Hace unos meses, nunca nos hubiéramos imaginado que viviríamos una situación como la actual. Una pandemia respiratoria, altamente contagiosa, que se ha propagado por todo el planeta. Muchos epidemiólogos y expertos en enfermedades contagiosas venían diciendo que iba a ocurrir – era seguro, aunque no se sabía cuándo. Los países debían prepararse. Debían asignar fondos para ellos. La mayoría no lo hicieron. Inclusive Estados Unidos, el país que según todos los índices disponibles tenía la mayor fortaleza, ahí está, con una de las peores experiencias a nivel mundial, lo mismo que Brasil, uno de los países mejor preparados en Latinoamérica.
¿Qué tienen en común esos países? Un liderazgo político errático, populista, que a veces nos luce desquiciado, que muestra desprecio a la ciencia y a las autoridades en materia médica y epidemiológica. Que ofrece credibilidad a rumores y opiniones de fuentes con historia comprobada de difundir noticias falsas, fundamentadas en teorías conspirativas de ultraderecha.
Recientemente, Trump retwiteó un mensaje de una doctora de origen africano de Texas, quien afirma que existe una cura para el Covid-19, la hidroxicloroquina. “Despierta, Estados Unidos” – vocifera – “hay una cura”. El hijo de Trump señaló que leer ese tweet y ver su video era “imprescindible”. Esa señora, Stella Inmanuel, se caracteriza por difundir ideas increíbles, como que se están haciendo medicamentos con ADN de extraterrestres y que una mujer puede quedar en sus sueños, embarazada de un demonio. ¿Cómo puede explicarse coincidir con alguien así, aunque más no fuera por publicitar un medicamento?
¿Y cuál es el afán de ambos presidentes con la hidroxicloroquina? Se dice que Trump tiene intereses económicos – por ahora se sabe que su hijo es amigo de quien la produce. Pero las actuaciones de este señor son tan increíbles que ni siquiera basta con atribuirle razones de interés financiero. Hasta ha llegado a decir que la tomó él mismo durante dos semanas. ¿Y por qué la tomó si, que se sepa, nunca ha dado positivo al Covid-19?
Trump también ha dado crédito a otra señora, esta vez una bióloga que forma parte del movimiento anti-vacunas y que ha escrito un libro plagado de teorías conspiratorias. Entre las ideas que difunde está, por supuesto, la que indica que las vacunas y otros medicamentos son peligrosas y producen otras enfermedades, que es dañino el uso de mascarillas, que no es necesario el distanciamiento físico, que existen curas, entre ellas el famoso desinfectante que el propio Trump promovió hace unos meses. Ha llegado a culpar al Dr. Fauci de matar al doctor chino que dio la primera alarma del virus en China. Y de ser el creador del virus a partir de células de los monos.
Las horribles mentiras que se difunden han sido tan explícitas, que sus videos han sido borrados de plataformas como YouTube, Facebook y Tweeter. Pero no sin antes circular millones de veces en las redes e influir a otros tantos millones de personas.
Pero esta señora no es cualquier “loca”. Tiene una empresa llamada Sinclair Media Group, una organización de derecha que opera 200 estaciones de televisión y es escuchada por el 40% de los americanos, según informaciones recientes del New York Times, la cual, evidentemente, apoya la reelección de presidente Trump. Existe un movimiento de este tipo en los Estados Unidos, para aterrorizar a la gente blanca de bajo nivel educativo y hacerles creer que Trump es su Salvador.
Las noticias falsas que transmiten esos grupos también se traducen a varios idiomas y viajan alrededor del mundo por las redes sociales, sembrando la desinformación, aterrorizando a la gente ya bastante asustada cuando ve el aumento de los contagios y la sobrecarga del sistema hospitalario. Nos hemos acostumbrado a las noticias alarmistas y la gente, sin pensar siquiera en el efecto que producen, las reenvían en sus redes, estimulando la amplificación del daño perverso de quienes las inventaron.
En estos días, además del video de la doctora de Texas, circula ampliamente en la República Dominicana un comunicado de un supuesto equipo de médicos, repitiendo las mismas desinformaciones sobre el daño de las mascarillas y las vacunas, las bondades de la hidroxicloroquina, la conspiración de la industria farmacéutica, el daño que hacen las unidades de cuidados intensivos y los respiradores, la falta de eficacia de las pruebas diagnósticas, el sobrediagnóstico del Covid y toda una sarta de disparates y mentiras.
Nos ha tocado vivir una pandemia, como jamás imaginamos. Pero la estamos experimentando en un momento de la historia de la humanidad en que esto es posible vivirlo en tiempo real. En que es posible que la información circule con libertad por el mundo, de una manera directa, donde puede ocurrir, y está ocurriendo, este fenómeno que he denominado, el horror de la desinformación.
Sin embargo, la mayoría de la gente quiere otra cosa. Puede que no tenga el conocimiento para transmitir información basada en la ciencia. Pero tiene el interés de contribuir a hacer más liviana la carga de los que se enferman o de aportar para evitar contagios. Una forma de hacerlo es detenerse y pensar un poco antes de reenviar un mensaje con afirmaciones sin sustento. Mejor no reenviarlo. Apoyemos el trabajo de quienes día a día están dando lo mejor de sí para contener esta epidemia.
Seamos mensajeros de esperanza y procuremos transmitir mensajes de aliento que ayuden a la gente a navegar en estos tiempos inciertos.