Por encima de las especies y la seda, el oro era lo más importante para los colonizadores españoles al desembarcar en el “Nuevo Mundo” (para ellos), creyendo inicialmente que habían llegado a Oriente.

Es por eso, que la economía se articuló en base a la extracción de oro en los ríos, arroyos y montañas.  Cuando este metal precioso se extinguió, fue necesario redefinir la organización económica nacional, surgiendo la producción de caña de azúcar como respuesta y como el eje dinámico de la sociedad colonial.

Imponente testimonio de lo que fue el Ingenio de Sanate

En la llanura del Este de la isla, específicamente en Higüey, apareció una mina de estaño con plata, pero nunca fueron localizadas minas de oro como en el Cibao, razón por lo cual esta se mantuvo aislada y despoblada.  Al desplomarse la industria azucarera, emergió el hato ganadero como nueva actividad económica y es entonces cuando la región Este adquiere una mayor importancia y trascendencia. 

Los indígenas del cacicazgo de Higüey no se doblegaban, eran rebeldes y contestatarios.  La corona y el gobierno de la isla, decidieron someterlos, a través de una vil campaña genocida, definida cínicamente por ellos como “campaña de pacificación”.

Para eso, el Gobernador de la isla, Nicolás de Ovando, ante las desobediencias y sublevación del inmenso cacique, “hijo del sol”, Cotubanamá, envió en misión militar a Juan Ponce de León y luego a Juan de Esquivel, para someterlo al orden español.   ¡Ambos cumplieron su fatal misión genocida!

La provincia de Higüey gozaba del privilegio de contar con dos salidas marítimas estratégicas, una para el Caribe y otra para el Atlántico. Pero además de lo anterior, poseía el embarcadero natural de San Rafael del Yuma para el intercambio con el exterior., sobre todo con Puerto Rico.

A pocos kilómetros de la Villa de Higüey, (algunos calculan nueve) a mediados del siglo XVI, en la plenitud del desarrollo de la industria azucarera de la isla, se construyó un ingenio a orillas del rio Chavón, administrado por los hermanos Trejo.  Juan de Villorrios, otro español emprendedor,  fundó un ingenio azucarero a la orilla del rio Sanate, siendo este el más grande e imponente de la región Este de la isla

Este ingenio, molía su caña por la fuerza hidráulica de las aguas del rio Sanate y trabajaban en él, en calidad de esclavos, numerosos  indígenas y negros africanos. Como no había mercado interno local para aquel consumo del azúcar, esta se transportaba, por el embarcadero de San Rafael del Yuma para la ciudad de Santo Domingo, para de ahí, exportarla hacia Europa.

A mediados del siglo XVI, circunstancias como: la incursión de piratas en las costas de Higüey, las dificultades con el transporte, la necesidad de un mayor número en mano de obra esclava, el surgimiento de la azúcar de remolacha en Europa y la subida de los costos operativos, hizo que se desplomara la industria azucarera. Como resultado de tal situación este ingenio fue abandonado, quedando a cargo de la propiedad su esposa Doña Aldosa de Acevedo y sus herederos.

Restos de lo que fue el Ingenio de Sanate

Desde entonces la indiferencia, el descuido y el abandono han  ido deteriorando esta construcción colonial.  En 1941, el entonces sindico de Higüey, Emilio Méndez Nuntz, realizó una limpieza al terreno donde están las ruinas y en 1976, investigadores del Museo del Hombre Dominicano, realizaron un exhaustivo levantamiento de este ingenio azucarero.

Sus resultados, no han sido divulgados suficientemente,   a pesar de que fue incluido junto al ingenio Boca de Nigua, Diego Caballero, Palavé, Duquesa y Engombe, para ser considerados por la UNESCO en el listado de los Patrimonios de la Humanidad.

Hace tiempo, era posible poder apreciar los restos del acueducto, un embalse, la casa de molienda, los espacios donde se colocaban las tinajas para solidificarse el azúcar. El tiempo junto al abandono, ha hecho estragos y hoy en día está abandonado, sin identificación. Sus restos no han sido saqueados significativamente, piedras y ladrillos, gracias a la familia Rijo, celosos propietarios de estas tierras.

Hace unos días, visité las ruinas de este ingenio azucarero y ha sido uno de los impactos más profundo que he recibido en mi vida.  Alegría, por encontrar testimonios de la historia no contada; nostalgia, por los ancestros que dejaron allí su sudor, sus sueños y sus vidas.  Tristeza, por el abandono y la falta de conciencia en la lucha contra el olvido. ¡Son piedras vivas, con voz, con quejas, con gritos, con historias que reposan allí por siglos!

Con el incremento turístico de Higüey, ¿Cómo es posible que este Ingenio Colonial, uno de los primeros de América, patrimonio del país y del mundo, esté abandonado, sin respecto por la memoria histórica que representa y sin revalorización?  ¡Una nación no puede desarrollase con indiferencia, desidia e irrespeto por sus tradiciones y su historia!

Piedras con voz y con historia