El glaucoma es una enfermedad ocular que se caracteriza por la pérdida de visión como consecuencia de un daño del nervio óptico, relacionado más frecuentemente con un aumento de la presión intraocular, aunque también se consideran causas de origen vascular y genético.

Según datos de la OMS, el glaucoma representa la segunda causa de ceguera en el mundo (un 12% de las personas ciegas lo son debido al glaucoma) y la primera causa de ceguera irreversible. Así, se calcula que hay unos 60 millones afectados y, debido al envejecimiento de la población, se estima que en el año 2040 estas cifras podrían aumentar hasta un 45% (111,8 millones). Por esta razón la Sociedad Dominicana de Oftalmología desde el año 2000 celebra en marzo el mes de la lucha contra el glaucoma y la Asociación Mundial de Glaucoma desde el 2008 celebra el 12 de marzo el Día Mundial del Glaucoma, buscando concientizar sobre esta enfermedad conocida como el “ladrón silente de la visión”.

La disminución de la visión en el glaucoma se inicia desde la parte lateral hacia el centro del campo visual de manera progresiva. Aunque la visión perdida por el glaucoma no se puede recuperar, con un diagnóstico precoz, controles periódicos y tratamiento adecuado, se puede frenar y evitar que la pérdida visual continúe avanzando.

Existen factores de riesgo que hacen que una persona pueda padecer de glaucoma como tener la presión del ojo elevada por encima de 21 mmHg. De hecho, disminuir la presión intraocular es el único tratamiento con eficacia comprobada para frenar cualquier tipo de glaucoma. Otro factor predisponente muy importante es la edad. La prevalencia de glaucoma aumenta exponencialmente por cada década a partir de los 40 años. Antecedentes familiares de glaucoma multiplica por 4 el riesgo de desarrollar la enfermedad y aún mas si son familiares de primer grado (padre, madre o hermano). Los pacientes afroamericanos, latinos y de origen asiáticos tienen hasta 6 veces más riesgo de padecer glaucoma. Defectos refractivos como la miopía e hipermetropía al igual que los pacientes con córneas delgadas tienen mayor riesgo de sufrir la enfermedad. Por último, enfermedades como la hipertensión arterial, la diabetes, las migrañas, problemas circulatorios y la apnea de sueño están relacionados con algunos tipos de glaucoma.

En la mayoría de los casos el glaucoma no da ningún tipo de síntoma. La pérdida de visión lateral en sus inicios suele pasar inadvertido o quizás, el paciente se sienta torpe en actividades de la vida diaria que requieren buena visión periférica como dificultad en bajar escaleras. Y son más propensos a sufrir caídas y accidentes de tránsito.  Ya en estadios más avanzados es que los pacientes se dan cuenta de su limitación de la visión periférica, cuando experimentan una visión “en túnel” o en “cañón de escopeta”.

Los pacientes con glaucoma de ángulo estrecho podrían tener algunos síntomas por un aumento súbito de la presión ocular como visión borrosa, enrojecimiento y dolor ocular, dolor de cabeza, náuseas y vómitos.  Esta situación es una emergencia ya que si se mantiene la presión tan elevada puede dañarse el nervio y afectar de forma grave la visión.

La única manera de diagnosticar el glaucoma es un examen oftalmológico completo donde se toma la presión ocular y se observa el nervio óptico buscando alteraciones del mismo. Existen una serie de estudios complementarios que nos ayudan a diagnosticar o descartar la enfermedad como  la campimetría y la tomografía de coherencia óptica entre otros.

El objetivo del tratamiento es frenar la evolución del glaucoma y reducir la presión del ojo, incluso en aquellos pacientes en los que la presión es normal en el momento del diagnóstico.

Tenemos diferentes opciones terapéuticas para tratar el glaucoma. Tratamiento con gotas, con rayo láser o con cirugías. Sí, contrario a la creencia popular de que el glaucoma no se opera esto no es cierto. Existen diferentes procedimientos quirúrgicos que son realizados cuando el tratamiento médico con gotas o el tratamiento con rayo láser no logran detener la progresión de la enfermedad. Además los hábitos de vida saludables contribuyen a mitigar el avance de la enfermedad porque preservan el nervio óptico.

El pronóstico de la enfermedad va a depender del daño del nervio óptico y del campo visual en el momento del diagnóstico. Mientras más temprano el diagnóstico mejor pronóstico tendrá visualmente. Por eso la importancia de asistir anualmente a controles con el oftalmólogo, para un examen oftalmológico exhaustivo.