Por una conversación sostenida con un amigo militar apostado en la embajada dominicana en Puerto Príncipe y muy amigo de René Preval se desprende que lo que sucede en Haití (no son sus palabras pero esto es lo que se entiende de lo que me dijo), se parece a una novela de García Márquez o, -mejor- a la novela "El Reino de este mundo", de Alejo Carpentier (la novela abarca de 1751 a 1830), donde el manco Mackandal, con la capacidad de convertirse en un insecto, escapa de las llamas cuando se intentó sacrificarlo en la hoguera, algo que conocen nuestros historiadores.
Mackandal fue interpretado por los hombres de su generación (los esclavos), como un personaje con poderes licántropos, es decir con la capacidad de mudarse en animal. La narración de Carpentier no deja lugar a dudas: "ha sido mosca, ciempiés, tarántula, vaquita de San Anton, y hasta cocuyo de grandes luces verdes". Y se entiende que en el momento culminante de su quema en la hoguera este protagonizara el evento mágico: "sus ataduras cayeron, y el cuerpo del negro espigó en el aire volando por sobre las cabezas".
Aunque ya en su novela Babouk -de 1934- el escritor Guy Endore nos narra la tortura de Mackandal, dos interesantes versiones aparecen en The Salt Roads de Nalo Hopkinson y en la novela de Toussaint Fil, Bloody Trails: the Messiah of the islands. Asimismo podemos percibir una justa descripción en la novela de Neil Gaiman, American Gods, una versión donde aparece un jóven esclavo de Africa que viene a América a liberar a sus hermanos del yugo europeo.
No podemos olvidar el approach magistral de C.G.S Milworth en su novela El legado de Makandal así como la novela La serpiente y el arcoiris, del etnobotanista de Harvard, Wade Davis. Mario Vargas Llosa nos recuerda el trabajo de Spinetti-Piñeira y el poeta dominicano Manuel Rueda escribió un poema épico llamado La Metamorfosis de Mackandal, editado por el Banco Central Dominicano. Quienes se hayan leído La metamorfosis, de Kafka, entenderán que un hombre puede llegar a convertirse en un insecto -de la noche a la mañana- como fue el caso de Gregorio Samsa.
Y le contaba a ese amigo militar sobre este suceso histórico a la par que considerábamos la misión de la Fundación Clinton en Haití que, desde el 2010, ha colaborado con mas de $34 millones dólares para la reconstrucción de ese país y la dotación de una gran cantidad de recursos para sostener negocios pequeños y el análisis de los nexos entre agricultura, energía y medio ambiente.
Por mi lado, hace unos cuatro años visité la ciudad de Dabajón donde se sabe que los haitianos hacen un comercio inusitado con los dominicanos en el conocido mercado binacional, una reunión de haitianos y dominicanos donde se puede ver de todo. Cuando he ido a Dajabón a ese mercado me he dado cuenta que se trata de una manifestación que debe ser estudiada por nuestros sociólogos y economistas. Las fuerzas de canje o trueque, la rebaja y el regateo, como si se tratara de firmas de Wall Street, ahora corrida por negros intérpretes, elaboran las mas disímiles teorías del mercado. Aplicarlas a una realidad más vasta nos daría una intepretación muy parecida a la de Samuelson, Ricardo o el mismo Keynes.
Pude comprar alguna artesanía y no me sorprendió que mis acompañantes prefirieran comprar un ron haitiano, ahora no sé el nombre pero está claro que saberlo y colocarlo en estas lineas hubiera sido tremendo homenaje a esa marca o a esos preparadores artesanales, es decir un ron preparado sabrá dios en que lugar inhóspito de la geografía haitiana. Al no citar la marca -lo sé- corro el riesgo de ser reproducido en un muñeco con muchos alfileres. Se trata de un producto que -al parecer- está fabricado con ingredientes que no conozco y que me importa mucho conocer porque tengo como costumbre entender todo lo que me cae en las manos.
De modo que yo puedo estar un día pensando en un producto como -digamos- una compota de niño y me pregunto cómo va a ser que esa compota sea realizada por Heinz con suma facilidad, Heinz que ya se sabe es una empresa multimillonaria con acciones en todas partes. Por esta razón (y otras que escapan al tema de estas notas) me dirigí al supermercado con la intención de comprar algo Heinz, y algo que fuera haitiano. Lo que encontrara no sería vendido en el mercado de Dajabón sino en el supermercado mas caro (fue el que me tocó), de Santo Domingo. Y todo esto lo hacía meditando en Mackandal y en su "leyenda" con el cuidado de que un enorme insecto no me apareciera en las góndolas.
Entré a ese supermercado y me di cuenta que un misterio se levantaba entre los dependientes y quien esto escribe. Quería acercármeles para hacerle la pregunta mortal: venden aquí productos haitianos? Entonces surge la pregunta licantrópica: Por qué no comprar ese ron y venderlo -en masa- en República Dominicana? Soy consciente que es posible que la calidad de ese ron sea muy inferior a la calidad de Bacardí (que ha hecho leyenda en Puerto Rico), o el ron Barceló o Bermúdez o Brugal que han hecho leyenda en este lado de la isla. Un mercadólogo interesado en vender ese ron aquí probablemente quebraría. Lo que sí entiendo es que la mejor propuesta comercial, muy lejana de huevos y pollos, es concebir el desarrollo haitiano como una posibilidad que no debe escapar a la conciencia de los políticos-reformadores-empresarios-dominicanos. Es extraño también que no se hagan excursiones dominicanas para conocer todo el ámbito haitiano desde Leoganne hasta Puerto Príncipe o desde Cabo Haitiano hasta la Citadele. Lo mejor es entender que uno puede, con este análisis, demostrar que a veces hemos vivido de espaldas al vecino.
La conversación entre Obama y Martelly no es una garantía de la mejoría institucional de esa Nación así como tampoco se puede decir que Haití ha comenzado a despertar de su larga pesadilla económica. En el caso haitiano, la relación política no ha sido el elemento principal que nos permitiría comprender cómo se elaboran los diferentes mundos del comercio que -acaso- no son tomados como manifestaciones cíclicas de la economía. Un mercado competitivo, a gran escala, no desdeña la manifestación de un comercio del chiripeo, la extremada realidad que nos permite conocer los entuertos de una máquina de relaciones que se dan en lo mas bajo de los estratos sociales y que permiten el modo de subsistencia a la par del establecimiento de micromercados.
Como se ha dicho en muchos cónclaves, la relación que existe entre Haití y República Dominicana debe ser de mutuo acuerdo y entendimiento global de nuestras debilidades y posibilidades. La ayuda a Haití debe ser tomada como algo serio y de hecho el terremoto del 12 de enero del 2010 demostró que ese país necesita del soporte de la comunidad internacional y el apoyo y entendimiento de su vecino mas próximo: República Dominicana. Según datos de The Economist, Haití se encuentra en el lugar número 4 en el ranking de recepción de ayuda multilateral y bilateral (3076 millones), sólo por debajo de Congo-Khinshasa (3076 millones), Ethiopía (3529 millones) y Afghanistán (6374 millones), datos que contradicen la histórica querella contra la comunidad internacional.
Me gusta entender que todo esto de comprender al otro (el infierno son los otros, dijo el filósofo Jean Paul Sartre), es una misión muy importante en la convivencia de ambos pueblos. Conocer las debilidades institucionales de Haití es algo normal pero no se propone nada para solucionar eso; imagínese lo que es la falta de instituciones y aunque parezca un tema viejo, recuérdese que el 12 de enero ese país cayó por un abismo casi insalvable. Entonces, comprendo que la Clinton Global Iniciative está en Haití con el ex-presidente Clinton y entiendo que hay una comisión binacional dominico-haitiana. También entiendo que hay empresarios dominicanos que han tenido -y tienen- relaciones claras con los haitianos y dan soporte técnico y económico.
En el caso del militar amigo sus palabras alegan que ahora la situación de Haití se parece a un mundo en llamas o a una persona que portara un galón de gasolina o que pudiera detonar -en cualquier momento- todo un caos. El analista curioso, de entender e intentar analizar el tema haitiano desde lo sociológico se daría cuenta (desde los zombies a los partos en el patio y el vudú), que Haití es un mundo surreal en lo real, una permanencia (su pueblo) en una fugacidad (sus instituciones), una realidad que no debe, bajo ninguna circunstancia, ser entorpecida por prejuicios de índole racial o ideológicos en ningún lugar del hemisferio.
La fundación Clinton trabaja, -además- con el desarrollo de inversiones de ciclo completo y la comunión entre inversionistas y mercado en un ambiente de impacto económico en compañía de empresas como Heineken, Caribbean Craft, y SRS Recycling, entre otras. Mientras tanto, los negocios entre República Dominicana y Haití generan mas de mil millones de dólares anuales, según ha dicho la dirección general de desarrollo fronterizo.