Cuando se está “discutiendo” el Presupuesto General del Estado en el Congreso Nacional se puede observar una carrera alocada de los legisladores por aprobarlo sin quitarle una coima (perdón quise decir una coma) a pesar de que en el mismo se consolidan graves injusticias tributarias.

Tres fundaciones alusivas a Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez se llevan una millonada para “hacer” una labor que corresponde al Archivo General de la Nación, al Ministerio de Cultura, o a quien usted quiera, menos a quienes aprovechan un apellido de personas que fueron pulcras aunque uno no compartiera sus conductas políticas.

Los legisladores aprueban sin sonrojarse abundantes exenciones fiscales (el llamado gasto tributario) para el combustible de grandes transportistas con cientos de autobuses, al mismo tiempo que siguen penalizando excesivamente a conductores individuales, agricultores y hasta motoconchistas.

Aquí un gran autobús hace negocios de millones de pesos al año con combustible que no paga impuestos, pero un motoconcho tiene que pagar dos impuestos combinados para operar su micro negocio con el que malvive para no atracar ni vender drogas, al igual que lo tiene que pagar la clase media que tiene un vehículo para ir a su trabajo, oficina o universidad.

La clase media, que sin duda es la más perjudicada con el sistema impositivo vigente en República Dominicana, tiene que pagar 25 por ciento de Impuesto sobre la Renta cuando recibe su salario y entre 18 y 28 por ciento cuando lo utiliza para comprar bienes y servicios, si estos últimos son de telecomunicaciones o esparcimiento, a los que debería tener derecho en forma cotidiana. ¡Paga entre 43 y 53 por ciento de impuesto que no puede evadir!

Pero como ese sistema de exenciones favorece a las grandes empresas y perjudica a las pequeñas y a los empleados, ningún legislador invoca la necesidad de generalizar las exenciones que favorecen a los más pobres y eliminar las que consagran los privilegios de los más ricos.

Las pésimas condiciones con que opera el servicio de electricidad (apagones) y el transporte de pasajeros (largas colas para abordar y topones por todas partes), son la mejor demostración de que las exenciones de combustibles, mantenidas por años para el transporte y la generación eléctrica, son un gracioso regalo a quienes no les importa que este país se arruine.

Por eso los empresarios de este país no se interesan por la discusión del Presupuesto ni sus medios de comunicación se toman la molestia de examinar a fondo a quién hunde el sistema tributario y mucho menos a quién deja intacta sus ganancias, exenciones y evasiones multimillonarias.

La aprobación del Presupuesto es un acto tan protocolar como simbólico donde nadie respeta las leyes, principalmente el gobierno y los funcionarios.

Si respetaran la ley, la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) no fuera el refugio de embaucadores de toda laya y sus baños el patíbulo de las víctimas de un sistema de extorsión que hiede a pupú.

Si respetaran la Ley de Presupuesto, el Ministerio de Obras Públicas no se diera el lujo de coger el monto asignado por los legisladores (Gracias Liselot Arias, Milcíades Franjul, Santo Ramírez y Wilton Guerrero) para construir la carretera  Peravia-Valdesia, en Baní, para ir a construir otras en Puerto Plata o Uvero Alto, mientras deja a los productores de frutas de exportación sin una vía por donde sacar su producción.

Si se respetara la Ley de Presupuesto, el Ministerio de Obras Públicas no daría “contratos” por cientos de millones de pesos a empresas constructoras para usar sus servicios a discreción, según las necesidades urgentes relacionadas con el interés del Presidente y sus visitas sorpresas.

En este país sufrimos la doble frustración de ver cómo los oligarcas se asocian con los políticos para evadir impuestos y aceptar que el pueblo pague lo poquito que entra directamente al gobierno. Por eso tampoco les importa cómo se gastan y cómo se endeuda el país.

¿Qué habrá que hacer aquí para que la sociedad dominicana ponga orden, discuta sus verdaderos problemas y paguemos los pecadores, y los justos queden exonerados?

Me lo imagino, pero yo no estoy dispuesto a ser el cuarto Padre de la Patria en medio de tanta indiferencia y cobardía.

Si alguien está dispuesto a cerrar el portón, que me avise, yo lo acompañaré sin condiciones ni complejos de ninguna especie.