Cuba parece un gran hospital. Todo gira alrededor de los médicos y las medicinas. El Noticiero Estelar de la Televisión (el mayor informativo del país) dedica parte de su espacio a tratar temas relacionados con la salud.

Y el resto de los medios de comunicación, repetitivos y monótonos, reproducen los mismos contenidos hasta el cansancio. La mayoría de las conversaciones de la gente común, de tanta sobresaturación noticiosa sobre el asunto, giran en torno a posibles enfermedades y curas.

Aquí cualquiera dicta una conferencia magistral acerca de los efectos secundarios de tal o mas cual pastilla. O habla, con firmeza y argumentos teóricos, de novedosas cirugías cardiovasculares. Quizás se cumpla aquella máxima de pacotilla de que cada uno lleva un médico dentro. Sí, pero de manigua.

Pero, ¿de qué lugar sale el dinero que «dona» el Señor Estado? Respuesta: de nuestras carteras. Sale de la parte del salario que nunca nos pagan. Solo premian nuestro esfuerzo cotidiano con un por ciento (por eso no alcanza para casi nada)

Las series televisivas de factura estadounidense que muestran el interesante y desgarrador mundo de las consultas y salones de operaciones son difundidas a bombo y platillo por los cinco canales de alcance nacional. En ocasiones aburren y, para colmo, algunas coinciden en los horarios de transmisión. Y ninguna tiene menos de cinco o seis temporadas de largos e intensos capítulos. El cuento de nunca acabar.

Los partidarios de teorías conspirativas afirman que existen propósitos ocultos detrás del inmenso bloque informativo y de entretenimiento. Ideología pura y dura. Cada quien manipula el mensaje según sus intereses. El aumento de las matrículas en las universidades médicas cubanas constituye un hecho irrefutable.

Los ingresos económicos millonarios derivados de las colaboraciones o misiones de salud en otras naciones resultan de conocimiento público (aunque con poca o ninguna divulgación oficial en cuestión de cifras). El «ejército de batas blancas» crece en número  de efectivos y se prepara para nuevos compromisos internacionales. Por tanto… Saque cuentas.

Hoy laboran en Venezuela y Brasil, por citar dos casos representativos, cientos de galenos y enfermeros provenientes de la Mayor de las Antillas. Allí mejoran las atenciones sanitarias de las poblaciones desfavorecidas y reciben, en cambio, solo una pequeña porción del dinero total suscrito en los contratos. Pero algo es mejor que nada.

En las últimas semanas decenas de profesionales de la salud cubanos partieron rumbo a África Occidental con el objetivo de combatir el mortal virus del ébola, iniciativa que fue reconocida por prestigiosas instituciones médicas y por gobiernos elegidos de manera democrática.

El arrojo y capacidad del personal sanitario formado en la Isla se resalta con frecuencia en los medios de prensa extranjeros y son escasos los que dudan de sus virtudes. Sin embargo, las autoridades del país politizan las ayudas humanitarias y, al final, se agencian el crédito. Cosas de la política.

Otro dato curioso, en los interiores del gran hospital, puede ser el consumo notable de medicamentos por parte del pueblo. Las farmacias permanecen, casi siempre, repletas de personas enfermas y sanas. Y los suministros no dan para más. Hay que comprar lo que venga. Sea lo que sea. La escasez aterroriza a los cubanos, quienes han sufrido en carne propia los efectos de una crisis económica interminable. El botiquín familiar, por si acaso, necesita surtirse periódicamente. Uno nunca sabe.

Cuba posee una industria farmacéutica de primer nivel y exporta medicinas de alta demanda en el mercado mundial. También abastece al mercado interno y, a pesar de los enormes volúmenes de producción, todavía es insuficiente. El consumo desmedido de pociones y pastillas enloquece y trastorna a una sociedad que se cree enferma. Dinero que sale y que no regresa así como así. Cobrando y soltando. Y los bolsillos andan pelados.

Los consultorios médicos y los policlínicos rebosan de supuestos pacientes que solicitan recetas de todo tipo. Con el fin de salir del paso, los doctores ceden y atienden al próximo en la fila. De lo contrario, gastarían su tiempo en vanas explicaciones educativas o en fuertes y acaloradas discusiones.

La propaganda oficial reconoce el carácter gratuito de la totalidad de los servicios de salud existentes en la Isla, pero no revela de dónde proviene la plata que sustenta el sistema sanitario completo. Algunos comentan que el multimillonario Señor Estado es el que paga y que los cubanos debemos estar agradecidos.

Pero, ¿de qué lugar sale el dinero que «dona» el Señor Estado? Respuesta: de nuestras carteras. Sale de la parte del salario que nunca nos pagan. Solo premian nuestro esfuerzo cotidiano con un por ciento (por eso no alcanza para casi nada) y el resto costea la salud y la educación (a modo de seguro silencioso). Sume además las ganancias monetarias en otros sectores de la economía y que pertenecen al propio pueblo.

El gran hospital tiene reglas, logros, y puntos grises. Funciona renqueante y con eso basta. Al menos por ahora.