A la usanza de los antiguos emperadores orientales, el Presidente Fernández se dispone a despedirse de la Presidencia de la República llevándose consigo sus más preciadas posesiones.
Sus aliados, sus "votos encuadernados" su Congreso, están siendo empacados para ser transportandos a su mausoleo en la Capitán Eugenio de Marchena y con éstos las esperanzas de Danilo Medina de convertirse en el próximo Presidente del país.
Apegado como está a su corte presidencial, los halagos y el contacto permanente con la élite nacional e internacional, Fernández no está dispuesto a ceder a su más posible sucesor dentro de su partido el usufructo del poder, por lo que indiferente ve desmoronarse la alianza de partidos que selló su triunfo en los dos últimos dos torneos Presidenciales.
El legado que está construyendo al posible candidato peledeista, es una sociedad disgustada por el encarecimiento del costo de la vida, la creciente inseguridad, los sistemáticos actos de corrupción y la precarización de los servicios de salud y educación pública.
La agenda legislativa del presente gobierno que tan apurada estaba, que incluso, se llegó a la aprobación de leyes de manera ilegal ha quedado paralizada, mientras que un grupo de dirigentes peledeistas se han declarado neutrales.
El aspirante a heredero, atrapado en su necesidad de no causar disgusto al emperador, evita distanciarse, acuñando el slogan "corregir lo que está mal y continuar lo que está bien", sólo que será poco lo que le dejará en las manos, más que una sociedad agobiada por los altos precios de los combustibles y su impacto en la tarifa del transporte público, así como en los productos de primera necesidad.
El funeral del emperador ya inició y es evidente que no habrá herederos.