Parte I
Al comenzar con la descripción del individualismo nos cabría preguntar ¿qué es el individualismo?… El individualismo es una posición moral, filosófica, política o simplemente un punto de vista social que hace hincapié y coloca al hombre como elemento central y el de más importancia en todas las esferas y renglones relacionados con la vida humana. El individualismo promueve los objetivos, los deseos propios, y estimula la lucha por la independencia y la autosuficiencia y se opone y antagoniza a cualquier tipo de injerencias o intervenciones externas sobre opciones y decisiones personales provenientes de grupos sociales, políticos, estatales u otro tipo de injerencias de grupos o instituciones. Sicológicamente, se refiere el individualismo al sentido de pertenencia propia, de ser un individuo con decisiones inherentes con un mundo personal de fantasías, valores, ideas, deseos y temores. Es el sentimiento de percibirse a sí mismo como una entidad propia, autónoma, diferente a otros, de valores “únicos,” nace con el hombre, es parte de él mismo, es innato como son sus instintos de destrucción y de su propia conservación, yacen latentes durante su estadio primitivo, se moldea y avanza a estadios más altos en su evolución humana.
Ahora enfoquemos el individualismo desde el punto de vista filosófico, político y social, pues si bien hoy en día el individualismo es percibido con una connotación negativa y despectiva no fue así en un principio. Por lo tanto se podría decir que el concepto comenzó con una idea y un mensaje positivo y liberador, ya que la civilización occidental tuvo sus bases en el desarrollo de este.
Remontándonos al período medieval en Europa presenciamos el triunfo del individualismo político, intelectual y social pues anteriormente el hombre concibió su vida y su existencia dentro del contexto social de grupo. Dentro de esta asociación social el hombre medieval se hallaba bajo la jerarquía de clase dentro de su grupo, lo que lo limitaba desde el punto de vista político, económico e intelectual, llevándolo a un conformismo y aceptación de sus limitaciones por voluntad divina o por fuerzas superiores a su voluntad. Sin embargo, la expansión y el florecimiento del cristianismo llevaron a la época medieval una nueva moral cristiana fundada en su casi totalidad en la responsabilidad individual, creando una orientación hacia el individualismo.
A finales del siglo XVII las sociedades europeas aparecían inquietas en respuestas a los regímenes monárquicos y las resultantes injusticias sociales que aquejaban al viejo continente en esa época, entonces aparece un movimiento denominado el Enciclopedismo, movimiento literario – científico en respuesta a la crisis intelectual de esa época. Este movimiento que fue encabezado por Inglaterra y seguido rápidamente por Francia alcanzó numerosos adeptos de las diferentes clases sociales europeas, llegando a convertirse en un movimiento político que demandaba un futuro más justo para la sociedad, abogaban por una nueva moral en la que prevalecieran el humanitarismo, la tolerancia y la ayuda mutua así como una legislatura que transformara la sociedad y brindara justicia a los desfavorecidos, aunque este movimiento fue iniciado en Inglaterra, alcanzó su mayor apogeo en Francia bajo la dirección del Barón de Montesquieu, Voltaire y D’Lambert y entre ellos Jean Jacques Rousseau y Denis Diderot. Rousseau, un liberal humanista, tomó el frente de este movimiento impartiendo una doctrina de ideas tendientes a confiar en la buena fe del hombre y de su habilidad humanista. Exhortaron a la igualdad y fraternidad de los hombres de su época, lejos de saber que sus principios se hallaban latentes en los grandes movimientos de masas que iba a conocer la historia a través de la Revolución francesa. Vislumbrándose así en el horizonte europeo de ese periodo histórico dos grandes corrientes de orientación política y social con una base filosófica: El individualismo y su contraparte el humanismo