LA FRASE MÁS sensata -casi escribo "la única sensata"- pronunciada esta semana brotó de los labios de un niño de cinco años.

Después del intercambio de prisioneros, uno de esos reporteros sabelotodo de la televisión le preguntó: "¿Por qué liberamos 1,027 árabes por un soldado israelí?". Esperaba que él, por supuesto, diera la respuesta habitual: porque un israelí vale más que mil árabes.

El niño contestó: "Porque capturamos muchos de ellos y ellos nos capturaron a uno sólo".

DURANTE MÁS de una semana, todo Israel estuvo en un estado de ebriedad. Gilad Shalit realmente gobernó el país (Shalit significa " gobernador"). Su imagen estaba por todas partes, como las del camarada Kim en Corea del Norte.

Fue uno de esos raros momentos en que los israelíes pueden sentirse orgullosos de sí mismos. Pocos países, si es que hay alguno, estarían dispuestos a intercambiar 1,027 prisioneros por uno. En la mayoría, incluido los EE.UU., habría sido políticamente imposible que un líder tomara tal decisión.

En cierto modo, es una continuación de la tradición judía del gueto. La "Redención de los Prisioneros" es un deber religioso sagrado, nacido de las circunstancias de una comunidad perseguida y dispersa. Si un judío de Marsella era capturado por corsarios musulmanes para ser vendido en el mercado de Alejandría, el deber de los judíos en El Cairo era pagar el rescate y "redimirlo".

Como dice el antiguo refrán: "Todos en Israel son garantes entre sí".

Los israelíes podrían mirarse en el espejo, y sí, se miraron en el espejo, y dijeron: "¿No somos maravillosos?"

INMEDIATAMENTE DESPUÉS del acuerdo de Oslo, Gush Shalom, el movimiento por la paz al que pertenezco, propuso la liberación de todos los prisioneros palestinos a la vez. Son prisioneros de guerra, dijimos, y cuando la lucha termina, los prisioneros de guerra son enviados a su casa. Esto transmitiría un poderoso mensaje humano de paz a todas las ciudades y pueblos palestinos. Organizamos una manifestación conjunta con el líder árabe de Jerusalén, ya fallecido, Feisal Husseini, frente de la prisión de Jeneid, cerca de Naplusa. Participaron más de diez mil palestinos e israelíes.

Sin embargo, Israel nunca ha reconocido a estos palestinos como prisioneros de guerra. Se les considera delincuentes comunes, sólo que peor.

Esta semana, la referencia a los prisioneros liberados no era como "combatientes palestinos", o "militantes" o simplemente los "palestinos". Todos los periódicos y programas de TV, desde la elitista Haaretz hasta el tabloide más primitivo, se refirieron a ellos únicamente como "asesinos", o en buena medida, "viles asesinos".

Una de las peores tiranías en la tierra es la tiranía de las palabras. Una vez que una palabra se atrinchera, dirige el pensamiento y la acción. Como lo dice la Biblia: "La muerte y la vida están en poder de la lengua" (Proverbios 18:21). La liberación de un millar de combatientes enemigos es una cosa; la liberación de miles de viles asesinos es otra.

Algunos de estos presos han ayudado a terroristas suicidas a matar a mucha gente. Algunos han cometido actos atroces en realidad, como la bella joven palestina que utilizó el Internet para atraer a un niño israelí enfermo de amor de 15 años a una trampa, donde fue acribillado a balazos. Sin embargo, otros fueron condenados a cadena perpetua por pertenecer a una "organización ilegal" y por posesión de armas, o por lanzar una fútil bomba casera ineficaz contra un autobús que no hizo daño a nadie.

Casi todos ellos fueron condenados por tribunales militares. Como se ha dicho, los tribunales militares tienen la misma relación con los tribunales reales, que la música militar con la música real.

Todos estos presos tienen, en la jerga israelí, "sangre en sus manos". Pero, ¿qué israelí de nosotros no tiene sangre en sus manos? Claro, una joven soldado que por control remoto mata a un sospechoso palestino y a toda su familia no tiene sangre pegajosa en sus manos. Tampoco la tiene un piloto que deja caer una bomba en un barrio residencial y siente sólo "un ligero golpe en el ala", como expresó un ex jefe del Estado Mayor. (Un palestino una vez me dijo: "Dame un tanque o un avión de combate, y renuncio al terrorismo de inmediato".)

El principal argumento contra el canje fue que, de acuerdo con las estadísticas de los  servicios de seguridad, el 15% de los presos que son liberados vuelven a ser "terroristas" activos. Tal vez. Sin embargo, la mayoría de ellos se convierte en partidarios activos de la paz. Prácticamente, todos mis amigos palestinos son ex presos, algunos de los cuales estuvieron tras las rejas por 12 años y más. Aprendieron hebreo en prisión, se familiarizaron con la vida de Israel viendo la televisión e incluso comenzaron a admirar algunos aspectos de Israel, como nuestra democracia parlamentaria. La mayoría de los presos sólo quería volver a su casa, establecerse, y fundar una familia.

Sin embargo, durante las interminables horas de espera para el regreso de Gilad, todas nuestras estaciones de televisión mostraron escenas de la matanza en las cuales los que serían prisioneros habían participado, como la joven que condujo a un suicida a su destino. Fue una diatriba continua de odio. Nuestra cálida admiración por nuestra propia virtud se mezclaba con la escalofriante sensación de que estamos siendo de nuevo las víctimas, obligados a liberar viles asesinos que, otra vez, van a tratar de matarnos.

Pero todos estos prisioneros creían fervientemente que habían servido a su pueblo en su lucha por la liberación. Al igual que la famosa canción: "Mátame como un soldado irlandés / No me cuelguen como un perro / Porque luché por la libertad de Irlanda…", Nelson Mandela, hay que recordarlo, era un terrorista en activo, que languideció en prisión durante 28 años porque se negó a firmar una declaración condenando el terrorismo.

Los israelíes (probablemente, al igual que la mayoría de los pueblos) son incapaces de ponerse en los zapatos de sus adversarios. Esto hace que sea prácticamente imposible llevar a cabo una política inteligente, en particular sobre este tema.

¿CÓMO SE LOGRÓ que Benjamín Netanyahu cediera?

El héroe de la campaña es Noam Shalit, el padre. Una persona introvertida, tímida y retirada de la publicidad, salió y luchó por su hijo todos los días durante estos cinco años y cuatro meses. Igual lo hizo la madre. Literalmente, le salvaron la vida. Tuvieron éxito en la creación de un movimiento de masas sin precedentes en los anales del estado.

Contribuyó a ello que Gilad se viera como el hijo de cualquiera. Es un joven retraído, con una sonrisa encantadora, que podía verse en cada una de las fotos y videos de antes de la captura. Se le veía joven, delgado y sin pretensiones. Cinco años más tarde, esta semana, todavía tenía el mismo aspecto, sólo que muy pálido.

Si nuestros servicios de inteligencia hubieran podido dar con su paradero, sin duda habrían tratado de liberarlo por la fuerza. Esto bien podría haber sido su sentencia de muerte, como ha ocurrido tantas veces en el pasado. El hecho de que no lo pudieran encontrar, a pesar de los cientos de agentes en la Franja de Gaza, es un logro notable para Hamas. Esto explica por qué se le mantuvo en un aislamiento estricto y no se le permitió reunirse con nadie.

Los israelíes se sintieron aliviados al descubrir, cuando fue liberado, que parecía estar en buenas condiciones, saludable y alerta. De las pocas frases que expresó por el camino en Egipto, dijo que le habían facilitado radio y televisión y que sabía de los esfuerzos de sus padres.

Desde el momento en que puso pie en suelo israelí, no permitieron que saliera casi nada sobre la forma en que fue tratado. ¿Dónde lo retenían? ¿Cómo era la comida? ¿Sus captores hablaban con él? ¿Qué opina de ellos? ¿Aprendió el árabe? Hasta ahora, ni una palabra sobre lo primero, probablemente debido a que podría arrojar alguna luz positiva sobre Hamas. Sin dudas lo informarán cuidadosamente antes de que se le permita hablar.

CORRESPONSALES EXTRANJEROS, en repetidas ocasiones, me preguntaron esta semana si el acuerdo había abierto el camino para un nuevo proceso de paz. En lo que al estado de ánimo del público se refiere, todo lo contrario.

Los mismos periodistas me preguntaron si Benjamín Netanyahu no se había perturbado por el hecho de que el canje estaba destinado a fortalecer a Hamas y asestarle un duro golpe a Mahmud Abbas. Quedaron atónitos ante mi respuesta: que este es uno de sus principales objetivos, si no el principal.

La magistral jugada fue un golpe contra Abbas.

Los movimientos de Abbas en la ONU han alterado profundamente a nuestro gobierno de derecha. Incluso, si el único resultado práctico es una resolución de la Asamblea General para reconocer al Estado de Palestina como un Estado observador, este será un paso importante hacia un Estado palestino real.

El actual gobierno, al igual que todos los gobiernos desde la fundación de Israel -sólo que más– está totalmente en contra de un Estado palestino que pondría fin al sueño de un Gran Israel hasta el río Jordán, nos obligaría a devolver un gran pedazo de la tierra que Dios nos prometió y a evacuar decenas de asentamientos.

Para Netanyahu y compañía, este es el verdadero peligro. Hamas no representa absolutamente ningún peligro. ¿Qué pueden hacer? ¿Lanzar algunos cohetes, matar a unas pocas personas?  ¿Y qué? Ningún año el "terrorismo" ha matado a la mitad de las personas que mueren en nuestras carreteras. Israel puede lidiar con eso. Para empezar, el régimen de Hamas probablemente no estaría administrando la Franja de Gaza si Israel no hubiera separado a la Franja de la Cisjordania, contrariamente a la promesa solemne de Oslo de crear cuatro corredores seguros. Ninguno se abrió nunca.

Esto, por cierto, también explica el momento. ¿Por qué Netanyahu acepta ahora algo a lo que ha opuesto violentamente toda su vida? Debido a que Abbas, el pollo desplumado, de repente se ha convertido en un águila.

El día del canje, Abbas pronunció un discurso. Sonaba más bien plano. Para el palestino promedio, el caso era muy simple: Abbas, con todos sus amigos israelíes y estadounidenses, no ha logrado ninguna liberación en años. Hamas, empleando la fuerza, ha logrado la liberación de más de mil, incluidos miembros de Fatah. Ergo: "Israel sólo entiende el lenguaje de la fuerza".

La gran mayoría de los israelíes apoyó el acuerdo, aunque convencidos de que los viles asesinos volverán a intentar matarnos.

Nunca estuvieron las líneas divisorias tan claras como en esta ocasión: el 25% se opuso. Aquí se incluyen todos los de extrema derecha, los colonos y casi todos los religiosos nacionalistas. Todos los demás -el enorme campo del centro y de la izquierda, el secular, el liberal y los religiosos moderados- lo apoyaron.

Esta es la corriente principal de Israel, en la que descansan las esperanzas para el futuro. Si Netanyahu hubiera propuesto un acuerdo de paz con los palestinos esta semana, y si él hubiera estado apoyado por los jefes del ejército, el Mossad y el Servicio de Seguridad (como ocurrió esta semana), esa misma mayoría lo hubiera respaldado.

En cuanto a los prisioneros, otros 4,000 siguen detenidos en cárceles israelíes, y esa cifra es probable que vuelva a crecer. Los que se oponen al acuerdo tienen mucha razón al decir que se le proporcionará a las organizaciones palestinas un fuerte incentivo para que renueven sus esfuerzos para capturar soldados israelíes con el fin de conseguir más prisioneros liberados.

Si todo Israel está ebrio de emoción porque un muchacho ha sido devuelto a su familia, ¿qué podemos decir sobre las cerca de 4,00 familias en el otro lado? Desgraciadamente, los israelíes comunes y corrientes no se plantean la cuestión de esta manera. Ya se acostumbraron a ver a los prisioneros palestinos sólo como moneda de cambio.

¿Cómo frustrar los esfuerzos para capturar más soldados? Hay sólo una alternativa: abrir una vía creíble para liberarlos mediante un acuerdo.

Como la paz, si me excusan la expresión.