Hace casi un mes que fue publicada en los medios de comunicación la muerte del mayor general retirado Enrique Pérez y Pérez. Un esbirro que dirigió con manos duras la jefatura del Ejército y de la Policía Nacional en los años oscuros del Gobierno de los 12 Años del extinto presidente Joaquín Balaguer.

Particularmente, la noticia me tomó por asalto. Nunca pensé en la manera ni en el fin de sus días. Pensar que un militar que concentró mucho poder y generó tantas violencias podría morir al margen de ella, con buenos años de vida, al lado de su familia y en su cama, es una extrema generosidad de la vida misma.

De todos modos, ya que el general murió con dignidad, me surgen preguntas:

Por ejemplo: Ahora que Pérez y Pérez está muerto, ¿quién va a responder por todos los acontecimientos horrendos que se ocultaron por años durante la era funesta de los 12 años del Dr. Balaguer?, ¿acaso dejaría otra página en blanco?

No es justo que a 55 años de los primeros crímenes todavía floten almas de desapariciones de cuerpos que nunca fueron encontrados ni enterrados con dignidad por sus parientes. Otros ni siquiera pudieron ser velados en una capilla por temor a más persecuciones y represalias.

En fin, una enorme cantidad de víctimas fueron masacradas – indudablemente- por el odio, por la intolerancia, por cobardía, desfachatez y mezquindad política.

(…) Aún quedan miles de preguntas que forman bucles en el aire: ¿cuáles fueron los motivos que motivaron a los matones de Balaguer a matar, devorar y destruir tantas vidas de muchachos inocentes? ¿Por qué esos hechos criminales no tuvieron un juez, un ministerio público y un tribunal para enjuiciar justamente al creador de la Banda Colorá junto a sus secuaces?

Mientras tanto, todo sigue en parte en una burbuja y en otra en una enorme sombra de terror, de violencia, de episodios cruentos que no se borran fácilmente de las mentes de los que perdieron sus seres queridos.

Según los datos históricos revelados por Frank Moya Pons en su Manual de Historia Dominicana, "a más de tres mil familias mataron -por lo menos- a un miembro" [a un estudiante]. Pero la impiedad tarde o temprano, en la tierra o en el Cielo, será juzgada y castigada por Dios.

Siendo así, el que mata por docenas y premeditadamente les quita la vida a otros hombres y luego disfruta sus muertes poseído por la furia, la perversidad, la impiedad, la bestialidad y el sadismo, y no se arrepiente, ni pide públicamente perdón, ni siquiera paga una condena en la justicia terrenal por los crímenes, (y muere  aparentemente tranquilo en su cama), el infierno le quedaría pequeño.