Los trágicos acontecimientos ocurrido en el Estado Plurinacional de Bolivia, es la continuación, la firme determinación de los Estados Unidos para proteger, al costo que sea, su zona de influencia e imponer su voluntad. Podrán ceder ante una derrota electoral, pero al final, regresan con más bríos y sed de venganza.
El imperialismo es la etapa superior, en su evolución y expansión, del sistema capitalista. Es la fase más emblemática, salpicada de sangre y saqueos, encabezado por varios países que han alcanzado extraordinarios avances en el mundo de la ciencia, tecnología y armas de guerra. Tienen los “juegos pesados”, cuando se trata de alcanzar y conservar el poder.
En el momento en que es amenazado su poder hegemónico, el Imperio no juega, actúa con todas sus fuerzas, con premeditación y alevosía, para preservarlo. Lo viene haciendo desde que empezaron los triunfos electorales de la corriente política denominada progresismo. El gran problema de los progresistas es que la democracia en el capitalismo es una farsa, lo dejan gobernar hasta que sus intereses peligran. El verdadero poder, en la “democracia” capitalista, reside en las Fuerzas Armadas y en la Policía Nacional, poder militar y policial organizado, dirigido e influenciado por los Estados Unidos.
El Imperio no está dispuesto a permitir que el juego se le vaya de las manos. Utilizan el mecanismo brutal y coercitivo con todas sus fuerzas para garantizar el triunfo: desde el desacreditado armatoste de la OEA, golpes de Estado y sus modalidades, y hasta la persecución y muerte, si es necesario, del presidente electo, no servil a sus intereses.
El gran poder del pueblo con fuerzas devastadoras para enfrentar la agresión imperial, radica en la organización y educación política de la población, aspecto descuidado por la corriente progresista, cuando llega al gobierno. Se acuerdan de trancar la puerta, con candados, cuando son asaltados. Y resulta, en la mayoría de los casos, que reaccionan tarde, muy tarde. El Imperio no perdona, ni olvida.
Ante la soberbia, de un Imperio, si pierde una contienda arrebata, hay que estar preparado, con “todos los hierros”, para hacerle ver que la voluntad del pueblo se respeta con dignidad y decoro. Es inaceptable la injerencia extranjera para violentar la Constitución de la República y la voluntad popular.
La embajada americana y los medios de comunicación juegan un papel ejecutor a destacar, con el derrocamiento de los gobiernos no afines con los gringos, electos en procesos electorales. Los planes conspirativos son diseñados en Washington, con el mayor cuidado, sin olvidar detalles, de manera tal que garantice el éxito de la operación criminal y dejar huellas imborrables de violencia, saqueo, sangre y muertes, en la mente de la población.
Desde que el presidente Manuel Zelaya, en Honduras, fue derrocado, 28 de junio de 2009, con las mismas características acontecido, ahora, con el derrocamiento del presidente Evo Morales Ayma de Bolivia, los Estados Unidos no pierde la oportunidad para cobrar, con sangre y fuego, aquellos intentos por gobernar con independencia, preservar la soberanía y elevar el nivel de vida de la población.
El pueblo boliviano no debe permitir, tarde o temprano Evo volverá, el aborto violento de una criatura progresista que ha recuperado la dignidad, productividad, proteger sus recursos naturales, solidaridad y progreso del Estado plurinacional de Bolivia. A pesar de las presiones armadas contra el presidente Evo Morales; las calles no deben abandonarse repudiando el golpe de Estado, preservación de la vida de su presidente, aunque este exiliado en México, y funcionarios, y retorno a la constitucionalidad.
Es correcto participar, no importa el poder imperial, en los procesos electorales en el sistema capitalista, capitalismo irregular en nuestra región, donde un poder extranjero interviene groseramente en sus resultados. Los riesgos son parte del juego. No olvidar las lecciones recientes, aprender y tomar en cuenta, para futuras contiendas, y no perder por no atender correctamente el juego.