El daño cerebral sobre las funciones del empresario que provoca el marxismo y mercantilismo, ambos de larga data, junto al enfoque más moderno de corte narcisista es uno que hay que combatir. Exhibiendo la película "El Fundador" tuve oportunidad de compartir la visión de los economistas de la Escuela Austríaca con un grupo de estudiantes.

 

El mismo título en español de la película es una muestra del resentimiento socialista contra los empresarios. La llaman "Hambre de Poder". A quienes no habían visto la película pregunté en qué creían se iba a transformar el vendedor ambulante poco exitoso de máquinas que permiten hacer más batidas en menos tiempo, con la información del título y la escena donde le vuelven a decir que no.

Fundador

“En Mr. White de Breaking Bad, profe”. Ven a un frustrado vendedor que mutará de manera similar lo hizo el profesor de química en secundaria al tope de la lista de los enemigos de la DEA y los carteles de droga; o creará una cadena como Pollos Hermanos para construir un imperio poderoso con las ganancias de distribuir anfetaminas. Diez puntos y oportunidad de ganar extras cuando expliquen de dónde “Rita, la Montra” diría que llegaron al Fundador “lo podere”.

 

Aquí recordaron el ejercicio “¿quién quebró a la empresa fabricaba los celulares BlackBerry?” y la oportunidad que perdieron por no mirarse al espejo. En efecto, después de varias teorías buscando culpables en la gerencia, los chinos y Steve Jobs, ofrecí veinte puntos al que me mostrará que el suyo era de esa marca. Así entendieron que somos nosotros, los consumidores, los que quitan y ponen a líderes de industrias con decisiones voluntarias de compra, sin tener que solicitar sicarios por internet para destronar al de mayor poder, como se hace en la competencia política en su nivel más rastrero.

 

El éxito de McDonald’s por tantas décadas, en consecuencia, eso que la película llama “poder”, proviene de dar un servicio que los consumidores valoran más que las decenas de opciones para elegir comidas que existen en un radio menor a un kilómetro de cada franquicia. El poder económico es así como se logra, en un plebiscito diario donde las cajas registradoras del negocio propio y el de los competidores emite una boleta donde no existe duda alguna de lo que se está eligiendo.

 

En mercados competitivos de bienes y servicios el asunto no es guerras de encuestas, fabricarse un perfil atractivo, apelar a sentimiento y denigrar al contrario para atraer consumidores.  Eso puede funcionar para una primera compra porque el cliente no volverá a la hora de almuerzo si el desayuno no cumplió con sus expectativas.  En política sí es posible la simulación, el dolo y el fraude en todas sus modalidades porque el poder por varios años se conquista con la elección de un día. De igual manera en la guerra, donde el objetivo es ganar por todos los medios al alcance con las excepciones obvias de garantías mínimas deben existir para que los gobiernos puedan movilizar a conscriptos. ¿O nos creemos el cuento que es un tema de honor y bondad proteger la vida de prisioneros?

 

Dos preguntas sobre el precio en que se logra el acuerdo en que Ray Kroc compra a los hermanos McDonald’s la propiedad intelectual del nombre me desilusiona porque muestran un empate.  En la de si el precio fue justo o no, tan solo la mitad opina que lo fue cuando mi expectativa era que fueran todos.  En correspondencia con ese resultado, quedan también parejas las opiniones sobre si el trato benefició a ambas partes.

 

Tengo dos meses explicando que en contratos libres y voluntarios los términos acordados indican que ambas partes valoran su nueva posición mejor que la alternativa.  En ese precio ocurrió “el encuentro de las mentes” entre los participantes, uno en que ya cesa la participación de los únicos terceros tuvieron para ellos importancia (sus asesores legales, financieros o económicos).

 

Este resultado no fuera problema si las opiniones de personas ajenas sobre la forma en que se pudo mejorar una transacción consumada se quedarán en eso, en opiniones para pasar un rato entre amigos.  El asunto es que diariamente notamos que es una creencia arraigada entre quienes creen poseer conocimiento iluminado para dictar los términos de los contratos con controles de precios o modificaciones arbitrarias a tarifarios privados. Y, lamentablemente, las respuestas en un par de preguntas sobre formas hipotéticas en la que funcionarios públicos hubiesen podido mejorar el resultado de la película son buenas noticias para los intervencionistas.

 

“La película destaca el importante rol de la oficina para la promoción de los pequeños inversionistas del Medio Oeste, una entidad estatal con parte de sus fondos provenientes del gobierno federal, en la asesoría para la elección de los puntos óptimos para las sucursales, la entrega de fondos a tasas menores que los bancos (que se ve son indolentes al querer expropiar si el negocio iba mal) y la certificación de calidad de la carne de las hamburguesas (como se ve en un letrero del primer McDonald’s que informa están avaladas por una oficina gubernamental).”  El 60% de los estudiantes, a pesar de que en ningún momento de la película se ve una oficina pública de esa naturaleza, marcó la pregunta como verdadera.

 

“Como El Fundador tuvo la dicha de que alguien estuvo escuchando sus problemas financieros, algo que fue una pura coincidencia, y considerando que de no haber estado presente ahí ese señor la empresa hubiese ido a la quiebra, es esto una prueba de que para estos casos de empresas en problemas el gobierno debería estar presente para que con asesores bien entrenados puedan orientar a los emprendedores, encontrar sus falencias y dar el apoyo necesario que los bancos por perseguir el lucro no pueden dar.” De nuevo, el 60% de quienes responden ven al gobierno como una máquina efectiva para contratar como servidores públicos personas de la capacidad de Harry Sonnerborn para prevenir colapsos y garantizar el éxito de los emprendedores.

 

Bien, pero pensemos en el vaso medio lleno, tenemos un 40% que entiende es una insensatez asegurar el resultado a quienes por definición lo que se enfrentan es a la incertidumbre (no al riesgo) de que su producto recibirá los votos suficientes diarios para seguir adelante en un mercado competitivo.