Luego de la presentación pública, partidaria y festiva de Gonzalo Castillo como candidato presidencial del PLD, las redes, columnistas, programas de radio y televisión se han esforzado por descifrar el significado de la palabra “penco” utilizada por el presidente de la República con la pretensión de ensalzar a su elegido entre muchos veteranos del partido. Sin duda, al usar el término en aquella memorable reunión de su partido, el primer mandatario pensaba en sus primeros años en la aldea de Arroyo Cano, municipio de Bohechío de la provincia de San Juan de la Maguana.
Hace así alusión a un caballo brioso y nada haragán, invariablemente respingón y dispuesto al trabajo. En la zona oriental del país, por el contrario, donde crecí y terminé mi escuela primaria deambulando detrás de mi padre entre bateyes e ingenios azucareros, el significado de la palabra penco es bien distinto. Por aquella otrora próspera landa de caña de azúcar se alude con la palabra a un caballo haragán, flaco, necio, tonto y mañoso, todo lo contrario a lo que quiso decir el presidente.
Yo no hubiera llamado a mi marioneta política de tal modo, conociendo la terrible definición que aporta la Real Academia de la Lengua Española (RAE): caballo flaco y matalón, y con lo de “matalón” quiere significar exactamente flaco, endeble y que rara vez se halla libre de mataduras. Como el presidente se supone una persona formada, debió saber también que el término tiene un sentido general claramente despectivo como nombre masculino: persona rústica, tosca, inútil o despreciable, interpretación que se extendió en los usos populares en Andalucía, Las Canarias, Bolivia, Cuba, Ecuador y México.
Para desgracia del presidente, las redes sociales y sus memes se han ido por el lado malo. Sus creativos torrentes inquisidores han arreciado, asociando el término con algunos malos atributos exteriorizados del candidato, quien ha evidenciado ser incapaz de desarrollar coherentemente una idea básica sobre cualquier tema de actualidad. Gusta recurrir a unas analogías alocadas y desconoce las normas elementales de la sintaxis de nuestra lengua. Lo peor, muestra no estar enterado de los problemas nodales de la sociedad dominicana actual.
En definitiva, el personaje desconoce la tierra, las hierbas y los matorrales de la nación y carece de toda perspectiva futura que no sea la promesa recurrente de seguir con “la obra” de su mentor. No vemos en él agudeza analítica, conocimientos firmes ni olfato prospectivo.
¿Por qué ocurrió tan desacertada elección entre tantos procónsules diestros y experimentados del PLD, algunos de ellos no libre de manchas? ¿Es que el presidente quiere que su partido pierda las elecciones para volver en 2024 y recordar a los electores sus visitas sorpresas, el 911, sus programas sociales y otras iniciativas de política que le distinguen? ¿O quizás estará pagando un caro servicio al penco?
Creemos que está honrando grandes deudas, soportes disolutos y confabulaciones reñidas con el interés del país. Es lo que él llamó gratitud. En este pago de servicios indeterminados, sin duda, se esconde la connivencia con un cierto sector empresarial cuya determinación poco visible es finalizar una de sus grandes obras facilitada por el presidente: la captura del Estado.
El penco no solo ha desatado las burlas en las redes y medios de comunicación, sino que ha fortalecido a Leonel Fernández que ahora crece junto al PRM en la marea alta del asombro y el cansancio ciudadano, la impunidad, el clientelismo exacerbado y la indiferencia y el silencio irritante frente a las crecientes evidencias de venalidad en el presente gobierno. La elección del penco es uno de los de los peores yerros políticos del famoso primer estratega del palacio.