Corría el año 2017.
Apenas había transcurrido poco más de un año del triunfo del PLD y el Presidente Danilo Medina en las elecciones de 2016, alcanzando un histórico 62% de respaldo, de modo que parecía que su popularidad llegaría al cielo y que habría danilismo para rato.
Algunos comprendimos que eso era algo momentáneo, básicamente producto de la división interna del principal partido de la oposición, el PRD, como del debut electoral del nuevo PRM. Entendimos que los resultados de ese proceso fueron circunstanciales, no reales y que una recomposición del mercado electoral podrá cambiar radicalmente el posicionamiento obtenido.
Los asesores presidenciales desplegaron muy pronto el propósito de convencimiento de que Danilo sería nueva vez carta de triunfo del PLD, de que nada ni nadie lo pararía, que estaba “signado por el destino” para desempeñar un tercer periodo. Era tal la seguridad del objetivo y la confianza en que se lograría el propósito, que subestimaron a LEONEL FERNANDEZ –tres veces Presidente de la República y cabeza del Partido del Gobierno– e igualmente a los aliados que en ese momento no comulgábamos con sus pretensiones. Quien esto escribe, pese a tener buenas relaciones con el mandatario, fue el primero en caer “en desgracia” por armar la plataforma política “JUNTOS PODEMOS”, que a criterio del Palacio sería el proyecto de respaldo a las aspiraciones del Presidente del PLD de volver al poder.
En realidad, nada más errático: Juntos Podemos era la respuesta a la sustracción masiva de votos que se produjo contra los aliados del PLD en el 2016, porque los de la “línea dura anti alianza” dentro de los morados quisieron demostrar que no nos necesitaban. Se trazaron como meta ganar sin aliados las elecciones en el nivel presidencial, sobre la base del poder y de una estructura electoral “aceitada”. Para eso la maquinaria Danilista presentaba como logros particulares el triunfo con más del 50% de los votos del PLD, sin necesidad de los votos de las organizaciones políticas aliadas. Lo que se buscaba era desvertebrar el bloque progresista y ningunear a los líderes que lo constituían, sobre todo porque el mismo era una obra de Leonel Fernández en procura de ampliar la fortaleza electoral del PLD.
Fue tal la ceguera palaciega de aquel entonces que iniciaron una política de extirpar a todo aquel que tenía convicciones propias o de que entendían conservaba buenas relaciones con el expresidente Fernández. Para las elecciones del 2016 sacaron del Gobierno a la emblemática FNP. “Los Castillo” –Marino Vinicio, Pelegrín, Juárez y Vinicito, por sobrenombre familiar– fueron casi conminados a irse. Al PQDC se le fabricó un expediente para justificar la renuncia de su Presidente, Elías Wessin Chaávez y a Pedro Corporán, Presidente del PUN, se le sustituyó intempestivamente del IDECOOP. Estos 3 Partidos se sumaron a la pérdida de apoyo de la APD de Max Puig, que se había negado a acompañar la candidatura Presidencial de Medina desde el 2012. Todos recordarán que para el 2016 ya el PLD había perdido el apoyo del PRSC, que había participado aliado al PRM para las elecciones de ese año. Como verán, entre el 2012 y el 2020 solo hubo bajas en el ejército de apoyo a los morados. Sabía cómo nadie que los días del BIS en la alianza estaban contados, por nuestra relación de estrecha cercanía con Leonel. Como verán, toda aquella inmensa coalición que armamos junto a LEONEL había sido destruida en una poco entendible “estrategia” de reducir apoyos. No conozco proyecto político exitoso que disminuyendo su caudal de respaldo pudiese crecer electoralmente.
Se encontraban tan seguros de la apuesta reeleccionista y de los altos niveles de popularidad del Presidente Medina, que entendieron que no necesitaban a nadie. Cometieron hasta la osadía de desmeritar el liderazgo de Leonel. Tal era su obcecación que pretendían ganar sin el líder principal de los morados.
Para todo el país ganarle a la maquinaria peledeista era casi un imposible, tras 20 años de gestión y 16 de manera ininterrumpida, que les permitió crear en el imaginario popular un carácter de invencibilidad que solo la división hizo creer. Nos tocó armar, inclusive en contra de la propia voluntad de Leonel, la construcción una plataforma electoral que partió en dos el acorazado peledeismo, con la FNP, PUN, PQDC , PTD y el BIS, partidos que habíamos acordado llevar de candidato al expresidente Fernández de candidato en contra de viento y marea. Tras nosotros se sumó el PRSC, que por ser mayoritario encabezó la alianza en el nivel presidencial. Con esas fuerzas constituimos a Ganar (Gran Alianza Nacional Renovadora), sabiendo a lo que no estábamos enfrentando, conscientes por demás de que nuestras posibilidades electorales de triunfar eran casi nulas pero, con nuestro ejemplo, plantábamos cara a las tantas imposiciones y al robo descarado de la voluntad de los que participaron en las primarias del 6 de octubre.
Estábamos convencidos que si los del Gobierno hubiesen sido inteligentes y en vez de dedicarse a destruir nuestras bases de apoyo político y económico se hubieran centrado en la principal opción opositora, que era LUIS y el PRM, pudo haber segunda vuelta electoral… aunque no hubiese cambiado de forma alguna los resultados porque el PRM las ganaría de cualquier manera. Pero ese error estratégico debilitó totalmente al PLD, que pudo jugar varias cartas en la segunda vuelta para agenciarse una mejor situación. Sin embargo, fueron tan naif y tan torpes que no se dieron cuenta que la victoria en primera vuelta los ponía a las puertas de la cárcel y de la más atroz indefensión, no porque el Presidente Abinader los perseguiría, cosa que no es parte de su personalidad, sino por todas las deudas que tenían con la sociedad, con un amplio sector empresarial, con una clase media hastiada de su voracidad fiscal, con una sociedad civil que exigía mayor transparencia, con una juventud que se expresó en la plaza de la bandera preocupada porque se conculcara su derecho al voto pero, sobre todo, por la deuda del peledeismo con la Iglesia y los americanos.
El poder imperial peledeista se fue cayendo como un castillo de naipes porque la acción conjunta externa e interna así lo produjo. No había que ser pitonisa para darse cuenta con antelación de que la plutocracia morada estaba llegando a su fin, que solo ellos no se daban cuenta, enquistados en la obnubilación palaciega, de que todos esos sectores contrarios sólo buscaban que se astillara el palo para ir todos contra él. La causa eficiente, la más determinante, no lo duden, fue la división interna. Ahí y sólo ahí se pudo concretar la posibilidad real de que perdiera el PLD la mejor maquinaria electoral de América Latina.
Producto de esa falta de miras, la incapacidad de atalayar el futuro inmediato del equipo del Presidente Medina y de él mismo, no avizoraron nunca el tsunami que se les acercaba, recibiendo una sonada pela en todos los niveles de elección, siendo el nivel senatorial, al final, la pérdida que más los sorprendió.
A contrapelo de todo llegó el cambio. Con él llegó un hombre lleno de buenas intenciones, Luis Abinader, que tendrá, como capitán recién graduado, que adquirir experiencia mientras en la mar está, para lleva el barco de la República Dominicana a buen puerto.
Llegó el cambio y se está notando. Comienza con la forma democrática e inclusiva del Presidente Abinader. Sabemos qué hay yerros, que se tendrán que corregir en adecuado criterio de la idiosincrasia nuestra, pero la buena voluntad existe para hacer las cosas bien y eso es lo importante.
Mientras crece el liderazgo de Leonel, los escándalos disminuirán el caudal de apoyo del PLD, todo lo que está pasando y pasará era de esperarse. Hay que ser muy inexperto para no haberse dado cuenta.
Mientras el cambio hace su apuesta por construir un nuevo esquema social, la Fuerza del Pueblo busca hacerse con el liderazgo opositor. El defenestrado peledeismo, en asombro total, no sabe cómo reagrupar sus fuerzas. La sociedad civil se frota las manos porque se sabe tomada en cuenta. No sabemos con exactitud lo que pasará en los próximos años, pues este es “un país especial”. Le queda al liderazgo del cambio interpretar a nuestro pueblo para que no escuchen el grito “e’pa fuera que van”.
El Presidente Luis Abinader está en el carril de adentro si entiende que necesita un partido fuerte (el PRM), aliados estratégicos (los partidos del sistema); si mantiene buena relación con los otros sectores de la sociedad y hace una obra gubernamental con verdaderas realizaciones, porque, sin ser mezquinos, la del PLD es significativa. Pero su mayor preocupación deberá ser conocer el caballo desbocado en el que está montado, que no sea el mismo PRD con diferentes siglas, proclive a dividirse y hacerles oposición a sus propios gobiernos. Solo tenemos que revisar la experiencia del 78, 82 y 2000.
Se va el 2020 y con él se fue el imperio peledeista. Era de esperarse, solo para Gardel 20 años no era nada. Hago mía la frase de Octavio Paz: “Los imperios están condenados a la dispersión, como las ortodoxias y las ideologías; a los cismas y a las escisiones.”