La ética, como disciplina filosófica que estudia la moral,  es importante para todo aquel que se dice ser investigador,  porque esta comprende el campo de lo virtuoso, tal como lo aborda el filósofo Aristóteles, en su tratado de Ética Nicómaco, al decir que ser virtuoso es buscar el camino de la excelencia. Porque para los filósofos de la Antigua Grecia, el Areté o la excelencia es un hábito que la persona debe procurar en los  quehaceres de la vida.

El obrar bien,  el realizar las mejores acciones con prudencia y de acuerdo con la razón,  constituyen las actividades fundamentales en relación con la pasión y  la agitación del alma de un investigador.

La ética en la investigación entre el plano de la deontología que es la rama de la ética que trata de conjuntos de normas y deberes de las profesiones y que es de suma importancia para situar al sujeto ético en cuanto al decir y hacer; Este el caso de la  bioética, que en el plano deotologico trata de un conjunto de principios que tiene que ver con el comportamiento humano, en fin con las Ciencias de la Vida , con la compleja interrelación entre el ser humano y el restos de seres vivos.

Porque no se es virtuoso en el momento en que se está haciendo una investigación, sino que esta forma parte de un sujeto ético, que comprende que el plagio y la fabricación de datos son partes de los componentes viciosos que conviven en la sociedad.

La originalidad, la innovación y la producción de nuevo conocimiento, son consustanciales a la integridad y la honestidad de todo aquel que se dice ser investigador en todas las áreas del saber.

En estos tiempos convulsos, de incertidumbre y de aceleración virtual y cibernética, se hace imprescindible cabalgar con principios éticos no solo en la investigación, sino en la vida en su complejidad.  Porque yo puedo ser el mejor docente ético en la institución educativa donde laboro, sin embargo, tener un comportamiento inadecuado y de falta de criterio ético  fuera del entorno educativo, ya sea en el hogar o con el vecino.

El investigador Leonardo Boff, hace un tiempo escribió un artículo que se titula “Sufrir con quien sufre: la actualidad de la compasión”. En este escrito, él expresa su preocupación por “la inflación de racionalidad instrumental y analítica”, la cual, en vez  ayudarnos a vivir, lo que ha producido es una especie de lobotomía.  Sin embargo, es desde la ciencia abierta y compleja que hemos comprendidos todos los acontecimientos del  mundo  y sus cosas, tal como lo expresa Boff, y al decir que  es de “la física cuántica, de la cosmología contemporánea y de la bioantropología”  de donde  hemos aprendido que “la ley fundamental de todas las cosas y de todo el universo no es la competición y el triunfo del más capaz de adaptación sino la cooperación y la sinergia de todos con todos”. (https://hoy.com.do/sufrir-con-quien-sufre-la-actualidad-de-la-compasion/).

Esta reflexión de Boff también conecta con los estudios sobre neuroética y la neuroeducación, que forman parte de las investigaciones que sobre la ética y  la ciberética  se están realizando en esta segunda década del siglo XXI y las cuales  incluyo en mi línea de investigación, desde un enfoque del pensamiento complejo y de la tecnociencia.

Los estudios de la neuroetica han sido  trabajados por investigadores como Patrica S. Churcland (2012); Neil Levy (2014); Lydia Feito Grande (2019) entre otros.

El situar la ética desde la investigación es asumirla desde una visión compleja, dialógica  y de compresión  como diría Edgar Morin, para de esta manera comprendamos los desafíos de nuestros tiempos cibernéticos e innovadores y de mirada científica pospandemia.

Situarse en ese enfoque complejo, nos permite ver el todo de manera dinámica y no como totalidad cerrada y petrificada. Es colocarse en la competencia necesaria que debe tener el investigador, el profesional y el innovador en estos tiempos de ciencia abierta, ciencia ciudadana y de datos abiertos, de acuerdo con la línea de la UNESCO.

El sujeto ético investigador debe cultivar, además de su disciplina de saber, otras áreas de conocimiento que vayan más allá de la información, que es una forma de saber que se queda atrapada en explicación de datos, pero no los trasciende, ya que no los procesa ni los analiza, que son dos condiciones fundamentales para que se conviertan en criticidad, tal como es el conocimiento científico, el cual con una ética del buen vivir de ese investigador lleva con el tiempo a la sabiduría, a ser un investigador ético y sabio.