"Hola Jesús. Espero no distraerte de tus ocupaciones, con tanta plegaria que de seguro recibes; menos quiero ser incordio para aquellos que creen en tu palabra, que no se si es tuya o de tu padre, pues al fin y al cabo son lo mismo, ya que según leí casi toda mi vida, tú y tu padre son lo mismo, junto con el Espíritu Santo, a quien dejaste cuando ascendiste al cielo para estar a la diestra de tu padre, según indica La Biblia. Se me hace más cómodo tratarte de tú; desde muy pequeña he leído sobre ti y no me parece que eso te moleste. Creo que salvo el libro de Levítico, el cual encontré muy aburrido en algunas partes, he leído el Antiguo y Nuevo Testamento completo. Incluso, hubo libros que leí varias veces. Dispensa algunas palabras que de seguro usaré, si puedes. Digo, tú todo lo puedes, ¿no? Hablemos de depresión y suicidio.

Fotografía de Jose A.Thompson publicada en Unplash.com Switzerland

Seguro sabes que hace poco una personalidad mundialmente conocida cometió suicidio, es decir, se quitó la vida. Ha pasado lo mismo con otras celebridades, yo tuve un amigo que lo hizo, conozco personas que ha perdido a algún familiar por la misma razón. Se de familias creyentes donde uno de sus integrantes tomó esa fatal decisión. En mi país el número de suicidios aumenta. Todas estas personas,  según se ha informado, han padecido de depresión por años, una enfermedad muy grave, pero cubierta con una capa de prejuicio e incomprensión grave por igual. Yo la conozco de cerca, he visto su rostro casi desde siempre, se del hálito que despide, la he sentido en distintas formas, he luchado con ella, y hasta ahora sigo de pie. Te cuento que para muchos creyentes, la depresión resulta ser causa directa de no conocerte, eso señalan. Siempre hablan de un hueco con tu tamaño y forma en el corazón del enfermo; aseguran que solo llenando de tu presencia ese espacio llegará la paz, la calma, la cura. Qué bueno sería que resolvieras esa teoría del hueco, que no tiene nada que ver con la depresión y el suicidio, y sí con la falta de misericordia, empatía, y solidaridad; una que tan falsamente predican algunos que dicen amarte y seguirte.

También estarás al tanto que los trastornos de ánimo son una enfermedad seria, tan seria como la diabetes, el cáncer, el Alzheimer y un largo etcétera. Pero para muchos, quienes padecen estos males, todos ellos, son guerreros, luchadores, aún si mueren a causa de la enfermedad. Mientras, el que padece de depresión, es percibido como débil, sensible de más, no pone de su parte, no reconoce sus bendiciones, por lo que es un malagradecido, le encanta hacerse la víctima, sus capacidades intelectuales son puestas en duda, exagera en todo, pues nada es tan grave como parece. Son unos haraganes, se la pasan durmiendo y no salen a divertirse, son unos aburridos y tienen un humor de mierda. Realmente nadie los aguanta. Y si además, en medio de una crisis, cuando una gran nube gris llega a cubrirlo, -¡nadie que no padezca de depresión puede imaginar lo que es sentirse rodeado de esa maldita nube!, cuando el enfermo decide escapar de ese estado, la única salida que concibe, muchas veces, es quitarse la vida, no porque no quiera seguir viviendo, es solo que necesita una fuga porque no aguanta más sentir como siente, -literalmente puede sentir que se ahoga en su propio llanto y le duele el alma, realmente le duele-. Y todo eso, Jesús, es porque no te conocen, no te aman, dicen. Todo esto es falso, injusto y una total falta de respeto y consideración al enfermo de depresión.

Algunos de tus devotos aseguran que la ausencia de tu presencia en los corazones de los enfermos depresivos y potenciales suicidas es la causa de que se maten. Imaginaré por un breve instante que creo semejante tontería: ¡Cómo quisiera saber qué piensas de eso! ¿Has estado presente en cada suicidio? ¿Has acompañado al depresivo en el llanto profuso y constante de días, meses, años? O simplemente observabas para ver la resistencia del “apostolado”. Yo, de pequeña, llegué a invocarte en muchos de mis peores momentos. ¿Observabas para ver cuánto más podía? Yo no entiendo esa dinámica de: Dios aprieta, pero no ahorca. Eso es puro sadismo.

¿Quién es culpable de su enfermedad? ¿Con qué soberbia alguien se atreve a juzgar el íntimo sufrimiento de una persona que padece, que luce tranquilo, que se ríe, incluso, pero que por dentro solo siente  angustia, o peor, no siente? ¿Saben ellos todo el tiempo invertido en terapia para tratar de lidiar con la enfermedad, e igual volver al mismo punto? ¿Que has gastado tus ahorros en consultas y medicación y que llevas años lidiando con altas y bajas sin que alguien se de cuenta? ¿Que te han indicado varias fórmulas médicas para ver cuál se ajusta a tu diagnóstico, y que para saber si funcionan deben pasar meses y que puede que no funcione, teniendo que empezar otro proceso terapéutico? ¿Que si eres mujer, te esmeras en maquillarte para disfrazar la pena, pero te sientes tan mierda y tan poca cosa, y sabes que tus ojos llevan meses sin brillar?

Pero la gente no nota eso. Pocos se enteran, solo porque esta enfermedad no es tan obvia como las otras, no se nota fácilmente. Aprendimos, a fuerza de ser juzgados, a sentir pena y vergüenza por estar enfermos de depresión, nos enseñaron a hombres y mujeres. A los hombres, porque deben de ser fuertes y eso de sufrir depresión no es de machos, y las mujeres, ¡ahh! es que somos muy complicadas y sensibleras. También se nos culpa, nos preguntan ¿por qué estas con depresión? A ver si alguna vez le preguntarías a alguien ¿por qué tienes cáncer de pulmón? ¿Quién se anima a admitir que padece de depresión y aguantar los señalamientos? Hasta en países avanzados, muchos juzgan, y es que juzgar es más sencillo que entender y hacerse cargo.

Si una persona padece de cáncer nadie te menciona para mal, Jesús, nadie. Porque si se salva, fue por tu infinita misericordia, y si muere, al fin descansó y tú lo has llamado a tu seno. ¡Qué fácil es hacer esas conclusiones! La quimio, por ejemplo, es desastrosa; mata células malas y buenas. El paciente dura días en recuperarse de los efectos posteriores y cuando ya empieza a sentirse mejor, toca la siguiente. Se le apoya, se le abraza, se le da ánimos. Y es triste, porque ¿sabes Jesús? en mi país, el cáncer es enfermedad de ricos, el pobre que resuelva como pueda. Pasa lo mismo con los trastornos de ánimo, como el Trastorno Depresión Mayor o el Trastorno Bipolar, ambas graves. Hay personas que padecen de Distimia –tristeza crónica o prolongada- y ni lo sospechan. Pero a ninguno de nosotros nos animan a expresar lo que nos ocurre por dentro y es que no se nota. Hay que ser muy observador, y cada quien está en su mundo.

¿Sabes qué es Anhedonia? Un síntoma presente en la mayoría de la población de enfermos de depresión. Significa pérdida de placer o satisfacción en las actividades que habitualmente el paciente realizaba y le causaban alegría, pasión. Te daré algunos ejemplos: ¿Imaginas a un chef amante de la comida y la aventura, tener que fingir placer por ello, cuando ya no siente nada? ¿A una madre sintiendo pánico, casi a punto de estallar en llanto, haciendo de tripas corazón para jugar con su pequeña? ¿A miles que a diario van a trabajar, y nadie sabe el esfuerzo que les costó levantarse, vestirse y haber sido productivo al final de la jornada?  A mí me está costando meses volver a sentir algo, dónde antes había gozo y alegría. La persona con padecimientos de depresión se vuelve experta en pretender.

Jesús, los otros enfermos no tienen que fingir, a menos que lo decidan, la sociedad les permite expresar lo que sienten y le apoyan para que lo haga. El enfermo de depresión lleva su infierno por dentro y las veces que intenta explicar lo que le pasa, pocos entienden o viene la batería de preguntas con sabor a prejuicio. Termina a la defensiva, aislado y juzgado, porque a fuerza de no sentirse entendido, mejor elige callar y aguantar. Muchos días de una persona que padece de depresión son lo más parecido a una maratón, pero con gripe y un grillete en cada pie. Además, muchos al final se van y el enfermo casi lo espera, saben que hay que amar mucho a alguien que padezca de depresión para permanecer a su lado hasta que mejore. Se aleja la familia, la pareja, los amigos, aunque ellos aseguren que quien se alejó fue el  enfermo. Algunas personas simplemente no saben qué hacer o qué decir y eso se entiende, es humano. Muchas veces ni la propia persona sabe qué carajos hacer con lo que siente. Y es que, ¿quién puede escapar de sí mismo?  Para hacerlo, habría que morir y es lo que algunos deciden.

Y sabes qué es lo irónico, que quizá la mayoría lea esta carta y solo se esfuerce en mostrar lo maravilloso que eres, y no leerá para entender, para comprender; estoy predispuesta para ello, son muchos años de experiencia. Pero llegué a mi “punto de caramelo” y me importa más insistir en explicar lo que significa la depresión. Espero ese momento donde el mundo tome en serio lo que significa vivir con esta enfermedad y deje de juzgar y culpar. Las cifras están ahí: somos millones, y todo apunta a que seremos muchos más en apenas dos años. Muchos huecos con tu forma y tamaño exactos, diría algún creyente."

Notas adicionales:

La tristeza no es depresión. Sin embargo, estarlo todo el tiempo, o más de lo habitual, es motivo suficiente para buscar ayuda médica y determinar si se está frente a algún trastorno anímico.

Tener un bajón de ánimo no es depresión.

Tener un momento depresivo, a causa de un evento detonante, como un despido laboral, un duelo familiar, una relación que no funcionó, no es igual que padecer la enfermedad, que además puede ser crónica. Si usted superó ese momento, no se regodee de su victoria frente a la persona que se atreve a decir: Yo padezco de depresión.

Investigue, lea, indague antes de hacer juicios, pregunte qué puede hacer.

Esta misiva, que no llegará a buzón alguno, la hago en pleno ejercicio de mi libertad como ser humano y en nombre de los más de trescientos millones de personas que padecemos de depresión y también de las casi ochocientas mil que cada año cometen suicidio a causa de la enfermedad.