El internet domina el mundo de hoy. Todas las actividades que realiza el habitante promedio de la Tierra en el tiempo presente pasan de alguna manera por la red de redes. Desde importantes transacciones bancarias hasta la más trivial de las conversaciones tienen como protagonista invisible el uso de las denominadas tecnologías de las comunicaciones.
El protagonismo del internet durante todo este siglo, supera con creces al que en su momento tuvo la imprenta, sobretodo porque su expansión ha sido tan rápida y abarcadora que para toda una generación de seres humanos la vida sin acceso a la red resulta inconcebible.
Los avances de la humanidad en las últimas dos décadas, como consecuencia de la irrupción del internet han sido tantos, tan grandes, tan rápidos y tan asombrosos que para la mayoría de nosotros ha pasado desapercibido el hecho de que la disrupción tecnológica trae consigo una serie amenazas que, de no atenderlas a tiempo, podrían impactar negativamente en todos nosotros.
En sus “21 lecciones para el siglo 21” Yuval Noah Harari llama la atención acerca de cómo el manejo de nuestros datos por Google o Facebook deja prácticamente a su merced la toma de decisiones tan elementales desde cual pasta dental escoger hasta la decisión del voto el dia de las elecciones.
Por la propia naturaleza del internet estamos tentados a pensar que los problemas que puedan derivarse por su uso son meramente técnicos y están totalmente alejados de la política y esa percepción ha llegado a niveles tan altos que todo lo relacionado al ciberespacio está casi exclusivamente en manos de científicos y técnicos.
Los políticos insistimos en distraernos de estos temas y en tratar todo lo referente al internet desde el punto de vista lúdico o a mirar solo su arista comercial y económica. Shaun Riordan en su libro “Cyberdiplomacy: Managing Security and Governance Online” alerta acerca de los riesgos que entraña esa visión tan sesgada y limitada acerca del asunto y propone una política exterior global más enfocada en tratar a las grandes compañías tecnológicas como un nuevo actor de la escena geopolítica.
“Los diplomáticos deben comenzar a interactuar de manera más efectiva con las principales compañías de Internet. Este no es un caso más de entablar contactos con una empresa comercial cualquiera. Estas grandes compañías no solo proporcionan servicios o plataformas para sus clientes, dan forma al ciberespacio y a cómo funciona. Los algoritmos y los motores de búsqueda facilitan la difusión de información errónea y posibilitan la guerra de información, a la vez que complican y minan los esfuerzos para combatirla. Las propias empresas de Internet necesitan entender mejor cómo funcionan en el ciberespacio y aceptar sus responsabilidades. Los diplomáticos deben tratarlos como actores geopolíticos por derecho propio, y no siempre con actitudes amistosas o cooperativas.” Dice Riordan en su libro recientemente publicado en los Estados Unidos.
Evidentemente, la fuerza y la velocidad con las cuales las plataformas digitales han impactado la vida de la gente apenas nos ha dejado tiempo para crear un ecosistema social y político en condiciones de contener, al menos, cualquiera de los múltiples desafíos que plantea la disrupción tecnológica representada en el acceso a internet.
El desafío que tenemos por delante es inmenso, nuestra voluntad para enfrentarlo debe ser mucho mayor.