Es el misterio del género uno de los que más se admira en la naturaleza, ya que dos seres humanos que comparten tantas cualidades, también contienen diferencias esenciales que permiten afirmar: ese es un hombre o esa es una mujer.

El hombre posee la fuerza física que le permite doblegar a la naturaleza. La mujer es dueña de la ternura con la que puede dominar aún al más fuerte entre los hombres.

El hombre, con su voz grave y estruendosa inspira respeto y orden. La mujer con su voz dulce, aguda y melodiosa despier­ta en los corazones humanos amor, paz, ternura, comprensión y con esas virtudes logra sus propósitos.

El hombre tiene las manos ásperas y fuertes para agarrar, tirar y apretar. La mujer tiene manos suaves, y aunque el trabajo las haga callosas, siempre estarán dispuestas a acariciar y a sanar con dulzura.

El hombre tiene en sus manos la voluntad de crear un nuevo ser. La mujer tiene la inigualable labor de gestarlo y cuidarlo. Aún los más fuertes hombres fueron gestados por el sencillo y aparentemente débil cuerpo de la mujer.

El hombre por naturaleza es activo, impulsivo, la mujer cautelosa; él camina hacia el peligro, ella le advierte sobre las adversidades. No hay mejor consejero que una mujer de buen corazón y buena voluntad.

El hombre domina en la razón, la mujer en el corazón, él razona; ella, mediante su sexto sentido, percibe lo que está más allá del pensamiento.

El hombre tiene la fuerza, la mujer la resistencia. Para el éxito en cualquier empresa se necesita el empuje, la fuerza, pero también la perseverancia, la resistencia.

Es necesario comprender todo lo anterior. Un hombre nunca se siente completo hasta que tiene una mujer al lado, y una mujer siente que le falta algo cuando no tiene un compañero.

Se necesita armonizar, comprender el valor del otro, darle su justo lugar, respetarle y si por alguna razón falta el amor, y el entendimiento no es posible, entonces es mejor alejarse, pero nunca degradarse al nivel de la animalidad, atropellando a quien en otras épocas fuera la princesa adorada.

Dios hizo para el hombre una compañera: la mujer, y para la mujer un compañero: el hombre, por eso no hay mayor amistad, confianza y entrega que la de dos que se  se respetan como personas y comparten su amor sincera y fielmente.