El Hábito del consumo ha tenido un impacto directo en  el carácter psicológico de los dominicanos, creando una sociedad con un carácter social de orientación competitiva, ambiciosa con afán de lucro excesivo y fiebre de adquisición que abarca los sectores de la vida pública y privada resultando en una organización social plagada de prejuicios sociales, individualismo egoísta, fanatismo político y un sistema discriminatorio de origen de nacimiento, raza, color y clase social, en el cual las relaciones y valores humanos se simplifican en una sola ecuación “tanto tienes, tanto vales”.

El dominicano como individuo dentro de la sociedad  o dentro de una dada clase solo puede existir si funciona en el sentido requerido por el sistema social. Sin embargo, existen necesidades como la armonía, compasión, amor, solidaridad, libertad y felicidad las cuales son inherentes a su condición natural de humano y que son factores dinámicos de su estabilidad social e histórica, las cuales si frustradas tienden a producir trastornos psíquicos y tensiones sociales.

En nuestra organización actual el consumismo como parte del carácter social obliga a cada miembro de nuestra sociedad a consumir cosas vanas, superfluas y costosas, las cuales representan un esfuerzo económico y que generalmente no estamos en condiciones de adquirir, creándose un desbalance de la armonía del individuo y las presiones sociales de consumir, estableciendo un balance negativo que tiende a aumentar el deseo irresistible de obtener riquezas con una exageración en el deseo de consumir el cual no llega a satisfacer.

Comprendo que existe una necesidad justa de mayor consumo a medida que el hombre se desarrolla técnica, económica y culturalmente, sin embargo, nuestras ansias actuales de consumo van más allá de necesidades reales que podrían proporcionar una vida más feliz y placentera, convirtiendo el hombre moderno en un esclavo del gasto, obsesionado con la idea de comprar y adquirir más cosas, “mejores” y sobre todo nuevas. Está bajo el efecto del consumo irracional, sin relación a su uso útil o disfrute del placer de las cosas compradas, sus valores son la ostentación de consumir y de posesión, bien podría decirse que las clases con poder adquisitivo confunden el verbo SER con el verbo TENER.

Desafortunadamente esta forma de pensar, quizás representa la orientación social de las clases dominantes (frente oligárquico) más notoria y más acentuada en nuestra controversial clase media.

Nuestra sociedad en una gran mayoría está forjada por individuos ajenos unos a los otros pero se mantienen unidos por intereses propios y la necesidad de utilizarse mutuamente pero por naturaleza es inclinado a relacionarse en grupo, (socialmente) y actuar como una unidad funcional dentro de ese grupo, pero esa separación entre sus semejantes lo ha llevado a sentirse a sí mismo como una entidad aislada individual, egoísta, en la cual su orientación es sentirse como una cosa o mercancía para ser usada con éxito en el mercado consumista. Carece de identidad como Individuo pensante y humano, más bien se mide a sí mismo por su posición socioeconómica y formación mercantil y estas representan su capital; siendo su mayor motivación el invertirla provechosamente en el mercado de personalidades.

El carácter social que nos acompaña en estos tiempos, es básicamente alienante, ya que se  desprecia el sentido humanista, las cualidades altruistas, el don del saber y la solidaridad humana, siendo notorio que estos valores han perdido terreno en el ambiente sociocultural y lo que otrora fueran cualidades, hoy son vistas como necedades del pasado.   Nuestra conveniente distorsión del modernismo (más bien individualismo egoísta) nos lleva a aceptar nuestros propios vicios y defectos como si fueran atributos; percibiendo la obtención de bienes, la avaricia y la ostentación como verdaderas virtudes.