El país está viviendo una situación nunca antes vista caracterizada por la gravedad de los hechos criminales protagonizados por los delincuentes de toda ralea que parecen moverse sin ningún tipo de control en nuestras calles, las cuales dan la impresión de que fueron cedidas a los antisociales para que hagan de las suyas.

Por eso, no es casual que el gobierno,hasta en las encuestas que más le favorecen, haya sacado muy mala nota en el renglón de la lucha contra la delincuencia y el mantenimiento de la seguridad ciudadana, lo cual no puede ser de otro modo dado que ha quedado de manifiesto el evidente fracaso gubernamental en su política de darle seguridad, protección y tranquilidad a los dominicanos.

Ya ni siquiera se habla del abandonado plan “Barrios Seguros”, el cual fue un tímido intento de enfrentar el flagelo de la delincuencia, sin abordar las causas estructurales que lo producen y crean las condiciones para su agravamiento. Sin esto, todo intento de abordar el problema no pasa de ser un combate fantasmal y puramente mediático para calmar la presión social de la sociedad atemorizada.

La delincuencia se nos ha hecho tan familiar y cercana que casi todo el mundo tiene un familiar o conoce a alguien que sufrió en carne propia las consecuencias de la ola violencia que azota el país. Mientras la Policía admite francamente, en la propia voz de su jefe, la incapacidad para frenar los hechos de los violentos. Y con esa misma admisión publica, también retrata que el Gobierno carece de respuestas serias, que fue rebasado por las fuerzas armadas de los malhechores, que en abierto desafío a las autoridades, intranquilizan y mantienen en vilo a los ciudadanos.

Tal parece que el mismo manto de impunidad cubre a todos los delincuentes para cometer sus fechorías, tanto a los de cuello blanco como a los delincuentes barriales. Mientras los primeros asaltan las arcas nacionales sin que sean juzgados y cuando hacen que los juzgan, no les encuentran faltas, a los segundos se les permite moverse a sus anchas en nuestras calles, y cuando también son juzgados encuentran la manera de salir libres fácilmente.

Es decir, el país y los dominicanos estamos en el medio, como la carne del sándwich, para los delincuentes de arriba y los de abajo. Lo más grave del caso, es que no se ven indicios de la orquestación de ningún plan racional para aminorar el problema.

Ante esta realidad, quizás veamos pronto que se sacrifiquen algunas fichas en la Policía para librar de culpas al Gobiernopor no responder como la gente espera, como si la fiebre estuviera en la sabana y no en el cuerpo social de una sociedad asentada sobre el volcán en erupción de la pobreza, las injusticias sociales y la desigual distribución de la riqueza.

Pero en lo que llega el momento de que se ataquen a nivel estructural los múltiples factores causales de la violencia social, vemos con buenos ojos que se convoque a una mesa multisectorial de diálogo y de trabajo, con la participación de la sociedad civil, los partidos políticos, los profesionales y especialistas que tienen que ver con el asunto, las iglesias y las autoridades, donde se platee una política nacional de seguridad ciudadana.

Esa sería una forma de darle una mano al Gobierno para ayudarle a enfrentar un problema que lo ha sobrepasado. En esa mesa nacional de estudio del fenómeno, se abordaríanalgunas medidas paliatorias que por lo menos releguen el mal a niveles controlables, y también se podría avanzar en la definición de una estrategia de enfrentamiento del problema en todas sus aristas para establecer así una política efectiva para combatir el auge de la criminalidad de manera integral.

Solo así se evitarían las improvisaciones y esa abrumadora impresión de que el Gobierno perdió la batalla ante la delincuencia.