Dentro del universo de lo posible en la doble trampa que genera El Progreso en Latinoamérica y el Caribe, las opciones claves son limitadas y las alternativas peligrosas, y ambas atentan contra el valor inherente del ser humano, su dignidad, las opciones claves las configuran la tríada improductiva de la informalidad laboral, el subempleo y el empleo publico. Y las alternativas son las que por su naturaleza violenta automáticamente convierten en carne de cañón a los ciudadanos socialmente excluidos de facto desde su nacimiento. Las opciones alternativas que propicia un entorno violento suponen la explotación laboral de niños, la trata de niñas, adolescentes y mujeres, robos, sicariato y la prostitución de mujeres y hombres, todo sea por dinero, cuando la vida humana se ve acorralada por el pragmatismo político, la vida así misma se reduce a su salvajismo más crudo y violento, ya no es la trampa del Progreso lo que importa, no la vemos si la visión es corta y el hambre llama, no es volar lo que importa, sino comer, sobrevivir en la trampa. Esta última reflexión me sobreviene de la fábula novelada de Juan Salvador Gaviota, una gaviota singular y solitaria, contrario a la Bandada; “para la que comer no era lo que importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar”.

El pensamiento de la Bandada, de los socialmente excluidos enmarcado en la normativa de la mediocridad, no se detiene para aprender más que las mismas normas de vuelo elementales: las que les permitan ir y volver por la comida. Así lo confirma el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE), en su investigación, “Aproximación a la evaluación del léxico receptivo escolar en la República Dominicana”. Actualmente los jóvenes presentan dificultades en la comprensión del significado de una palabra a partir de su lectura, es decir, en el conocimiento receptivo de esa palabra, lo que indica deficiencia en dos capacidades lingüísticas; en la interpretación del texto en el que está incluida la palabra y en la incorporación de esta palabra al léxico productivo del alumno. Igual de preocupante resultó un estudio regional de carácter comparativo, realizado por la UNESCO en 2019, en el que presentaron que el 62.3% de la población dominicana de 10 años, no podía comprender la lectura de un simple texto, los jóvenes carecen actualmente de las destrezas mínimas necesarias para descodificar un texto y comprender su significado. Si sumamos a esto finalmente el resultado de la Evaluación PISA 2018, en la cual quedamos en último lugar del promedio general en lectura, por debajo de la media no solo de Latinoamérica sino también de los países de la OCDE, no es complicado entender el porqué de la normalización de la violencia y la percepción de injusticia generalizada, mucho menos la dificultad para entender en qué consiste la doble trampa de alta desigualdad estructural y baja productividad, a la Bandada solo le hace falta lo que grita su estómago; los pesqueros malhumorados y su pan duro.

Es solo un asunto de tener prioridades claras y establecidas, Lev Tolstói bien lo entendía cuando dejó claro que antes que la cultura primero es vivir, después filosofar: “Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, sería oportuno saber si no se están muriendo de hambre”; sabía perfectamente que sin riqueza, no hay civilización y así sentenció: “No serán nunca las escuelas las que civilizarán a nuestro pueblo. Lo que necesita el pueblo es un sistema económico en que aumente su riqueza, tenga más tiempo libre y, entonces, ya vendrán las escuelas.”

A juzgar por nuestros resultados, bien sabemos que no se equivocó, una baja productividad que propicia solo trabajos improductivos en mayor proporción, aquellos orientados al mantenimiento del viejo orden social basado en clases, como lo es el crecimiento desproporcionado del Estado, que no genera riquezas y que no es capaz de multiplicar sus fuerzas productivas en un tiempo razonable, es una receta infalible para el estancamiento. El modelo educativo dominicano tanto en su aspecto formal, diseño y gestión curricular, refleja el mismo caos y desorganización que las mentes hambrientas de poder que lo dirigen, es un reflejo de quienes insertos en el entramado Estatal no pueden dar más que lo que son, puesto que nadie puede concebir y comprender más allá de sí mismo, según la medida de su propia inteligencia. Así lo demuestra el retiro de 16 instituciones de 20, designadas para garantizar la transparencia del debido proceso del Concurso de Oposición Docente, los miembros de esas instituciones señalaron en su misiva que no recibieron las informaciones requeridas en las condiciones adecuadas, para planificar el trabajo de campo a fin de ejecutar la veeduría, a la fecha aún estaban a la espera del cronograma de aplicación de las pruebas, un proceso que sin la debida planificación a tiempo imposibilita el cumplimiento de su observancia y análisis.

En las actuales condiciones, por tanto, es fácil domesticar y politizar una mente sin formación humana y desprovista de las herramientas esenciales que le permitan conocer, analizar y comprender los fenómenos naturales, políticos y socioeconómicos, y como buenos vasallos hambrientos, cuya mentalidad se encuentra adaptada al entorno hostil, seres altamente sensibles, reactivos, concentrados en sus sentidos y negados a cualquier reflexión que atente contra su “patrón”, “su papá”, “su lídel”, creen que más poder equivale a hacer justicia y que esa sociedad ideal es la que está más controlada (por su bando por supuesto), porque los exime de la responsabilidad social de hacerse cargo, más allá de sus necesidades básicas, aunque todo esto entrañe una contradicción fundamental, más control, más represión en detrimento del bienestar de todos.

La política solo puede actuar con fuerza material o psicológica por medio de represión espiritual, ideológica o policial, una jugada política bien dirigida no produce más que poder y mientras más instituciones, comisiones, gabinetes y programas asistenciales existan, no son otra cosa que fines o instrumentos de ese poder.

Pero una mente politizada no desea ya ver este poder controlado, antes prefiere verlo en expansión. Porque su mente ya tan adaptada a sus instintos y a los reclamos que le hacen sus vísceras, que considerará todo problema un problema político, que solo a través de la acción política es el único camino posible para su resolución en vista de su incapacidad y marcada desventaja, y es por eso que la Bandada se orienta cada vez más hacia la fuerza y la violencia, y más se concentra en ella mentalmente. Ante su culpable incapacidad, su percepción se subordina a merced del hambre, del miedo de qué comerá mañana y sometido a sus instintos orientará sus posturas políticas dentro del marco mediocre de lo posible,  y sus opciones se limitarán a lo que sus ojos ven y sus tripas le gritan, así se adapta la mente al estómago hambriento; la violencia se convierte en su sistema de compensación y su discurso, en vista del insuficiente desarrollo cognitivo para comprender lo que lee y entender el significado de una palabra para incorporarla a su vocabulario de manera efectiva y a su vez la incapacidad de relacionar lo aprendido en el plantel con su vida diaria, pierden la fe en la capacidad de la comunicación para alcanzar y sostener acuerdos, la frustración aumenta, la percepción de la desventaja es más evidente, las oportunidades son escasas ante su escasa preparación y en ausencia de mecanismos efectivos de gobernanza para procesar pacíficamente los conflictos, las tensiones terminan detonando de la peor manera en el hogar, en la instrumentalización de las relaciones humanas en el trabajo y la política, adicionado a la subestructura del crimen organizado y se convierte en un modus operandi que el homo moralis adapta a su existencia entrampada y miserable.

Parafraseando a Dostoievski en Humillados y ofendidos: “He enconado la herida. Dicen que el saciado no comprende al hambriento; pero yo, añadiría, que es más difícil aún que un hambriento comprenda a otro hambriento.”

El pragmatismo político hambriento de ideas e ideales ha perturbado tanto los sentidos y jugado tanto con el hambriento a través de sus tres grandes defectos ideológicos, como lo son: el privilegio de los egos y su afán de personalismo; la acumulación de recursos materiales y humanos como medios para sus fines particulares, y la negación de los ideales con los que en principio manipulaban a los incautos que a sus fines prácticos no sirven, que bien convendría retomar el ideal del significado más profundo de volar que dominaba el espíritu de Juan Salvador Gaviota; una gaviota para la que comer no era lo que importaba, sino volar, aunque ese modo de pensar no era el más popular entre las gaviotas que no valoran los vuelos rasantes y los planeos, Juan descubrió una razón para vivir y pensó: “podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar! No creas lo que tus ojos te dicen. Solo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de volar.”