Aires de reforma tributaria se respiran en el ambiente y, como decía el bien recordado Juan Hernández: “los tiempos de reforma se parecen a las navidades, en las cuales surgen numerosas orquestas que solo tocan en ese periodo festivo”. Ahora el clamor parece ser el siguiente: en el país el porcentaje de impuestos indirectos (ITBIS y selectivos) que se paga es más alto que en las economías desarrolladas y en una reforma, los impuestos indirectos deben bajar y deben subir los directos (impuestos sobre los ingresos).
Esta reflexión la he escuchado mucho, pero me pregunto si las personas con esa posición han analizado datos para sustentar el enfoque. Cuando comparamos las recaudaciones tributarias (sin seguridad social), vemos que los países desarrollados recaudan alrededor de 25% del PIB en promedio, América Latina capta un poco menos de 20%; y nosotros, alrededor de 13%. Si bien hay que tener cuidado al hacer comparaciones, en cualquier caso, los órdenes de magnitud no cambian: nosotros recaudamos mucho menos en términos relativos que la región latinoamericana y muchísimo menos que los países más avanzados.
Y cuando nos vamos al detalle de la composición de la recaudación hay una diferencia que sobresale por sobre todas las demás: el impuesto a la renta personal, el cual es la principal fuente de recaudación en los países desarrollados (8.4% del PIB), mientras América Latina logra 2.6% y nosotros: 1.3% del PIB.
Los países desarrollados recaudan casi siete veces más del impuesto a la renta personal que nosotros y por eso la carga de impuestos directos sobre su total es más elevada. Al ver los datos, no parece correcto decir que eso se resuelve bajando la carga indirecta. Más bien, la lectura parece ser que hay que subir la carga de impuestos directos. Esto sin desmedro de que se pueda revisar la estructura de los impuestos indirectos para mejorar su diseño. Pero ningún Gobierno va a permitir que una reforma tributaria sea para recaudar menos, ni de los impuestos indirectos ni de los directos. Lo que sí va a querer, probablemente, es recaudar más de ambos.
¿Y por qué recaudamos tan poco de impuesto a la renta personal? Una razón es que el mínimo exento es muy alto, es decir el umbral sobre el cual se empieza a tributar, que en el país es de unos RD$ 35,000 mensuales. Mientras aquí el mínimo exento equivale a una vez el PIB per cápita, en los países desarrollados se empieza a cobrar en el equivalente de 0.2 veces . Esto implicaría que aquí se empiece a cobrar impuesto sobre la renta a los empleados que ganen menos de RD$ 10,000 mensuales, lo cual sería una apuesta política muy arriesgada.
Además, como bien dicen los autores Jiménez y Podestá en un trabajo publicado en 2016 por el Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Hacienda de España: “En cierta forma, esta diferencia en el ingreso gravable para aplicar la alícuota mínima del impuesto en las distintas regiones, se encuentra justificada por la diferencia en los niveles de ingresos per cápita y por la necesidad de dejar fuera del gravamen a un nivel de ingreso que considere valores de subsistencia familiar”.
Otra característica del impuesto a la renta personal en el caso dominicano es que la tasa máxima de 25% se empieza a aplicar en un bajo umbral de ingresos, tal y como lo hacen los países desarrollados. Es decir, el problema de la baja recaudación en el impuesto a la renta personal no parece ser un problema de diseño del impuesto, sino más bien de alta evasión y poca capacidad contributiva de la población. Y ambos son problemas complejos cuya solución es de largo plazo.
Aumentar las recaudaciones del impuesto a la renta personal es un trabajo gradual que requiere una estrategia integral enfocada en recaudar de las personas físicas que reciben muchos ingresos, en lugar de querer recaudar mucho más del Régimen Simplificado o de los asalariados que no pueden evadir.
Subir la tasa máxima del impuesto personal sería cobrarle al que hoy paga, especialmente asalariados de clase media y media alta, porque esa tasa se empieza a aplicar a las personas físicas que hoy ganan un poco más de RD$ 72,000 mensuales. Y nadie en su sano juicio puede calificar a estas personas como muy ricas.
También sería un error en un país con problemas de cumplimiento tributario, poner una tasa de impuesto sobre la renta personal muy diferente a la tasa empresarial. Esto crearía oportunidades de elusión que los contribuyentes más sofisticados van a explotar. De eso no tengan dudas.