Como todos recuerdan, durante el proceso de selección del candidato presidencial del PLD, el establishment morado (la poderosa nomenclatura mezcla de OTAN y Pacto de Varsovia) y algunos seguidores fundamentalistas del Presidente Fernández, apostaron a las aspiraciones de varios peledeístas para enfrentar a Danilo Medina, pero ninguno conectó con la gente. (Ver encuestas.)
En esa pre-precampaña de aspirantes no aspirados hubo una excepción: Margarita Cedeño de Fernández.
Sin embargo, quienes en abril del 2006 no se atrevieron a pedirle al jefe del Estado derogar el decreto que nombró como Embajador de la República al principal difamador del pensamiento, la persona, la obra y la familia de Juan Bosch, esta vez sí sacaron coraje para exigirle, -algunos de muy mala manera- a su presidente y líder (tan jodidamente tolerante él) que impidiera la precandidatura de la señora De Fernández, la doctora Cedeño.
¿De dónde salió ese rechazo tan visceral y de tan "mala leche" a la dama primera y activista social? El asunto es sencillo si se analiza desde el mundo de la psicología. Y es que el triunfo -o una derrota digna- de Margarita frente a Danilo hubiese sido demasiada frustración para egos tan inflados que ya habían sido desplazados del poder presidencial y vicepresidencial por Leonel y Jaime David en 1996, y que en 2002 y 2004 también lo fueron del poder municipal por otro relativamente joven y para colmo de males, relativamente recién llegado: Roberto Salcedo.
Hubiese sido un calvario de bruja en paro, de drogata en crisis de abstinencia, el tener que aceptar y reconocer que una señora abogada, desconocida para las grandes masas nacionales hasta ayer en la tarde, es decir, hasta su matrimonio con el jefe del Estado, por su trato jovial sin poses, sin arrogancia prepotencia ni "aloque" por las mieles y los buenos aires del poder; por su pasión, su eficiencia gerencial, su talento y su especial carisma, había logrado lo que otros no han alcanzado en décadas de militancia política en el PLD, con y sin vacaciones.
Y así, a la doctora Cedeño le cerraron el paso con la virulencia de un dictador fracasado o de un preboste impotente.
Mientras esto ocurría, en la soledad de la tercera planta de FUNGLODE, Leonel Fernández se convencía de que el rechazo militante de sectores del gran poder económico, iglesias, embajadas (más todo su ejército de ONGs e influyentes periodistas) hacía inviable una segunda repostulación suya, democráticamente, por supuesto. Que saldría más cara la sal que el chivo. Eso.
Fuera Leonel y Margarita de la contienda, Danilo tuvo la puerta abierta, pues todos los demás candidatos lo eran solo en la posibilidad de que Fernández los apoyara, terrible error pues ni en Babia se regalan los liderazgos.
Por eso, afirmamos al momento de su convincente victoria, que la victoria de Danilo era un reconocimiento a la tenacidad, la inteligencia emocional y sobre todo a los co… rajes del político sureño. (Como en el amor, en la constancia está el triunfo, amor)
Hasta entonces, los halcones morados celebraban el triunfo de Hipólito Mejía, empecinados en pensar que este se enfrentaría al liderazgo racional pero también pasional y carismático de Leonel Fernández. Y así llegamos al gran drama de la candidatura de un Danilo dueño de un liderazgo rico en saberes y contenidos, de una exitosa experiencia de Estado 1996-2000, pero carente de ángel o carisma, ese intangible don de generar simpatía, confianza, incluso cuando no se ha trabajado para merecerlas.
Es un liderazgo con esas características el que se enfrenta hoy a otro, al del presidente Mejía, que es justo y lo contario: Pobre discurso, pésima experiencia de estado 2000-2004, pero, ay, dueño de un encanto y un carisma que conecta directo al corazón de la gente. ¡Vaya vaina!
He ahí el gran drama de Danilo. Mañana sigo.