía política y otros recursos agentivos utilizados como ficción histórica constituyen los ejes estratégicos de El jardín de las llaves.