Recordarán los amables lectores que el anterior escrito la historia se quedó en una envidiable siesta del frutero en las dos sillas de que disponía. Pues bien, poco después salí de casa y no vi a ninguno de los ¨socios¨ en el puesto, supuse por lo temprano de la hora que aún no habían llegado o tal vez estuvieran abasteciéndose de mercancías. Pero permanecieron ausentes por la mañana y por la tarde, y al día siguiente lo mismo. Para calmar mi curiosidad pregunté a un guardián que monitorea lo que sucede en el área, y me contó que cuando estaban más felices que unas lombrices, pasó ¨ la camiona¨ y se los llevó con el “triciculo” y lo poco que tenían, haciendo realidad el dicho de que la felicidad dura poco en casa del pobre.
Por si alguien no lo sabe, "la camiona" es como le llaman al vehículo que recoge haitianos ilegales para repatriarlos, y al que le tienen verdadero pavor por las consecuencias que ello conlleva, es algo así como "el cuco" de nuestros niños, pero en grande y en serio. En lo particular, no estamos de acuerdo que una persona que no de problemas y se gane la vida decentemente sea deportada, y menos hacia destinos tan inciertos, pero en lo oficial consideramos que las leyes de migración deben cumplirse, que para eso están y tratan de evitar a la larga problemas mayores. Debido a una falta de política migratoria definida y gracias a una frontera con más agujeros que un guayo de cocina, los haitianos hace tiempo que son parte de nuestro paisaje y de nuestras vidas.
Primero coparon los trabajos de la construcción y la agricultura, especialmente los más duros y los peor pagados, después se han hecho muy presentes como guardas de residencias privadas. Desde hace poco han entrado con fuerza en los resort del norte y este del país como bailarines, animadores de juegos y camareros. La mayoría de los puestos de fruta con buenas ventas son "administrados" por haitianos. Los llamados delivery están comenzando a emplearlos, ahora las voces de ¨ colmadooo¨, "farmaciaa", "el aguaaa ", "la pizzaa" … van sonando con algo o mucho de creole. Los heladeros ambulantes que tocan las campanillas de los carritos por calles y parques para hipnotizar a sus clientes chiquitos, son también haitianos. Los vendedores de productos tipo ¨ esquimalitos ¨ vestidos casi de payasos en los cruces de las grandes avenidas, lo mismo.
Los niños y mujeres pidiendo en los semáforos son parte de un viejo negocio de limosnas, y así mil y un oficios más. Pero creemos los haitianos, más que quitarles los trabajos a los dominicanos, van tomando los éstos ya no quieren hacer por duros, peligrosos o muy mal pagos, eso sí, en connivencia con la dejadez proverbial en este asunto de las autoridades, y de empleadores que buscan mayores beneficios a través de una mano de obra más barata y dócil entre los muy necesitados o los "sin papeles".
Si bien la presencia de haitianos se está incrementando después de su última desgracia, debemos tener en cuenta que al tener esos oficios tan visibles y de tanta movilidad, les hace parecer aún mucho más numerosos de lo que ya son. Pero sigamos con nuestros protagonistas los fruteros ¿Qué les sucedió? Cuando creíamos que ya estarían por los campos o las calles del vecino país pensando en cómo regresar a su idílico negocio, aparecieron de pronto, vivitos y coleando en "su puesto" con una sonrisa radiante junto a las sillas, mangos, guineos y lechosas. Les preguntamos por lo sucedido y nos dijeron que "la camiona" se los llevó por sorpresa, pero no fue nada tan grave que con unos cuantos pesos a tiempo no se pudiera resolver. Y es que, con las frutas, hay negocios que a veces todos ganan.