El 31 de octubre de 1517 el fraile agustino y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, Martín Lutero, clavó en la fachada de la iglesia de Todos los Santos las llamadas Noventa y cinco tesis,  cuyo título fue Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias,  una propuesta para debatir sobre prácticas de la Iglesia que él consideraba contrarias a la fe.

En ese momento se inició un largo e importante proceso de tensiones, debates, excomuniones, luchas políticas, guerras político-religiosas que concluyeron con la división de la Iglesia católica y el establecimiento del protestantismo. Lo que en un principio fue considerado por el Vaticano como una de las tantos y efímeros levantamientos en contra la Iglesia, alcanzó magnitudes universales que cambiaron el curso de la historia occidental. Se quebró la unidad político-cultural que había caracterizado a Europa a lo largo de los últimos siglos.

Lutero colocando sus 95 tesis sobre una pared de la iglesia de Todos los Santos, en Wittenberg, Alemania. Pintura de Ferdinand Pauwels, de 1873.

La sucesión de estos acontecimientos coincidió con exploraciones, conquistas y colonización en el continente americano, lideradas por España y Portugal, las dos naciones autorizadas por el papa para intervenir en las Indias según lo acordado en el Tratado de Tordesillas del 7 de junio de 1494. En el momento en que Lutero clavaba su documento sólo las islas del Caribe estaban colonizadas, en particular, las Antillas Mayores.

En realidad, la colonización más importante se limitaba a la isla La Española, donde Cristóbal Colón y sus sucesores habían establecido la sede de administración de las Indias. Como centro administrativo, la isla servía de base para otorgar permisos de exploración de nuevos territorios, validación de contratos, así como punto de resolución de conflictos entre conquistadores. La Española ya poseía catorce villas reconocidas por la Corona y contaba con la primera ciudad de América, llamada Santo Domingo, con importantes edificios y, además, sede de la Iglesia católica en la región.

Mapa de Santo Domingo de 1671, con su característica trama regular y la plaza central con la catedral. Tomado del Atlas histórico de la ciudad de Santo Domingo, de Virgilio Vercelloni, p.31.

Para 1517 Puerto Rico poseía dos villas y había recibido el primer obispo católico en América, cinco años antes; Cuba contaba con siete asentamientos españoles y Jamaica sólo dos villas. El resto de las islas habían sido descubiertas una tras otra, así como algunas regiones caribeñas de Panamá, Venezuela, Colombia y Centroamérica sin haberse iniciado formalmente la colonización. El salto final hacia la colonización de Tierra Firme se inició en 1521 con la conquista de México.

El surgimiento del protestantismo se limitó, en principio, a cambios políticos en una Europa que sufrió su mayor impacto en 1534 con la separación de Inglaterra del catolicismo para fundar su propia iglesia, denominada Anglicana. Estos acontecimientos se reflejaron en el Caribe con la incursión cada vez mayor de expedicionarios franceses (Francia estaba en guerra intermitente con España) y de grupos provenientes de países que ya no respondían al poder papal, en particular, Inglaterra y Holanda. Durante todo el siglo XVI España sufrió incursiones y saqueos de sus colonias antillanas, en las cuales sus enemigos aún no mostraban interés en fundar ciudades ni establecer centros administrativos sino en asaltar navíos y destruir ciudades españolas o crear un comercio no oficial de intercambio de productos primarios por bienes terminados europeos.

Mapa de La Habana, realizado por Juan Siscara 1691.

La creciente incursión de navíos provenientes de países no españoles al Caribe adquirió matices preocupantes para España que propició la creación de La Flota para proteger el trasiego de mercancías desde y hacia América, además de promover el proyecto ambicioso de proteger sus ciudades caribeñas con murallas y bastiones para evitar los ataques cada vez más frecuentes de países enemigos. De ahí que La Habana, San Juan, Cartagena y Santo Domingo, por ejemplo, iniciaron su amurallado a mediados del siglo XVI, cuyas consecuencias urbanas influirían en su desarrollo hasta finales del siglo XIX.

El protestantismo tuvo consecuencias directas en La Española en el siglo XVI que cambiaron la geografía administrativa de la isla y fueron la raíz de todos los episodios históricos que la han acompañado hasta el presente. Dado el auge mercantil informal con comerciantes protestantes en el norte, la administración local propuso a la Corona la idea de eliminar todo contacto posible entre los residentes de esas ciudades norteñas y los mercaderes de mayoría holandesa. Como en ese intercambio comercial se repartían biblias protestantes y se incitaba a la adhesión al protestantismo, la Iglesia católica de la isla auspició el plan de eliminar las ciudades alejadas de Santo Domingo y establecer un límite para fundar ciudades alejadas de las costas con el fin de evitar cualquier intento de contrabando y de amenaza religiosa.

La historia recoge que con las Devastaciones de 1605 y 1606 se abrieron las puertas hacia el surgimiento de dos futuras naciones dentro de la misma isla, hecho trascendental en el devenir de ambos pueblos.

Mapa de San Juan, realizado por Waldrop Photo, Co., en 1914.

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Notas

* Extracto de la ponencia Espacio urbano y fe: influencia del protestantismo en ciudades antillanas, por José Enrique Delmonte. Presentada en el congreso La reforma protestante: 500 años después, celebrado en Santo Domingo, el 18 de octubre de 2017 y organizado por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña y la embajada de la República Federal de Alemania.