No pude contenerme. A pesar de que estaba solo en la habitación, me eché a reír.
Estaba leyendo un informe en un periódico sobre la última encuesta. Se le pidió a la gente que evaluaran a los líderes de la nación.
Parece que el Presidente del Estado, Shimon Peres, es por mucho el líder más popular en Israel. El 72% de los encuestados lo aprueba y sólo el 20% la desaprueba. Los finalistas quedaron muy atrás: 60% para el vocero del Knéset (parlamento), Reuven Rivlin; lo mismo para el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, y 57% para la agresiva Contralor del Estado, Micha Lindenstrauss. El presidente de la Corte Suprema, Dorit Beinish, ya estaba en por debajo del 50% de la tasa de aprobación: obtuvo 49%, seguido por Tzipi Livni, con 48%.
Los campeones de la impopularidad fueron los tres políticos más poderosos del país, los hombres que están dando forma a nuestro futuro: Benjamín Netanyahu (38% lo aprueba, 53% lo desaprueba); Avigdor Lieberman (40% aprueba, 52% desaprueba) y Ehud Barak (30% aprueba, ¡63% desaprueba!)
¿Por qué me río?
LA HISTORIA tiene mucho sentido del humor. Es más fácil imaginar que está dirigida por las indicaciones de los dioses intencionados y rencorosos del Monte Olimpo, que por el dios austero de los judíos que reside sobre el Monte del Templo en Jerusalén. El humor nunca ha sido su punto fuerte.
Sin embargo, aquí tenemos que Shimon Peres es la persona más popular en Israel. ¡Algo absolutamente hilarante! Porque en toda su larga vida (es dos semanas mayor que yo) nunca ha ganado unas elecciones. (Los miembros del Knéset no son elegidos personalmente, sino como miembros de una lista del partido.)
Peres es un político desde la edad de 20 años y nunca ha sido otra cosa. En un país democrático, el negocio de un político es ser elegido y reelegido. Sin embargo, Peres nunca lo fue. En decenas de campañas electorales ‒elecciones en el Knéset y elecciones primarias del partido‒ nunca ha ganado. (Él nunca ha ganado una mayoría en una elección como líder del partido, y no fue elegido en otros casos en que iba como un candidato individual.) Los electores, simplemente, no pudieron decidirse a votar por él.
(En una ocasión lanzó una pregunta retórica en una asamblea del partido: "¿Soy un perdedor?" La respuesta fue un estruendoso: "¡SI")
Incluso su trabajo actual lo obtuvo por un golpe de suerte. El Presidente del Estado es elegido por la Knéset mediante votación secreta. Cuando Peres se postuló para la presidencia por primera vez, el Knéset lo rechazó, prefiriendo a un mediocre, uno del montón, llamado Moshe Katzav. Esa fue la humillación suprema. Sólo cuando se descubrió que Katzav era un abusador de mujeres en serie y tuvo que enunciar, Peres fue elegido por un compungido Knéset. Los miembros parecen haberse dicho a sí mismos: "ya es bastante; no podemos seguir torturando a este hombre, que después de todo ha sido miembro del Knéset unos 45 años.
Y ahora, este hombre, que casi todo el mundo solía odiar, se ha convertido en el líder más amado en el país, además de ser un respetado estadista en todo el mundo. Es curioso.
Lo conocí en 1953. Yo era el dueño y editor de una popular revista noticiosa, él era el recién nombrado director general del Ministerio de Defensa, una posición inmensamente poderoso, porque el ministro era David Ben-Gurión. Y Peres se convirtió en su ayudante principal.
Él me había invitado a una reunión sobre algún asunto trivial. No fue un amor a primera vista. En verdad, no nos caímos bien desde el primer momento.
No fue sólo falta de química. Había una razón muy concreta por la cual muchas personas de mi generación ‒y la suya ‒ lo detestaba: no sirvió en el ejército en la guerra de 1948. Fue algo casi increíble: cuando la lucha estalló, todos nosotros nos lanzamos a defender los colores, nuestra generación entera fue violada por la guerra, y yo mismo resulté gravemente herido. Sin embargo, aquí estaba un hombre joven que había pasado por alto estos acontecimientos trascendentales.
Para ser justos, Peres no se mantuvo ocioso durante la guerra. Ben-Gurion lo envió al extranjero para adquirir las armas que se necesitaban desesperadamente. Pero eso pudo haberlo hecho una persona mayor, en lugar de un joven sano de 25 años. Era un estigma que se le aferró durante décadas, mientras la generación de la guerra marcaba el tono de nuestro nuevo Estado. Esto ayuda a explicar, por cierto, por qué perdió varias veces frente a Yitzhak Rabin, un auténtico comandante en el combate, amado y respetado por casi todo el mundo.
Sin embargo, aunque siempre hubo buenas razones para que nadie lo quisiera, parece que la aversión en su contra era básicamente irracional. Él mismo, una vez se quejó de que cuando era niño, cuando volvía a casa de la escuela (judía) en su ciudad natal de Polonia, los otros niños (judíos) le daban una paliza sin razón alguna, y su hermano menor tenía que apresurarse a salir en su defensa. "¿Por qué me odian?", le preguntaba a su madre lastimeramente.
Afortunadamente, sus padres lo llevaron a Palestina en la década de 1930, cuando tenía 13 años de edad (yo que llegué un poco antes). Fue enviado a una aldea juvenil sionista famosa, se casó con la hija del carpintero local y se estaba a estableciendo en un kibutz, cuando descubrió una vocación más alta.
EN LOS PRIMEROS años de la década de 1940 se produjo una escisión en el Mapai, el partido gobernante todopoderoso en el Yishuv (la comunidad judía en Palestina). Los disidentes fundaron un nuevo partido, más socialista, más orientado al kibuts y más "activista" en los asuntos nacionales. Naturalmente, la mayoría de los jóvenes se sintieron atraídos.
Esa fue la primera gran oportunidad de Peres. Fue uno de los ,uy pocos jóvenes que permanecieron fieles al vieja tendencia, y por lo tanto atrajo la atención de los jefes del partido, Ben-Gurion y Levy Eshkol. Ese fue el final de Peres, el pro kibutz, y el nacimiento Peres, como político de toda una vida.
Hizo lo que hizo más tarde muchas veces en su vida. "Surcó" el país, visitó todas las oficinas locales del movimiento juvenil, hizo un discurso tras otro. Su infatigable diligencia compensó la falta de encanto natural. Su voz profunda dio a sus trivialidades más banales el anillo de una verdad profunda.
¿CUÁLES ERAN sus convicciones más íntimas? ¿En qué creía?
Bueno, eso depende del año, el día y la hora. A lo largo de su vida política, Peres ha adoptado todos los puntos de vista posibles, desprendiéndose de ellos sin mirar hacia atrás y ha asumido otros. Él es el ejemplo perfecto de la famosa frase de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros. "
Cuando lo conocí, era un halcón delirante. Él y Moshe Dayan estaban presionando a Ben-Gurión ‒y estaban siendo empujados por él‒ a la guerra mediante el "calentamiento" de las fronteras con "ataques de represalia". Él se jacta de ser el arquitecto de la alianza franco-israelí.
Francia estaba peleando una guerra sucia para mantener a Argelia bajo su control y necesita a Israel para desviar la atención del líder egipcio Gamal Abd-al-Nasser. Peres sirvió de buen grado a esta noble causa y se preparó la confabulación franco-israelí-británica que llevó al ataque contra Egipto. La guerra de Suez de 1956 fue un desastre para Israel, porque, finalmente, consolidó ante los ojos de los árabes la posición de Israel como un aliado de las odiadas potencias colonialistas. A cambio, Francia le dio a Peres un preciado regalo: el reactor nuclear de Dimona. Incluso ahora, Peres considera esto uno de sus mejores logros.
Peres anunció entonces que la alianza entre Francia e Israel no se basaba en intereses sórdidos, sino en profundos valores comunes. Al igual que muchas de los declaraciones inmortales de Peres, a ésta le tomó menos de diez años perder su brillo: Charles de Gaulle renunció a Argelia, Francia trató de restablecer su posición en el mundo árabe; las relaciones con Israel fueron arrojados por la borda, sin contemplaciones, junto con los "profundos valores comunes".
Como Ministro de Defensa a mediados de la década de 1970, Peres fue el padre de los asentamientos en el centro de Cisjordania. Él usó a los colonos para socavar a su archi-enemigo, Rabin, quien era primer ministro, y que se opuso en principio a la creación de asentamientos en los territorios ocupados.
Posteriormente, Peres, surgió de repente como el "Hombre de la Paz". No con el pueblo palestino, Dios no lo quiera, sino con el rey Hussein de Jordania. Como ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete de coalición de Yitzhak Shamir, negoció un acuerdo secreto con Su Majestad, pero fue rechazado de inmediato por Shamir, al que no se le ocurriría hacer la paz con nadie. Así que eso fue todo.
En ese momento Peres se dio cuenta de que la paz, como idea abstracta, era bueno para él. Se convirtió en el profeta del "Nuevo Medio Oriente", sin parar de hablar de ello, y sin hacer nada por ella. Cuando Yasser Arafat inició lo que se convirtió en el "Acuerdo de Oslo", Peres lo abrazó con entusiasmo y reclamó la autoría única. Incluso, me invitó a una reunión privada en la que me sermoneó con el celo de un converso sobre el fondo de la solución de dos Estados (que he defendido públicamente desde 1949).
La prueba práctica se produjo cuando Rabin fue asesinado y Peres tomó el mando. Por primera vez, era libre de actuar y convertir a Oslo de inmediato en un acuerdo de paz real. En lugar de eso, comenzó una guerra en el Líbano que tuvo un final rápido y desastroso cuando la artillería causó ‒por error‒- una masacre en Qana. Aprobó el asesinato de un importante líder de Hamas, que pusieron en marcha una serie de sangrientos atentados suicidas en todas las ciudades importantes de Israel. Así perdió Peres las elecciones (de nuevo) y Netanyahu llegó al poder.
Pero ese no fue el final. Ariel Sharon se separó del Likud y fundó el partido Kadima. Después de perder su candidatura a la presidencia del Partido Laborista, Peres, los dejó y se unió a Kadima. Como el inventor de El Nuevo Medio Oriente que le dio a Sharon, el enemigo jurado de la independencia palestina, un certificado kosher y desempeñó un papel importante en conseguir que el mundo lo aceptara. Ahora está realizando el mismo servicio para Netanyahu, valiéndose de su cargo como presidente y estadista, de convencer a los gobiernos del mundo de que Netanyahu es, de corazón, un hombre de paz y un momento dado ‒dentro de mucho, mucho tiempo‒ "sorprenderá al mundo".
COMO PRESIDENTE del Estado, Peres habla sin cesar, como lo ha hecho siempre. Sin embargo, en todos sus incontables millones de palabras, que todavía no han detectado una idea original, único.
Eso es, de por sí, un curioso estado de cosas. Al igual que Ben-Gurión, a quien trata de imitar, Peres se presenta como un profundo pensador, un intelectual que lee todos los libros importantes. Uno de sus ex asesores dice que nunca lee un libro, pero hace que sus ayudantes preparan resúmenes de contenidos, para hablar sobre ellos, con pleno conocimiento. Juzgo por su estilo ‒una persona que lee poesía y la literatura está obligada a reflejar algo de esto en sus discursos y escritura. Los "productos" Peres son uniformemente de poco calado, su hebreo, trillado y superficial. No es de extrañar que ahora sea el líder más popular en Israel.
El hombre que ha defendido todo, la guerra y la paz, el socialismo y el capitalismo, el secularismo y la religión, y cuyos principios son tan elásticos que puede abarcar cualquier cosa y a todo el mundo, por fin ha logrado, en el aniversario 63 º del Estado de Israel, lo que ha estado buscando toda su vida: que la gente lo ame.