En los bajos años 70’s un fuerte sentimiento de hermandad embargaba a los tres hermanitos Pichardo Benedicto, un sábado en la noche cualquiera, de una semana cualquiera. Asistían callados al espectáculo de ver a su madre desenchufar el televisor y llevárselo, con todo y mesa, al closet de su habitación para evitar que vieran la “Lucha Libre”.

La medida era más que justificada: el programa de lucha no bien había terminado cuando los tres pequeños monstruos arrancaban a darse sillazos y trompadas emulando a los pancrancistas que acababan de ver.

En más de una ocasión la violencia se desbordaba y la emprendían contra sus propias hermanas y las jóvenes del servicio doméstico, quienes huían despavoridas al fondo del patio a encerrarse en sus habitaciones para no ser masacradas. Claro que al que trataban de imitar, no era otro que el que sería décadas después “El Campeón de la Bolita del Mundo: Jack Veneno”.

Pero en ese entonces, era solo un advenedizo, un proyecto todavía de lo que habría de convertirse; y tenía que vérselas con “Masambula” y “El Vampiro Cao”. Porque en realidad cuando el personaje alcanzó lo luminoso, la encarnación de la Dominicanidad como diría el poeta; cuando fue la representación de todo el bien y todo lo bueno que había en la tierra, fue sin duda cuando apareció su Álter Ego, el oscuro personaje de “El Genio del Mal”, “Relámpago Hernández”, que era por tanto la encarnación de todo lo malo que había en el extenso mundo que es la Tierra.

Si “Jack Veneno” se inventó a sí mismo, quien inventó a “Relámpago Hernández” fue un genio. Y es que, finalmente, el mundo solo puede ser explicado por la duplicidad en las cosas, como mantienen los Taoistas: las dos caras de la misma cosa. Entendemos el día por que existe la noche y lo bajo porque existe lo alto.

El problema es cuando este sistema fenomenológico es llevado al terreno de los sentimientos. Y es un problema porque cometemos el error de asumir como absolutas sensaciones realmente perentorias y cambiantes. Finalmente, ni “Jack Veneno” era el bien, ni “Relámpago Hernández”, encarnaba al maligno.

Eran dos magníficos actores que utilizó “Dominicana de espectáculos” para despertar terribles sentimientos de rivalidad. Para lucrarse naturalmente. Qué sería ser “Aguilucho” sin el Licey o  Santiagueros  si no existieran los Capitaleños?. Pero todo eso que percibimos como una realidad absoluta, además de falsa, puede cambiar de la noche a la mañana; pero nuestra psiquis no lo procesa en el momento, ni lo sabemos ni lo comprendemos.

Por ejemplo, sin este rudimentario, pero sutil sistema de valores, como explicar que el Presidente Medina, un gobernante correcto, un hombre severo y austero, que prometió, como uno de sus temas centrales, combatir la corrupción en la República Dominicana, no haya hecho nada, absolutamente nada, para poner en movimiento la acción pública en contra del grupo de su partido que desfalcó al país a las claras, -de frente como dice un amigo Colombiano- de una forma tal que hizo necesaria una reforma fiscal que es una retranca para el crecimiento.

Acaso lo convencieron de que se enfrentaría al “Enemigo malo” o que no merecían volver a ser pobres nunca más; o que su candidatura y su ascensión a la presidencia no habría sido posible sin estos desmanes? No lo sabemos. Pero es posible que estén jugando a “Las Aguilas vs. El Licey” con él.

Pues si realmente recibió el apoyo de este grupo no era por su simpatía por el presidente, si no buscando una impunidad que hasta ahora han conseguido. Acaso no entiende el Presidente Medina que a la mayoría de los Dominicanos, que tienen que levantarse a trabajar todos los días les duele esta burla, este mal ejemplo, este atentado contra la institucionalidad?  Que debemos comenzar a ser un mejor país y que el tiene todo el apoyo necesario para iniciar esa empresa.

Esta mañana cuando le conté a mi hermano menor -que en rigor fue el que más sufrió el tema de la lucha libre-, que escribiría un artículo sobre “Relámpago Hernández” me contó sobre este último una historia conmovedora. Me dijo que había visto a un hijo del luchador cuando relataba la historia de su padre por un canal de televisión.

“El Genio del Mal”, narraba –quien en la vida real fue considerablemente peor que el personaje que representaba- había muerto convertido en un ser religioso y espiritual y contó, además, que su padre poco antes de morir, le había dejado un legado memorable encerrado en  unas hermosas palabras que nunca olvidaría: “Hijo para empezar a hacer lo bien hecho nunca es tarde”.