Por siglos ha sido preocupación y motivo de debates, en el campo de la metodología científica el tema del hombre, su origen y su conducta dentro de la sociedad. Muchos aseguran que es el hombre dentro de la especie animal, un ser agresivo, territorial, de instinto de competencia y dominio inherente a su naturaleza humana, otros piensan en dirección contraria y sugieren que el hombre es bueno en su naturaleza, que la sociedad en que vive es la que lo vuelve agresivo, ambicioso y desmedido. Ambas posiciones se debaten sin alcanzar un consenso. Por su parte Sigmund Freud aseguraba que los instintos primarios de preservación del hombre, tales como el instinto territorial, de posesión y el instinto de agresión, propios de su naturaleza, al avanzar en su evolución y volverse comunitario, el superego,(parte de la mente que concierne con los valores sociales, morales y éticos) se desarrollaba y controlaba al ID (instintos primitivos de supervivencia de la especie) creando así una armonía entre esos impulsos irracionales y una fuerza consciente racional que moldeaba y controlaba esos instintos, creando así una conducta aceptable dentro de la comunidad que él se incorporaba; dicho en una forma sencilla, Freud postuló que el hombre debía de ser visto como un animal agotado, dominado por fuerzas e instintos internos, los que debía de modificar y dominar en orden de poder incorporarse y subsistir dentro de la comunidad con otros humanos.

Por otro lado, Jean Jacques Rousseau, Filósofo, escritor y pedagogo suizo expresó que el hombre por naturaleza era humilde y bueno, que la civilización lo convirtió en agresivo, competitivo y afirmó “que el hombre en su estado acultural sin civilización era fundamentalmente bueno”, proseguía Rousseau “la civilización corrompe y el origen del malestar de la sociedad radica en la introducción largos años atrás de la propiedad privada”.

Friedrich Nietzsche, filósofo alemán quien describió el Superhombre, en sus muchos textos filosóficos habló de la moral de la violencia atribuyendo al Superhombre rasgos característicos como “la crueldad, la fuerza, la falta de compasión, la brutalidad, gusto por la acción, el combate, la guerra, y el desprecio por los débiles”. Teoría filosófica que adquirió numerosos adeptos y que se presume sirvió de base a la doctrina Nazi en Alemania, generando numerosos seguidores en la civilización occidental, quienes se identificaron con la teoría del “superhombre” de Nietzsche. En fin, numerosos autores comparten esta actitud individualista y discriminatoria del hombre occidental contemporáneo, idea quizás alcanzada a través de datos históricos que relatan las numerosas guerras y  la resultante destrucción de estas en suelo europeo, documentadas a través de los cinco mil años de historia de la civilización y más recientes guerras como la primera y segunda guerra mundial al igual que los numerosos conflictos bélicos  en el continente asiático y otras partes del globo en los siglos XX y XXI, aceptando esta conducta aberrante que lo caracteriza como una especie animal, agresivo, territorial, egoísta y competitivo, amante de la destrucción de sus semejantes, con una orientación de posesión y dominio. Numerosos autores y filósofos justifican esta actitud individualista, ambiciosa y antihumana como base del carácter individual y social del hombre en el sistema capitalista.

Nada más falso, Injustificable y dañino, ya que en la actualidad es un axioma científico reconocido que el hombre y el desarrollo de su personalidad consiste en la transformación de un organismo biológico que evoluciona a un organismo bio-social. El hombre en su naturaleza animal difiere de otros animales en su interdependencia con otros humanos, su tradición, cultura y civilización lo que constituye su sociedad inmediata, por lo que podría interpretarse que existen hombres buenos y hombres malos, al igual que existen sociedades que estimulan y promueven posturas y acciones humanas, calificadas como buenas o malas.